Lotería Navidad

Un año después del "pellizco" de Navidad: la historia de Marisa, la mujer que llevó la suerte a casi todo un pueblo de Sevilla

Marisa, la mujer que llevó la suerte a un pueblo de 100 habitantes. Redacción Andalucía
  • La encargada de un chiringuito de Chipiona llevó por casualidad el número 40014 a la pequeña pedanía sevillana de Sacramento transformando la vida de casi todos los vecinos

  • Un año después del premio, Marisa Páez recuerda cómo repartió la suerte sin imaginarlo y cómo muchas familias han podido empezar de cero gracias a aquellos décimos

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SevillaCuando en el municipio costero de Chipiona (Cádiz) recuerdan lo vivido el pasado 22 de diciembre de 2024, a todos se les va la memoria al chiringuito "La Manuela", donde el segundo premio de la Lotería de Navidad dejó 56 millones de euros. Pero detrás de aquella lluvia de fortuna hay una historia que sigue viva un año después, la de Marisa Páez, encargada del establecimiento y responsable, sin pretenderlo, de que casi todo un pequeño pueblo sevillano celebrara el premio como propio.

Marisa trabaja desde hace un tiempo en este conocido chiringuito de la playa chipionera. Allí, entre ella y su jefe, decidieron comprar un número completo para venderlo entre los trabajadores y sus clientes. Ambos lo tuvieron claro desde que vieron el listado de números posibles. El 40014, a simple vista, un número raro, con muchos ceros, que a más de uno le habría hecho dudar. Pero a ella le gustó nada más verlo. "El número lo elegí yo porque me pareció raro y a mi jefe también le gustó", recuerda, "así que le dijimos al chico de la administración que nos diera el número completo".

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Varios trabajadores se hicieron con uno de los décimos, y por supuesto, gran parte de su clientela. Pero Marisa fue más allá y, como cada año, lo compartió también con sus vecinos. Ella es natural de Las Cabezas de San Juan, un pueblo de Sevilla, pero se instaló hace tiempo en Sacramento, una pequeña pedanía de unos cien habitantes donde todos se conocen. Y allí llegó ella con más de 30 décimos bajo el brazo. "Yo siempre digo que tengo disponible el número de mi trabajo, por si alguien lo quiere", explica. Ese gesto, repetido cada Navidad, acabaría cambiando la vida de muchas personas.

El segundo premio que Sacramento se llevó

El sorteo de 2024 ya encaraba su recta final cuando Sacramento vivió uno de los momentos más emocionantes de su historia reciente. "Aquella mañana estábamos desayunando en el único bar que hay en la aldea; el sorteo estaba a punto de terminar, fue el último premio que salió", recuerda Marisa. Y entonces ocurrió lo que ahora ya sabemos, que minutos después de escucharse el número premiado, empezó la avalancha. "De repente empieza a venir gente a abrazarme, llorando", cuenta todavía sorprendida. "Sentí una alegría inmensa, porque era gente muy necesitada y le tocó al menos a 80 personas".

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La cifra sorprende si se tiene en cuenta que la aldea apenas supera el centenar de vecinos. Casas enteras, familias al completo, recibieron aquel segundo premio gracias a los décimos que Marisa llevó desde Chipiona sin imaginar lo que ocurriría después. A partir de ese día, su nombre se convirtió en sinónimo de suerte. Tanto, que "cuando llegó el sorteo del Niño, la gente me refregaba sus décimos por la espalda, como si yo pudiera darles suerte". Ella lo cuenta entre risas.

Un año después, los frutos de aquel premio siguen siendo visibles. "Hay una persona del pueblo que lo estaba pasando mal porque no tenía trabajo y gracias al premio ha podido montar su propio negocio, creo que le va muy bien”, explica. Otros han comprado casas en la playa, algunos han reformado la suya, y muchos simplemente respiran un poco más tranquilos. Lo que nunca cambia es el agradecimiento. "Todo el mundo me lo agradece a mí", admite con humildad.

La resaca del premio un año después

En Chipiona, la historia también ha dejado huella. "En el chiringuito, cuando hemos traído el número de este año, parecía que teníamos una administración de lotería en lugar de un bar", comenta y asegura que "se han vendido todos los décimos rapidísimo". Y es que la fama de "portadora de suerte" se ha extendido entre clientes habituales y veraneantes de paso. Eso sí, Marisa prefiere mantener los pies en el suelo.

Como es de suponer, ella también resultó premiada, aunque insiste en que su vida no ha dado un giro radical. "A mí no me ha cambiado la vida. Al final te llevas poco más de 100.000 euros. Yo sigo trabajando igual, en el mismo sitio, y eso que la gente me decía que no pensaban que volviera a trabajar", explica. Para ella, el premio ha sido "un alivio para ir más desahogada, pero nada más". Lo tiene claro: "este premio no te quita de trabajar".

Quizá por eso, y por haber visto de cerca cómo algunos pueden perder el control, Marisa lanza un consejo a quienes sueñan con que un décimo les cambie la vida: "que sepan administrar el dinero y que no lo tiren descontroladamente".

Hoy, a las puertas de otro sorteo, en Sacramento muchos le preguntan si este año volverá a tocar. Ella sonríe. Sabe que la lotería es caprichosa, pero también sabe que hay premios que trascienden el dinero, como la sensación, difícil de explicar, de haber contribuido a mejorar la vida de un pueblo entero.