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Con la llegada del verano y la escalada imparable de las temperaturas, el aire acondicionado se convierte en una suerte de salvavidas doméstico, pero a la vez también es un arma de doble filo para nuestra factura eléctrica. Según expertos en climatización y eficiencia energética, un error tan habitual como aparentemente inofensivo puede estar costándote hasta 90 euros adicionales al año: programar el aire a temperaturas demasiado bajas.

El falso mito de "cuanto más frío, más rápido enfría"

El gesto es automático: entras en casa sofocado por el calor, coges el mando y configuras el aire a 19 o 20 grados, con la esperanza de acelerar el proceso de enfríado. Lo que muchos desconocen es que esto no enfría más rápido, pero sí obliga al compresor a trabajar a máxima potencia durante más tiempo, disparando con ello el consumo energético. "Establecer el aire por debajo de 24 grados no mejora la velocidad de enfriamiento, solo hace que tu equipo trabaje más y tu factura suba", advierten desde el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía.

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Las cifras son contundentes: por cada grado que bajas por debajo de 24°C, el consumo eléctrico puede incrementarse entre un 7% y un 10%, lo que se traduce en hasta 90 euros anuales adicionales en una vivienda media, según cálculos de Graus Clima. La temperatura recomendada para que haya equilibrio entre confort y eficiencia energética oscila entre los 24 y 26 grados.

Los otros errores con el aire acondicionado que drenan tu bolsillo (y tu salud)

Más allá de la temperatura, los expertos señalan otros descuidos frecuentes que elevan sin necesidad la factura energética. El primero es encender y apagar constantemente el equipo. Este hábito genera picos de consumo mucho mayores que mantener el equipo encendido de forma continua, sobre todo si cuenta con tecnología inverter, que regula la potencia de manera eficiente.

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Otro error recurrente es no limpiar los filtros con regularidad. Los filtros saturados de polvo y suciedad dificultan la circulación del aire, obligando al sistema a trabajar más, lo que puede elevar el consumo hasta un 30%. Además, un mantenimiento deficiente impacta directamente en la calidad del aire interior, favoreciendo la proliferación de bacterias, ácaros y hongos.

Por último, mantener puertas o ventanas abiertas mientras el aire está funcionando es un derroche energético en toda regla. Este descuido provoca que el aire frío se escape y que el equipo trabaje en un bucle interminable de enfriamiento sin alcanzar nunca la temperatura deseada.

Cómo convertir tu aire acondicionado en un aliado (y no en un enemigo económico)

La buena noticia es que este sobrecoste es fácilmente evitable si se adoptan hábitos sencillos pero efectivos. El primero es usar siempre el modo ECO o ahorro energético, disponible en la mayoría de los modelos modernos. Esta función ajusta automáticamente la potencia del aparato para mantener la temperatura con el menor consumo posible.

Complementar el aire acondicionado con ventiladores de techo o de pie permite distribuir mejor el aire frío, acelerando la sensación térmica de confort sin necesidad de forzar el compresor. Asimismo, es fundamental realizar un mantenimiento preventivo, que incluya la limpieza de filtros al menos una vez al mes en temporada alta y la revisión profesional anual del equipo.

Finalmente, gestos tan simples como bajar las persianas en las horas de más insolación, aislar bien las ventanas y puertas o ventilar a primera hora del día pueden marcar la diferencia entre una factura desbocada y un verano energéticamente eficiente.