En la Tierra ha habido casi 2.500 ensayos nucleares: así repercuten todavía en la atmósfera

  • La primera bomba nuclear de la historia explotó el 16 de julio de 1945 en Nuevo México

  • Se han testado durante décadas en la superficie, bajo el agua y a más de 200 m bajo tierra

  • La lluvia radioactiva y la contaminación todavía se dan tras la mayor explosión de EEUU, en 1954

En la Tierra se han realizado cerca de 2.500 ensayos con bombas nucleares desde la segunda mitad del siglo XX. En conjunto, se calcula que han liberado una energía total de más de 428 megatones, el equivalente a más de 29.000 bombas del tamaño de la de Hiroshima. Siete décadas después del comienzo de la era atómica, las repercusiones son aún palpables en la atmósfera y el medioambiente.

Proyecto Manhattan: el comienzo de la era atómica

El 16 de julio de 1945, a las 5:29 am (hora local), EEUU detonaba en el desierto de Jornada del Muerto, a 56 kilómetros de la ciudad de Alamogordo en Nuevo México, la primera bomba nuclear, denominada Trinity, que formaba parte del proyecto Manhattan. Con esta prueba empezó la era atómica. Veinte días después, las dos bombas siguientes se arrojaron sobre la población civil japonesa en Hiroshima y Nagasaki, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial, relata Sinc.

Desde entonces, EEUU ha detonado 1.129 bombas más hasta el año 1992 como parte de sus ensayos nucleares. A ellos se unen la antigua Unión Soviética con 981, Francia (217), Reino Unido (88), China (48), India (6), Pakistán (6) y Corea del Norte (6), cuya última prueba nuclear tuvo lugar en septiembre de 2017.

En total, casi 2.500 bombas nucleares se han probado durante las últimas décadas, lo que supone una energía total de más de 540 megatones sobre la Tierra.

Lluvia radiactiva y contaminación

En la atmósfera, bajo tierra y bajo el agua fueron principalmente las localizaciones elegidas y se emplearon diferentes métodos para lanzarlas: a bordo de barcazas, en lo alto de torres, desde aviones, suspendidas de globos, con cohetes, en la superficie de la Tierra, a más de 600 metros bajo el agua y a más de 200 metros bajo tierra.

Sin embargo, aunque en los primeros años de los ensayos no hubo preocupaciones al respecto, varios acontecimientos empezaron a demostrar que estas pruebas sí afectaban al medio ambiente y a las personas. Según cuenta Sinc, debido a las crecientes amenazas ambientales como la lluvia radiactiva –deposición de una mezcla de partículas desde la atmósfera a partir de una explosión– o la contaminación, la Organización de Naciones Unidas celebra cada 29 de agosto, desde el año 2010, el Día Internacional contra los Ensayos Nucleares.

“El severo daño ambiental causado por estos ensayos nucleares, los más poderosos jamás realizados en la atmósfera, así como el contexto general de las pruebas de armas nucleares globales, sentaron las premisas de la primera cooperación internacional a gran escala para eliminarlas”, señala el investigador de la Universidad de Bucarest en Rumanía, Remus Prăvălie, en un artículo publicado en la revista 'Ambio'.

Hacia la prohibición de los ensayos

Una de las primeras consecuencias de los ensayos se observó en 1954 con la bomba Castle Bravo, detonada en el atolón Bikini, en las Islas Marshall en el océano Pacífico. La explosión triplicó accidentalmente el rendimiento estimado en su diseño, con lo que alcanzó los 15 megatones, la mayor potencia jamás registrada por EEUU. Fue mil veces superior a cada una de las dos bombas lanzadas en Japón, pero inferior a la potencia de la mayor bomba de la historia: la Bomba del Zar (de la Unión Soviética), de unos 50 megatones.

La detonación se produjo a siete metros de la superficie del suelo y provocó un cráter de dos kilómetros de diámetro y 70 metros de profundidad y una seta atómica que alcanzó en un minuto los 14 kilómetros de altitud y siete kilómetros de diámetro. A los 10 minutos, la nube sobrepasó los 40 km de altitud y los 100 km de diámetro, expandiéndose a más de 100 metros por segundo.

Lluvia de ceniza en un área de 18.000 km(2)

La catástrofe generó una lluvia radiactiva con coral pulverizado que se extendió al resto de islas del archipiélago y cayó, de forma más pesada en forma de ceniza blanca, sobre los residentes y militares. Una lluvia más particulada y gaseosa llegó al resto del mundo hasta Australia, India y Japón, incluso EE UU y parte de Europa. En total, la contaminación afectó de manera directa a un área de unos 18.000 km(2) del océano Pacífico.

A raíz de la explosión, no tardaron en hacerse oír reacciones internacionales en contra de las pruebas termonucleares atmosféricas, de las cuales 500 fueron lanzadas hasta ese momento, según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Todo ello culminó en 1963 en la ratificación del Tratado de prohibición parcial de los ensayos nucleares, del que Coreo del Norte nunca participaría –Francia y China se unieron años después–.

Según una investigación del centro estadounidense, aún hoy la lluvia radiactiva está presente en pequeñas cantidades en todo el mundo, y de hecho, cualquier persona nacida a partir de 1951 en EEUU ha recibido algún tipo de exposición a la radiación por este fenómeno relacionado con las pruebas de armas nucleares.

Cambios en los patrones de la precipitación

El periodo radiactivo posterior a los ensayos ha provocado otras alteraciones en la atmósfera, como cambios en los patrones de la precipitación. Un trabajo, publicado recientemente en la revista 'Physical Review Letters', sugiere que las pruebas realizadas sobre todo entre los años 50 y 60 del siglo pasado por parte de EEUU y la Unión Soviética han podido producir efectos en las nubes incluso a miles de kilómetros de los lugares de detonación, concluye Sinc.