El curioso origen del dicho ‘quien fue a Sevilla perdió su silla’
Este dicho tan utilizado todavía en nuestros días tiene su origen histórico en un conflicto del s. XV entre dos arzobispos.
Realmente lo decimos siempre mal, pues la expresión tiene más sentido como el original ‘quien se fue de Sevilla, perdió su silla’.
¿Quién es Rita, la cantaora, y de dónde viene la expresión con su nombre?
Seguro que a ti también te ha pasado. Te has levantado de tu asiento y al regresar estaba ocupado por otra persona que para justificarse te ha dicho ‘quien se fue a Sevilla, perdió su silla’. Este dicho tan utilizado en nuestra lengua entre hablantes de todas las edades tiene su raíz en un acontecimiento histórico real sucedido durante el reinado de Enrique IV de Castilla en el siglo XV.
Raíces históricas del dicho “quien se fue a Sevilla, perdió su silla”
Lo primero que habría que aclarar es que el dicho que nos ha acabado llegando es realmente una variación del original, que era parecido pero no idéntico. Inicialmente era ‘quien se fue de Sevilla, perdió su silla’. La capital andaluza era el punto de partida del que se iba uno, no el destino. Sea como sea, la historia tiene que ver con un conflicto entre dos arzobispos.
Como decíamos antes, tenemos que remontarnos al reinado de Enrique IV (1454-1474), rey de Castilla y hermano por parte de padre de Isabel “La Católica”. En esta etapa, en torno a 1460, se concedió el arzobispado de Santiago de Compostela a un sobrino del Arzobispo de Sevilla, Alonso I de Fonseca, Alonso de Fonseca el Viejo o simplemente Alonso de Fonseca y Ulloa. El sobrino, Alonso II de Fonseca, Alonso de Fonseca el Mozo o Alonso de Fonseca y Acevedo, pidió a su tío ocupar su nueva plaza en la ciudad gallega, que estaba bastante revuelta por aquel entonces debido a la participación del sobrino en trifulcas en Castilla y en Galicia apoyando a Rodrigo Maldonado en detrimento de Bernardo Yáñez de Moscoso, por las que fue incluso condenado a dos años de cárcel en Noya.
Por tanto, como solución provisional y para evitar el escándalo, se acordó que el sobrino se quedaría en el arzobispado de su tío en Sevilla, formalizando el intercambio en 1464. Cuando se calmaron las aguas y el arzobispo de Sevilla original quiso regresar de Santiago en 1469, su sobrino se negó a abandonar la ciudad hispalense, la más poblada y próspera del Reino de Castilla. El conflicto familiar y eclesiástico no se resolvió pacíficamente. Se recurrió a la fuerza, con intervención armada del duque de Medina Sidonia y de Beltrán de la Cueva. También tuvieron que tomar partido el Papa Pío II y del mismísimo rey, produciéndose el ahorcamiento de algunos partidarios por el camino. Finalmente, cada uno volvió a su arzobispado original.
Significado actual de la frase y variantes
El origen histórico de la frase “El que se fue de Sevilla perdió su silla”, que con el tiempo se transformó en “El que se fue a Sevilla perdió su silla”, queda claro viendo la ambición del arzobispo nuevo, que no quiso renunciar a los privilegios obtenidos durante su estancia en Sevilla, por mucho que su tío supuestamente tuviera que regresar. “El Mozo” no solamente incumplió el acuerdo inicial que hizo con “El Viejo”, sino que entabló relaciones con los núcleos de poder de la ciudad hasta el punto de que ninguno añoró al antiguo arzobispo, haciendo que sintiera que tenía ese derecho adquirido con el paso de los años en la ciudad andaluza.
El significado actual que da el refranero del Instituto Cervantes es el siguiente: “En un sentido recto, se emplea cuando alguien se ausenta por unos momentos de la habitación y, al regresar, otra persona ha ocupado su sitio; si la recupera por irse durante unos momentos la persona que se la quitado, dirá: y quien se fue a Aragón la encontró. En un sentido más amplio, da a entender que la ausencia puede ocasionar una novedad perjudicial, como la pérdida de un empleo, por lo que se aconseja no abandonar el puesto cuando hay personas que lo desean”.
Podemos observar que se menciona la continuación del dicho “quien se fue a Aragón la encontró”. En este caso, se trata de una expresión que no tiene base histórica como la original. También en el Instituto Cervantes recoge otras adiciones surgidas tras el dicho que sirve como núcleo. Algunos ejemplos son las continuaciones “quien fue y volvió, a garrotazos se la quitó” o “quien fue y volvió, la recobró/encontró” y otras variantes que cambian en función de la zona geográfica como “quien fue a Jerez, la perdió otra vez”, “quien fue a Morón/León/Padrón [Galicia], perdió su sillón”.