Lluvias

"Sacamos a los abuelos con sábanas porque se ahogaban”: el testimonio de las trabajadoras de una residencia de Carmona, en Sevilla, inundada por las lluvias

La situación de una residencia de ancianos de Carmona tras las inundaciones
Estado en el que se encuentra la residencia una semana después de las lluviasRedacción Andalucía
  • Las lluvias que batieron récords en Sevilla han dejado a 25 ancianos realojados, una residencia cerrada para siempre y a 12 empleadas sin trabajo

  • Las trabajadoras denuncian que, una semana después, nadie ha limpiado el edificio y temen saqueos

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SevillaSe cumple una semana del día en el que la lluvia batió todos los récords en Sevilla. Diluvió con una intensidad que no se recordaba desde hacía 28 años. En menos de 24 horas, según la estación meteorológica del aeropuerto, cayeron más de 115 litros por metro cuadrado. Pero las cifras solo explican la mitad de lo ocurrido. La otra mitad está, por ejemplo, en Carmona, donde el Centro de Mayores Virgen de Setefilla quedó devastado por el agua y su plantilla vivió una escena límite que jamás olvidará. Tuvieron que rescatar, con sus propias manos, a los 25 ancianos que vivían allí.

"A media mañana empezó a llover fuerte, llamamos a emergencias, pero nos dijeron que no nos preocupáramos", recuerda María Rodríguez, una de las trabajadoras. Dos horas después, el agua les llegaba por la cintura. No había forma de comunicarse, la zona tiene mala cobertura y nadie lograba contactar con los servicios de rescate. "Era imposible pedir ayuda, solo estaban cuatro trabajadoras con ellos".

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Lo que ocurrió después no responde a un protocolo de actuación antes este tipo de situaciones, sino más bien a puro instinto de supervivencia. La residencia tiene una pequeña planta superior donde está la lavandería. Ese fue el único refugio posible. "Empezamos a subirlos como podíamos, haciendo una cadena humana con sábanas", relata Lidia Curiel, directora del centro, que participó en el rescate. "Había dos abuelas encamadas y lo único que pudimos hacer fue subir la cama hidráulica al máximo y rezar. El agua llegó al colchón".

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Las sillas de rueda empezaron a flotar

Las escenas se sucedían con una mezcla de urgencia y miedo. Las sillas de ruedas empezaron a flotar. El agua arrastraba todo lo que encontraba. "Cada vez que subíamos a un abuelo no sabíamos si nos daría tiempo a volver a por otro. Si alguien se caía, se ahogaba", dice Lidia. "Solo gritábamos, socorro, que nos ahogamos".

Los tuvieron cinco horas atrapados en la lavandería: "yo no sé de dónde saqué fuerzas para levantarlos en peso muerto. Son personas que apenas pueden moverse y aun así los subimos uno a uno. Lo hicimos porque era eso o dejar que el agua les llegara al cuello", insiste la directora, todavía temblorosa.

El rescate se pudo completar sin lamentar daños personales, sin heridos graves, aunque con secuelas psicológicas difíciles de solventar. Lo esencial, las vida, se salvaron. Pero una semana después, lo que queda es un edificio inhabitable, 25 ancianos repartidos en cinco centros distintos y 12 empleadas que se han quedado sin trabajo de un día para otro.

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"Éramos una familia. Ahora lo hemos perdido todo"

María cuenta que hay una auxiliar que llevaba 20 años en la residencia, "éramos una familia", dice con la voz entrecortada. "Ahora no tenemos nada. Ellos han perdido su ropa, sus fotos, sus recuerdos. Nosotras, nuestro empleo".

Ellas han sido quienes han recogido lo poco que quedaba. Algunas medicinas, objetos personales y algo de ropa. "No ha venido nadie a limpiar nada. Las puertas siguen abiertas. Tememos que lo desvalijen", denuncian. Saben que el centro no volverá a abrir sus puertas. Han comprobado en sus propias carnes que estaba construido en una zona inundable, algo que ellas desconocían. Y ninguna quiere pisar otra vez ese edificio.

"Somos muy trabajadoras, pero esto nos ha roto", dice Lidia. "Lo hicimos por ellos, porque los queremos, pero ahora necesitamos que alguien se acuerde de nosotras y nos dé la oportunidad de volver a trabajar". Porque el agua se ha llevado todo lo que habían construido en esas cuatro paredes en una zona escondida de Carmona, y no les gustaría trabajar en otra cosa que no fuera esa, el cuidado a los que más lo necesita.

Ya han dejado de ir al centro, poco más pueden hacer. En el interior todo está como estaba, mojado, vacío y ahora silencioso. Ha pasado una semana, el agua se fue, pero las consecuencias se han quedado sin que nadie, por el momento, haya hecho nada.