Testimonios

El emotivo adiós de Elena a una vida entre cuadernos, cierra su papelería de Torremolinos tras 36 años: "He visto crecer a mis clientes"

Elena Ponce en su último día como propietaria de la Papelería Cosas de Torremolinos, Málaga
Elena Ponce en su último día como propietaria de la Papelería Cosas de Torremolinos, Málaga. Redacción Andalucía
  • Tras 36 años al frente de la 'Papelería Cosas', Elena Ponce se despide entre lágrimas, agradecida por la fidelidad de los vecinos del barrio del Calvario de Torremolinos

  • La veterana comerciante traspasa el negocio a una joven pareja que mantendrá la esencia de un comercio de los de siempre, resistente a los cambios y a la competencia

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MálagaElena Ponce bajó el sábado 22 de noviembre la persiana de la 'Papelería Cosas' por última vez. Lo hizo despacio, con la certeza de que esa simple acción, tan cotidiana durante más de tres décadas, marcaba el final de una etapa que había llenado su vida de madrugones, de tinta y de cercanía. En el barrio del Calvario, lejos del turismo y del bullicio de la playa, su papelería ha sido un negocio de los de siempre, de esos que resisten al paso del tiempo preservando, con mucho trabajo, su esencia.

"Hoy he bajado por última vez la persiana", escribió Elena en un mensaje a sus clientes. En él agradecía el cariño recibido todos estos años y anunciaba, como quien entrega una casa bien cuidada, que el 1 de diciembre serán Fran y María quienes retomen el timón del negocio. "Lo he traspasado tal cual", afirma, con cierto orgullo. "Mantendrán la esencia de Cosas". Y así, en apenas unas líneas, se despedía de toda una vida.

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Un negocio que huele a papelería

Quienes cruzaban el umbral de 'Cosas' se quedaban con el inconfundible olor a tinta y borrones de las tiendas de libros, libretas y lápices de colores. Elena lo tenía tan incorporado que ya ni lo percibía: "Lo he tenido tan metido que ni siquiera me daba cuenta de que aquí huele a papelería". Un aroma que, para generaciones de escolares, evoca a septiembre, a los primeros días de clase, a los estuches recién estrenados y a las gomas Milan, que parecen borrar incluso los problemas de la vida.

Porque hablar de una papelería "de las de antes" es recordar marcas que marcaron la infancia y la juventud de tantos. Las plumas Inoxcrom, los cuadernos Rubio, las pinturas Alpino, los archivadores Liderpapel o las témperas Jovi. Artículos de toda la vida que Elena ha vendido una y otra vez detrás del mostrador, viendo cómo crecían los niños, que luego volvían ya con sus propios hijos.

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"He visto crecer a mis clientes. Los de siempre, los del barrio", dice, porque en un municipio donde el comercio turístico suele imponerse, Elena supo mantenerse fiel a un público local que encontró en su papelería, un lugar seguro.

La resistencia como forma de vida

Mantener un negocio como este durante 36 años no ha sido fácil. "La competencia ha sido dura, sobre todo con los comercios orientales que venden material con más fantasía", reconoce Elena. Frente a establecimientos que ofrecían productos vistosos y baratos, ella apostó por lo de siempre, calidad, trato cercano y confianza.

Su rutina comenzaba a las ocho y media de la mañana, puntual como un reloj. "Empecé con prensa, material escolar, libros de texto… y así me he mantenido", explica. La venta de periódicos fue decisiva para fidelizar a muchos clientes, esos que entraban cada día a por su diario y aprovechaban para comprar un bolígrafo o una libreta. "Hay veces que las ventas han bajado, pero he podido seguir", dice.

La tecnología y otros tiempos

Los cambios tecnológicos también acabaron transformando su día a día. La forma de enseñar en los colegios, el auge de las pantallas, los archivos digitales… pero incluso ahí había un pequeño resquicio para lo tradicional: "Siguen comprando mapas mudos para estudiar geografía", cuenta entre sonrisas.

Elena siempre supo adaptarse, aunque confiesa que estos últimos años han sido más duros. Pese a ello, cuando mira atrás lo hace con una mezcla de nostalgia y gratitud: "Han sido tiempos diferentes, pero para mí han sido buenos".

El adiós más difícil

A sus 66 años, Elena sintió que había llegado el momento. Los nietos tiran fuerte y la vida, a veces, pide una pausa. "La decisión ha sido muy difícil", admite. Ha llorado, sí, pero también ha recibido un baño de cariño de sus clientes. Durante toda la semana, decenas de ellos se han ido acercando para despedirla y para agradecerle los años de servicio.

"Lo mejor es que la dejo en buenas manos", afirma. Fran, uno de los nuevos propietarios, fue cliente suyo desde niño. "Conozco a su familia, sé cómo son y eso me tranquiliza muchísimo". Junto a María, abrirán el 1 de diciembre con la promesa de conservar el espíritu del negocio.

En la última foto que Elena ha enviado aparece rodeada de cartulinas, libros, bolígrafos y cuadernos, todo lo que ha sido su mundo durante más de media vida. Ahora toca descansar alejada del olor de una papelería.