Baja Laboral

Ángela Esteban, experta en estrés, explica el aumento de las bajas laborales en jóvenes: "En poco tiempo se sienten saturados"

Ángela Esteban, psicóloga experta en estrés laboral. Fotografía cedida por la editorial.
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Según el Informe Salud Mental y Trabajo de UGT, en 2023 las bajas laborales por motivos de salud mental volvieron a aumentar, en este caso, cerca de un 17%. Y aseguran que las mujeres y las personas jóvenes (de 16 a 35 años) son los que acumulan más. En 2024, las actividades sanitarias y de servicios sociales, el comercio, la hostelería, las actividades administrativas, la industria manufacturera y la educación son las actividades que han registrado un mayor porcentaje de bajas laborales por trastornos mentales. Esto se suma a la falta de psicólogos en la sanidad pública y en las mutuas de accidentes de trabajo. "A fecha de 2023, el conjunto de las 18 mutuas registradas totaliza nada más que 70 psicólogos y sólo 16 psiquiatras para las 50 provincias, más las dos ciudades autónomas del Estado, lo que significa que hay provincias -y mutuas- que no gozan de ninguno de estos profesionales".

El trabajo es uno de los ámbitos que más influyen en nuestra salud mental y bienestar: la relación con nuestros compañeros, con nuestro jefe, sentirnos valorados y no explotados, las horas que se trabajan, la remuneración... Son muchos de los aspectos que pueden provocarnos inestabilidad emocional, como también ocurre con aquellas personas que no consiguen encontrar trabajo. De ello habla en su libro Ángela Esteban, psicóloga general sanitaria especializada en burnout, ansiedad y trauma, coordinadora de Gaman Psicología y autora del libro 'No vas a heredar la empresa' (editorial Bruguera, 2025), un libro para aquellos que empiezan a contar las horas que faltan para el fin de semana el lunes por la mañana, nada más llegar al trabajo.

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Pregunta: ¿Con qué tipo de problemas suelen acudir a tu consulta los jóvenes que se incorporan al mercado laboral? 

Respuesta: Cada vez llegan más jóvenes con una sensación de agotamiento emocional muy temprana. Y aunque esta información pueda sorprender a muchos (puesto que todavía están en sus inicios laborales), es importante entender el contexto del que vienen y, también, al que llegan. Muchos de estos jóvenes ya vienen cansados de un entorno educativo exigente y competitivo, en el que han aprendido a destacar, a ser “su mejor versión” y a temer los errores. Y, justo después de eso, entran en un mercado laboral que les pide aún más. De esta manera, sienten una presión constante de fondo por ser productivos, alcanzar objetivos y demostrar su valía. 

P: ¿Por qué les suele ocurrir?

R: Aunque empiecen con ilusión y con muchas ganas de aprender y aportar, en poco tiempo se sienten saturados, desmotivados y agotados. Pero no por una falta de capacidad, sino porque se enfrentan a un entorno laboral muy exigente con mucha incertidumbre, poca seguridad y con un gran miedo a no estar a la altura. En el fondo, más que el cansancio, lo que más cargan sobre sus hombros es la sensación de no saber cuál es “su lugar” en un mundo laboral tan cambiante e impredecible, que espera de ellos que elijan lo “definitivo”, porque cambiar después sería un “fracaso”.

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P: Quizá ese sea el motivo por el que cambian más de trabajo que las generaciones anteriores. ¿Por qué ocurre esto? ¿Hay patrones en común?

R: Hemos crecido aprendiendo e integrando algunas conductas que hemos visto en nuestro entorno más cercano (o en la sociedad, en general), y que incluso hemos normalizado porque, muchas veces, han sido reconocidas y elogiadas (no poner límites, tener una conducta complaciente en el trabajo, trabajar olvidando el descanso, adelantar tareas fuera del horario laboral, etc.). No obstante, sí que hay un patrón que suele repetirse. Inicialmente solemos empezar entusiasmados, pero también cargamos con unas expectativas laborales que hemos escuchado desde pequeños y que, con el tiempo, hemos visto que no siempre se cumplen (“Esfuérzate ahora que la recompensa vendrá después”, “La estabilidad llegará cuando tengas un trabajo”, etc.). Aun así, al principio no cuestionados esas palabras, sino a nosotros mismos y nuestro valor. Porque pensamos que el “problema” es nuestro, lo que nos lleva a hacer un gran sobreesfuerzo en el trabajo y también porque es lo que se espera de nosotros. No obstante, con el paso del tiempo, la sobrecarga, la falta de reconocimiento y la incertidumbre laboral, entre otros factores, acaban apagando esa motivación inicial y nos sentimos descontentos y “estafados”.

Sin embargo, también hay que tener en cuenta que, cambiar de trabajo, puede ser una manera de protegerse y de empezar a cuestionar esa idea de que, trabajar hasta el agotamiento, es algo normal o valioso. 

"Un buen líder debería crear unas condiciones y un ambiente respetuoso, justo y empático con los trabajadores"

P: ¿Qué problemas suelen haber entre compañeros? 

R: Por un lado, diría los que están relacionados con la comunicación y los límites. En general, nos cuesta mucho expresar cómo nos sentimos o decir “no” a alguna petición que, en realidad, no queremos hacer, o no deberíamos aceptar por la carga de trabajo que ya tenemos. No poner límites en un entorno que, a veces no va a tener reparos a la hora de pedirnos o de exigirnos, ya no solo puede generar problemas entre compañeros, sino una falta de autoprotección que nos va a acercar más al agotamiento.

Por otro lado, otro de los conflictos más habituales tiene que ver con la competitividad. A veces esa competitividad puede ser más “tangible”, pero también se puede observar como una “tensión silenciosa”. Al vivir en una cultura donde la productividad y el rendimiento constante es valorado con frecuencia, puede generar comparaciones entre compañeros, el miedo a quedar atrás o la dificultad para pedir ayuda. Y no necesariamente por una falta compañerismo, sino porque cada uno está intentando sobrevivir dentro de un sistema que ya es muy exigente.

P: ¿Cómo debería actuar un jefe líder en estos casos? ¿Cómo podemos detectar que nuestro jefe está abusando de nosotros? 

R: Un buen líder debería crear unas condiciones y un ambiente respetuoso, justo y empático con los trabajadores, para que estos no tengan que elegir entre su puesto laboral y su salud física y mental. Pero soy consciente de lo difícil que es encontrar dichos requisitos hoy en día y de que, la imagen que solemos tener de un jefe, suele ser de una persona rígida, autoritaria y controladora. Quizás porque sus propias figuras de referencia lo fueron, porque es la cara que se suele mostrar en las películas o porque también están desbordados y están aprendiendo a gestionar sus propias vivencias y problemas. Independientemente de eso, lo que hay que tener claro es que liderar no es controlar, sino acompañar, escuchar, dar espacio y reconocer los esfuerzos, para que las personas no trabajen desde el miedo, sino desde la confianza. Pero también es sumamente importante que exista la coherencia, es decir, que lo que se dice y lo que se hace vayan en la misma dirección. Porque cuando un jefe predica el autocuidado, pero premia las horas extra o la disponibilidad total, el mensaje real es otro. 

P: ¿Cómo podemos detectar que nuestro jefe está abusando de nosotros? 

R: De hecho, cuando ocurre lo contrario es cuando debería encenderse la alarma; la falta constante de respeto, el intrusismo en el horario personal, el abuso de poder, los chantajes o castigos por decir no, el uso del miedo o de la culpa para promover el sobreesfuerzo, la invalidación y la falta de empatía, los ataques a la valía personal y laboral, etc. Resumidamente, una señal clara es cuando estamos trabajando desde la ansiedad o el miedo a fallar, más que desde el sentido o la motivación laboral.

P: ¿Qué pasa cuando trabajamos más de las horas debidas? Si nos damos cuenta y decidimos poner cartas en el asunto, quizá cueste más darle la vuelta a la situación, ¿no?

R: El problema es que, cuanto más hacemos, más nos estamos faltando el respeto a nosotros mismos al dejar de valorar nuestro tiempo, nuestros límites y nuestra salud. Y cuanto más normalizamos esto, más fácil es caer en un ciclo ininterrumpido de productividad que siempre pide más productividad. Es como una trampa silenciosa: cuanto más hacemos, más se espera de nosotros, tanto por parte de los demás, como de nosotros mismos.

Y cuanto más normalicemos el cansancio, la falta de descanso y la idea de que siempre hay que estar haciendo algo más, más difícil nos resultará salir de ese bucle cuando nos demos cuenta de que estamos atrapados en él. Como hemos aprendido a estar siempre ocupados, en movimiento y gastando bien las horas diarias, parece que nos falta algo cuando estamos quietos o que descansar es una pérdida de tiempo. Así que, para poder salir de ahí, necesitamos reaprender a poner el foco en el equilibrio, en vez del rendimiento, y empezar a valorarnos por quiénes somos, en vez de por cuánto hacemos.

P: ¿Cómo deberíamos comunicar en nuestra empresa que no nos sentimos a gusto? 

R: La mejor manera de hacerlo sería usando la honestidad: hablando en primera persona y describiendo lo que nos pasa y lo que necesitamos sin culpar o atacar. De esta manera, es más probable que la otra persona esté más abierta a dialogar, en lugar de sentir que tiene que defenderse. Por ejemplo: “Últimamente noto que me está costando más mantener la concentración porque siento que la carga de trabajo ha aumentado mucho. ¿Podemos ver juntos cómo podemos gestionarlo?”.

"Reconocer que algo no está funcionando y que merecemos estar en un entorno donde podamos trabajar sin que nos cueste la salud, no es un fracaso, sino un acto de coherencia y autocuidado"

P: Supongo que es normal sentir miedo ante este tipo de conversaciones...

R: Sí, porque tendemos a pensar que nos van a juzgar o nos van a tachar de ineficaces. Pero comunicar cómo nos sentimos es una forma, tanto de cuidarnos a nosotros mismos, como de cuidar nuestro vínculo con el entorno laboral antes de que este se queme. Y aunque soy consciente de que el contexto laboral también juega un papel fundamental, y no todos tienen una cultura que fomente la comunicación abierta o hagan uso de la asertividad, ya no solo es importante hacerlo por buscar un posible cambio o mejoría, sino para promover una conversación más humana y sincera y protegerte laboralmente.

P: Volviendo a una de las preguntas iniciales del cambio de trabajo. ¿Cuándo crees que realmente hay que dejar un trabajo en el que no nos sentimos bien?

R: Que nos hagamos esa pregunta ya es un dato revelador en sí, pero plantearnos lo contrario todavía puede darnos más información: “¿qué cosas deberían pasar, para que no me planteara dejar mi trabajo?”. Identificar las fuentes del malestar laboral es fundamental para ver de qué manera podemos gestionarlo a nivel interno (autocuidado, descanso, autoexigencia, organización…) y externo (comunicación, límites, compañeros, carga de tareas…). Sin embargo, si con el paso del tiempo no se dan estos cambios y uno siente que, por mucho que lo intente, el ambiente no se lo permite y no podemos obviar que este tiene un gran peso en nuestra salud y estabilidad en el trabajo, ahí sería el momento de plantear irse. Porque quedarse, en esas condiciones, implicaría traicionarse. 

P: Son decisiones complicadas de tomar.

R: Por supuesto. La culpa, la exigencia, la incertidumbre o el miedo a fracasar y decepcionar a los demás, entre otros, pueden llevarnos a invalidarnos a nosotros mismos y a normalizar nuestro malestar, bajo el mantra de todos tenemos ansiedad por el trabajo”. Pero reconocer que algo no está funcionando y que merecemos estar en un entorno donde podamos trabajar sin que nos cueste la salud, no es un fracaso, sino un acto de coherencia y autocuidado.