Enric Truñó, concejal responsable de los JJ.OO. de Barcelona'92: "Teníamos claro que era 'ahora o nunca"

Han pasado 36 años y Enric Truñó todavía recuerda como si fuese ayer las palabras de Pascual Maragall en la Avenida María Cristina de Barcelona ante 100.000 personas: "Hoy es un gran día para Barcelona, y lo que es bueno para Barcelona es bueno para Cataluña, y lo que es bueno para Cataluña es bueno para España”. Era la noche del 17 de octubre de 1986 y regresaban de Lausana (Suiza) con los Juegos Olímpicos bajo el brazo. Barcelona había sido la ciudad elegida por el Comité Olímpico Internacional. Tenían cuatro años para organizar unos juegos -que se inauguraron el 25 de julio de 1992- y transformar una ciudad entera. Lo lograron, ellos y los más de 35.000 voluntarios que formaron parte de ese gran equipo olímpico.

En aquel entonces Truñó era concejal de Deporte y Turismo del Ayuntamiento de Barcelona. El alcalde, Pascual Maragall, le nombró también responsable municipal de la organización de los JJ.OO. Su profesión como ingeniero químico le ayudó a enfrentarse a los problemas con objetividad. Organizar un acontecimiento de tal magnitud no fue nada fácil. Había demasiado en juego. Se rodeó de un "buen equipo de expertos" para construir de cero el proyecto y se marcaron como horizonte la Barcelona de 1993. Esa era su meta. Los JJ. OO. fueron un éxito y Barcelona se transformó por completo. Gracias al trabajo de todas las instituciones hicieron frente a los desafíos de seguridad por la amenaza de ETA, a los problemas de movilidad o de infraestructuras.

Enric Truñó explica a NIUS todos los retos que lograron y cómo tuvieron siempre claro que era "ahora o nunca".

Pregunta. Celebrar unos Juegos Olímpicos en Barcelona, menudo reto.

Respuesta. Sí, la organización de los juegos tenía muchos retos y dificultades. Nosotros nos pusimos un listón muy alto en el sentido de transformar la ciudad para hacer los mejores juegos olímpicos, pero sobre todo para ganar calidad de vida en la ciudad. No imaginábamos solo una fiesta sino los juegos como una oportunidad para desarrollar Barcelona. En ese sentido, fuimos ambiciosos, exigentes, nos ilusionamos mucho y nos pusimos un listado de objetivos muy grande que nos complicaba la vida.

P. Entre ellos, crear desde cero unas rondas que confirmaron el cambio de escala de la ciudad.

R. Exacto. Hacer la ronda significó, por ejemplo, quitar la línea de tren de la costa Barcelona-Mataró, que fue la primera línea de tren que se creó en España, en 1848. Al construir las rondas aparte de vertebrar toda la ciudad logramos eliminar el 20% del tráfico en el centro de la ciudad. Eso dicho así parece fácil, pero fue muy complicado. Los plazos, la planificación, los momentos en que se tenían que ir cumpliendo las cosas… Se nos echaba el tiempo encima. Hubo que apretar los puños y dientes y trabajar mucho, pero estuvimos a punto, que era lo importante.

P. Cuanta presión…

R. Sí, pero no era la principal sensación que teníamos, la principal sensación que teníamos era la ilusión desbordante de ganas que nos daba, como a los deportistas, una capacidad de enfrentarnos a todo. Maragall nos repetía mucho al equipo: ahora o nunca. Sabíamos que era la gran oportunidad para la ciudad.

Nosotros nos pusimos un listón muy alto en el sentido de transformar la ciudad para hacer los mejores juegos olímpicos, pero sobre todo para ganar calidad de vida en la ciudad

P. ¿Cuál fue la clave para que todo saliera bien?

R. Al frente de cada institución había unas personas muy potentes que supieron trabajar sumando, desde Pascual Maragall, como alcalde y presidente del comité organizador, hasta Jordi Pujol, Felipe González, el rey de España, Carlos Ferrer Salat, en el Comité Olímpico Español, y en el internacional Juan Antonio Samaranch. Este conjunto de astros se alineó para que las cosas salieran bien y fue una cosa potente evidentemente. Ellos y los que estábamos detrás.

P. ¿Hubiese sido posible lograrlo sin voluntarios?

R. Sin voluntarios no hubiese sido posible. La magnitud de unos juegos olímpicos implica a muchos voluntarios. Cuando hicimos la candidatura firmaron delante de notario 106.000 personas ofreciéndose como voluntario y eso fue bastante impresionante para el Comité Olímpico Internacional. Eso era un símbolo de que no estaban solo detrás las administraciones o los atletas, también la juventud, la ciudadanía y todo el mundo del deporte.

P. ¿Pudieron participar como voluntarias todas estas personas?

R. A la hora de la verdad fueron 35.000 los voluntarios que participaron, cada uno con una misión específica y formando parte de lo que se llamaba el 'equipo 92'. Dimos formación a todos y les equipamos con el mismo uniforme. Fue un trabajo de creación de equipo, de esas ansias de ahora o nunca. En los temas menos cualificados había un sistema de rotación para estimular a las personas y valorar su trabajo.

P. ¿Cuál fue desde el primer día que os asignaron los juegos vuestro principal objetivo?

R. La Barcelona del 93. Siempre hablábamos de los juegos como una oportunidad para hacer ciudad. La que nos importaba era la Barcelona que quedaba para los ciudadanos. Quisimos abrir la ciudad al mar por esa línea de tren de la costa que existía y porque detrás de la costa había 4.5 km de industrias que habían ido quedando obsoletas y se habían ido cerrando. Abrir eso, permitía la salida al mar, sanear la costa, eliminar el colector que significaba el río Bogatell y ganar 4,5 km de playas que se convirtió en el mejor equipamiento de ocio de los barceloneses gratuito, algo que en una ciudad como esta es un elemento de calidad. Esto probablemente fue gracias a que decidimos colocar donde colocamos la Villa Olímpica y, por lo tanto, como consecuencia, mejorar todo este espacio. Esto no era necesario para hacer unos juegos olímpicos, era necesario para mejorar la calidad de vida de la ciudad y me parece probablemente el elemento más destacado.

Había gente que tenía terrenos en Sant Cugat y quería que fuese allí, imagínate qué distinto hubiese sido. Había familias muy potentes pero Maragall dijo que no

P. ¿Costó decidir dónde construir la Villa Olímpica? ¿Recibisteis presiones?

R. Había gente que tenía terrenos en Sant Cugat y quería que fuese allí, imagínate qué distinto hubiese sido. Otra gente con terrenos en el Prat, en la zona de la Ricarda precisamente (zona de extensión o no del aeropuerto) querían la villa olímpica allí. Ahí había familias muy potentes y el Ayuntamiento de Barcelona dijo que no, que aquello no ayudaba a transformar la ciudad. Se priorizó la zona de Poblenou porque era una zona absolutamente degradada.

P. ¿Se consiguió dar esa imagen de transformación durante los JJ.OO?

R. La actitud de la ciudad de Barcelona fue de ser un muy buen anfitrión, de recibir con las manos abiertas a todo el mundo y de que Barcelona fuera una fiesta. Barcelona fue una fiesta y se ve cómo estaban engalanadas las calles, las casas, cómo estaban las ramblas, cómo estaba Montjuic, la zona del puerto…

P. ¿Cómo afrontasteis la amenaza terrorista de ETA que seguía activa ese año?

R. Es algo que teníamos siempre en mente. Nos dieron los juegos el 17 de octubre del 86 y el día de antes Pascual Margall, que estaba en la delegación internacional como alcalde y presidente del comité de candidatura, tuvo que regresar a Barcelona porque ETA había asesinado a un policía en la plaza España. Imagínate si era presente y en qué situación estábamos porque al día siguiente del asesinato el Comité Olímpico Internacional adjudicaba los juegos.

P. ¿Y cómo se asumió este reto?

R. Aquí el mérito sin duda fue del Gobierno de España. La ciudad colaboró, pero nunca el terrorismo es responsabilidad de la Guardia Urbana. Eso era de la Policía Nacional, de la Guardia Civil y de los ministerios del Interior y de Defensa. Yo creo que hicieron un gran trabajo sobre todo logrando acuerdos estratégicos años antes con Francia, que era el santuario de ETA y también con Estados Unidos e Interpol. Fue un trabajo de fondo que si no se hubiese hecho durante mucho tiempo antes no sale.

El día antes que el COI nos asignara los juegos Maragall tuvo que volver a Barcelona porque ETA había asesinado a un policía

P. Pasó muchísima gente por los juegos, ¿cómo se llevó el control?

R. Todo el mundo que se acreditó en los juegos pasaba un control de la Interpol. Todas las acreditaciones se controlaban y por lo tanto sabíamos a quién metíamos. Se trabajó bien, se generó un centro de coordinación policial muy potente durante los días de los juegos y los meses anteriores.

P. Decías que Juan Antonio Samaranch formó parte de ese equipo que hizo posible que todo saliera bien. ¿Por qué?

R. Samaranch era el maestro. Técnicamente no era de nuestro equipo, pero era un barcelonés con mucho interés e ilusión personal desde los años 50. Él había sido concejal de Deportes en el Ayuntamiento de Barcelona y organizó los Juegos del Mediterráneo del año 1955. Eran unos juegos discretos, pero salieron bien organizados y con ello obtuvo una brillante carrera hasta que en 1980 le nombraron presidente del Comité Olímpico Internacional (COI). Que un barcelonés estuviera tan bien posicionado dirigiendo el organismo que tenía que nominar a la ciudad esto era clave para tener simpatías hacia la candidatura de Barcelona. Samaranch hizo muy bien su tarea como presidente del COI.

P. ¿Alguien dudó de que Pascual Maragall no estuviera a la altura?

R. Salieron dudas después de celebrarse los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988. Faltaban cuatro años, habíamos observado la precisión de los coreanos, nos cogieron las prisas y sí hubo alguna gente que apuntó sobre Pascual Maragall. Sin embargo, Felipe González zanjó el tema rápidamente diciendo que su hombre para los juegos del 92 era él.

P. Y así fue.

R. Sí, y Maragall fue el líder del proyecto. La buena organización de los juegos ligada a la transformación de la ciudad al mismo tiempo fue gracias a él. Él era alcalde de la ciudad y presidente del comité organizador, tenía muy claro la oportunidad que suponía este acontecimiento para Barcelona. Sabía que “ahora o nunca” teníamos que ser capaces de desarrollar un programa ambicioso para la vida cotidiana de la ciudad. Fue el líder generando equipo y cooperando con otras instituciones. 30 años después sigo viendo su capacidad de liderazgo y de generar estrategias. Siempre delegando, no era un alcalde acaparador, sino no hubiésemos hecho los juegos.

P. ¿Y qué dijo cuando terminó todo y vio que lo habíais logrado?

R. Me acuerdo un día después de los juegos que, en una conversación en un acto público, él y yo, diciéndome “lo hemos logrado, que nos quiten lo bailado y además no ha habido ningún problema”. Piensa que se movió un billón de pesetas, 6.000 millones de euros. Hoy 6.000 millones de euros parece poco pero entonces era una enorme cantidad. Ni en aquel entonces, ni en el medio ni ahora ha habido problema de honestidad o corrupción relacionado con los JJ.OO. Eso es un orgullo profundo de Pascual Maragall y de toda la gente que estábamos en el proyecto.

Al frente de cada institución había unas personas muy potentes que supieron trabajar sumando, desde Maragall hasta Pujol, Felipe González, el rey de España...

P. El triunfo de Barcelona también lo era para el resto de España.

R. La noche que regresamos de Lausana el 17 de octubre del 86 con los juegos olímpicos bajo el brazo nos esperaban 100.000 personas en la Avenida María Cristina de Barcelona. Allí Pascual Maragall hizo el discurso más corto que le recuerdo, que evidentemente me sé de memoria: “Hoy es un gran día para Barcelona, y lo que es bueno para Barcelona es bueno para Cataluña, y lo que es bueno para Cataluña es bueno para España”.

Barcelona es una ciudad potente y tiene capacidad de hacer sus cosas y de pactar con la Generalitat y el Gobierno de España como logramos hacer en ese momento. Evidentemente Jordi Pujol quería su protagonismo porque veía a Pascual Maragall como un posible adversario político. Felipe González no tanto porque en el 86 logra que España entre en la Unión Europea, que permanezca en la OTAN, y tenía una visión muy global.

P. Tres años antes de los juegos se estrenó el Estadi Olímpic y no fue muy bien. ¿Se aprendió de los errores?

R. Ese fue un momento crítico. Fue el 8, 9 y 10 de septiembre de 1989. Se celebraba la Copa del Mundo de Atletismo y se estrenó el estadio olímpico de Montjuic. Hubo dos inmensos problemas. El primero es que el rey llegó 45 minutos tarde a la ceremonia y esto hizo que muchas personas le abuchearan. El segundo fue las lluvias torrenciales que cayeron el tercer día sobre el estadio. Se inundaron zonas interiores y tuvieron que parar la actuación. Todo eso dejó sensaciones horrorosas, pero sirvió para aprender de los errores. El primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, que había sido responsable de las obras, dimitió para proteger la ciudad y al alcalde. A partir de ahí, se creó una consultora externa que hacía seguimiento semanal de la planificación de todas las obras para ver si estaba en plazo y eso fue muy útil porque permitió cambiar un poco de marcha y acelerar, estar a punto el día que era necesario estar a punto.

Nosotros teníamos claro que era para hacer la Barcelona del 93 pero si no tienen estrategias no sirve de nada coger una competición deportiva como los juegos de invierno

P. Usted vivió la organización de unos juegos. Este año se ha decidido retirar la candidatura española a los Juegos Olímpicos de Invierno por falta de consenso. ¿Qué ha fallado esta vez?

R. Lo primero que se tiene que hacer es estudiar a fondo los requerimientos de lo que significan unos juegos olímpicos y ver si somos capaces de hacer un estudio de viabilidad respondiendo a los requerimientos de las delegaciones y del COI. Lo primero es eso y no hacernos trampas al solitario. Si eso sale, veamos la segunda parte: consenso, trabajo en equipo y no sectarismo. En los últimos años hemos tenido desencuentros en el tema del ‘procés’ y eso no facilita la generación de consensos, de ponerse en la piel del otro. Sin cumplir estas dos partes no hay que ir a un proyecto de ese estilo. Los juegos olímpicos de invierno son mucho más sencillos que los de verano, son una tercera parte.

P. Ha faltado un objetivo común…

R. Sí. Nosotros teníamos claro que era para hacer Barcelona del 93 pero si no tienen estrategias no sirve de nada asumir una competición deportiva como los juegos de invierno porque no te llevará a ninguna parte. Tu tienes que saber hacia dónde ir y entonces tomar eso como una oportunidad para desarrollar tus proyectos. El debate no se ha hecho sobre eso, el debate se ha hecho sobre juicios de intenciones sobre lo que quiere el otro. En ese aspecto el presidente de Aragón no ha ayudado. Tendríamos que ser capaces de sentarnos, reunirnos y hablar. La comunicación para resolver proyectos puede ser a través de los medios de comunicación. Así se da el espectáculo, pero no se resuelve. En un futuro será imprescindible hacerlo al revés, construirlo desde una determinada base y estando todos. Y así y todo no veo fácil decir que sí. Estudiémoslo y veamos si somos capaces. La sociedad tiene que avanzar por sus capacidades y también porque es capaz de generar iniciativas que le ayuden a avanzar.