¿Quién fue Rafael Altamira y Crevea y por qué se han repatriado sus restos a El Campello, Alicante?

Jurista, literato, historiador, pedagogo y humanista exiliado, Rafael Altamira y Crevea falleció en 1951 en México
Durante décadas la familia y distintas instituciones han luchado para repatriar sus restos y los de su esposa a El Campello
La voluntad de Altamira era regresar y reposar en la localidad alicantina
Jurista, literato, historiador, pedagogo y humanista exiliado, Rafael Altamira y Crevea falleció en 1951, seis años antes que su esposa, Pilar Redondo. Ambos murieron en México y ahora, desde el 10 de febrero de 2025, más de siete décadas después, los restos de ambos reposan por fin en El Campello, Alicante, cumpliéndose una voluntad refrendada por su familia.
Defensor del diálogo, la educación y la democracia, propuesto en dos ocasiones la Premio Nobel de la Paz, en 1933 y 1951, Altamira nació un 10 de febrero de 1866 en Alicante, donde pasaría su infancia.
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En 1882, con solo 16 años, se trasladó a la Universidad de Valencia, donde cursó Derecho, estableciendo vínculos con otros escritores como Vicente Blasco Ibáñez, José Martínez Ruiz ‘Azorín’ o Joaquín Sorolla, entre otros.
Cuatro años más tarde viajó a Madrid para realizar su doctorado y, tras realizar distintas publicaciones y trabajar en distintos lugares, como el Museo de Instrucción Primaria (después conocido como Museo Pedagógico Nacional) y en un bufete, fue en 1897 cuando ganó la cátedra de Historia del Derecho en la Universidad de Oviedo.
Tras ello, se integró en un claustro con figuras como Leopoldo Alas ‘Clarín’ y en el que reivindicaban una necesaria renovación de la enseñanza universitaria.
En 1898, un año después de casarse con Pilar Redondo en Oviedo, junto con otros catedráticos de esa Facultad de Derecho de la citada universidad asturiana, crearon la Extensión Universitaria, un área definida del centro cuyo objetivo era difundir conocimientos a aquellas clases sociales que no tenían acceso a ello.
En 1990, tras haber iniciado distintos viajes internacionales con fines pedagógicos, fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de la Plata, la Universidad de Santiago de Chile, la Universidad de Lima y la Universidad de México.
No en vano, fue nombrado honoris causa en un total de ocho universidades de América y Europa.
Nombrado director general de Enseñanza Primaria en su regreso a España, un organismo de nueva creación, en 1911, trabajó para mejorar la situación de los maestros y renovó la Inspección Técnica dotándola de un ‘Cuerpo Femenino’, inexistente hasta entonces.
Pese a todo ello y pese a sus avances, tuvo que dejar el cargo dos años más tarde por las presiones políticas.
Tras obtener por concurso la cátedra de ‘Historia de las Instituciones Políticas y Civiles de América’ en la Universidad de Madrid, ejerció hasta su jubilación en 1936.
Por su parte, dentro de su trabajo humanista resaltó su nombramiento en 1921 como uno de los diez jueces titulares del Tribunal Permanente de Justicia Internacional, que posteriormente se constituiría en el Tribunal Internacional de La Haya, en el cual fue reelegido durante mandatos consecutivos desde 1921 hasta 1940.
Rafael Altamira y Crevea y su exilio a México
Tras estallar la guerra civil española en 1936, fue detenido en Vitoria cuando intentaba huir del país, y pese a tener inmunidad diplomática. Tras ser enviado a Burgos, finalmente le permitieron abandonar España.
Rafael Altamira viajó entonces a Holanda, pero la invasión alemana le obligaría a desplazarse de nuevo, recalando en Bayona, Francia, en 1940.
En la localidad francesa estuvo cuatro años, hasta que tuvo que marcharse de nuevo por la ocupación militar alemana.
Tras pasar un breve tiempo en Portugal, un inesperado accidente de rotura de la cadera lo obliga finalmente a instalarse en México, donde también estaban exiliadas sus dos hijas: Pilar y Nela.
En tierras mexicanas, ya con una edad avanzada, continúo dedicándose a la docencia, siendo en 1951 cuando fue propuesto por segunda vez para el Premio Nobel de la Paz, un galardón que no llegó a obtener al morir el 1 de junio de ese mismo año, siendo enterrado en el Panteón Español de México.
Repatriación y sepultura de Rafael Altamira y su esposa en El Campello
Desde su muerte, en distintas ocasiones se pretendió la repatriación de los restos mortales de Rafael Altamira y de su esposa Pilar Redondo. En vida, el alicantino expresó que cuando se apartara "de la vida oficial", se retiraría al rincón de sus "amores más gratos", en referencia a El Campello.
Tras varios intentos, ha sido un proceso abierto en 2022, –cuando el alcalde de El Campello, Juanjo Berenguer, puso en marcha la iniciativa–, el que ha conseguido materializar la exhumación y repatriación de ambos gracias a la unión entre la familia de Altamira, el Ayuntamiento local, la Generalitat Valenciana, la Diputación de Alicante y el Consulado General de España en México.
Así, tras años de trabajo administrativo y de recabar el apoyo de instituciones públicas de todos los niveles, –central, autonómico, provincial y local–, los restos del matrimonio descansarán definitivamente en el municipio alicantino, al que la familia sigue estrechamente vinculada, con tres de sus bisnietos residiendo en la localidad.
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