Educación

"Mi hijo no tiene amigos": guía para padres preocupados por la vida social de su hijo en la era digital

Escuchar o fomentar actividades afines son pasos prácticos
Escuchar o fomentar actividades afines son pasos prácticos. Freepik
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MadridUna frase que cada vez se escucha más en consultas de pediatras, psicólogos y orientadores escolares es “mi hijo no tiene amigos”. La preocupación de los padres por la vida social de sus hijos ha aumentado mucho, sobre todo tras la pandemia y cuando parece que la interacción digital ha reemplazado al cara a cara.

La amistad durante la infancia y la adolescencia no es algo emocional: tener amigos es fundamental para el desarrollo social, cognitivo y afectivo. Las relaciones entre iguales ayudan a los niños a practicar habilidades de cooperación, resolución de conflictos y regulación emocional. Por eso, cuando un padre percibe que su hijo está aislado, la preocupación es normal y merece ser atendida con sensibilidad.

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Pero, ¿cómo se puede distinguir entre un niño tímido o independiente de uno que realmente tiene dificultades para relacionarse y qué pueden hacer los padres?

¿Es normal que un niño no tenga muchos amigos?

No todos los niños necesitan la misma cantidad de amigos. Hay pequeños que se sienten satisfechos con uno o dos compañeros cercanos, mientras que otros disfrutan mucho en grupos grandes. La calidad de las amistades suele ser más importante que la cantidad.

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Lo importante es que los niños tengan al menos un vínculo significativo con un igual, ya que eso les proporciona seguridad y pertenencia. Sin embargo, la señal de alarma aparece cuando: el niño pasa largos periodos completamente solo en el colegio o en el recreo, evita sistemáticamente las actividades sociales, expresa tristeza, ansiedad o frustración por no tener amigos o tiene dificultades persistentes para mantener vínculos pese a intentarlo.

En estos casos, puede tratarse de una señal de aislamiento social que merece acompañamiento profesional.

Por otro lado, la digitalización ha transformado la manera en la que los niños y adolescentes se relacionan. Para muchos padres, pasar horas delante de una pantalla equivale a estar “solo”. Pero, en la mente de sus hijos, ese tiempo puede estar lleno de interacción social: hablar por Discord mientras juegan al Fornite, comentar vídeos en TikTok o enviarse memes.

Tenemos que recordar que el mundo online forma parte de la vida social de los jóvenes y que, aunque pueda parecer que es algo negativo, puede ser una oportunidad para crear vínculos y compartir intereses.

El problema llega cuando la vida digital sustituye por completo a la interacción presencial o cuando los contactos online carecen de profundidad. La amistad virtual puede complementar, pero nunca reemplazar, la experiencia de estar físicamente con otras personas, jugar, resolver conflictos o compartir risas cara a cara.

Pueden existir distintas causas por las que no se tengan amigos, las cuales conviene analizar con calma para no culpabilizar al niño ni tampoco a los padres. Puede ser que el niño sea introvertido o tímido y prefiera observar antes de participar; pueden tener habilidades sociales poco desarrolladas; que se haya roto su círculo anterior y le cueste crear amigos nuevos; que haya sufrido acoso escolar y el aislamiento sea un mecanismo de defensa; que pase mucho tiempo en pantallas o que tenga condiciones específicas de desarrollo como TDAH o trastornos del espectro autista que, en algunos casos, dificultan las relaciones sociales.

Qué pueden hacer los padres

En estos casos, la reacción instintiva de los padres es intentar resolver el problema de inmediato: organizar encuentros forzados, inscribir al niño en más actividades para que conozca a otros niños o incluso presionarlo para que se esfuerce más. Los expertos aconsejan un enfoque más delicado.

Escuchar sin juzgar

Preguntar con calma: “¿Te gustaría tener más amigos?” o “¿Hay alguien en clase con quién te gustaría hablar más?”. Escuchar sus respuestas sin hacer más pequeñas sus emociones ni juzgar es el primer paso.

Observar el contexto escolar

Hablar con los tutores o profesores puede dar pistas. Conocer si el niño interactúa en clase o tiende a quedarse solo en el colegio puede ayudar a los padres. Esta información puede ayudar a diferenciar entre una preferencia personal o un aislamiento preocupante.

Fomentar actividades afines a sus intereses

Apuntar al niño a un club de lectura, un deporte, música o teatro puede hacer más fácil que encuentre amigos con gustos parecidos. De hecho, las actividades extracurriculares son un espacio clave para crear amistades duraderas.

Acompañar en la vida digital

En lugar de prohibir, conviene interesarse por lo que hacen online: con quién juega o qué grupos sigue en redes sociales. Mostrar curiosidad o interés genuino puede ser la puerta de entrada a conversaciones y dar tranquilidad sobre la calidad de esas interacciones.

Enseñar habilidades sociales

Algunos niños necesitan práctica explícita: cómo comenzar una conversación, cómo escuchar, cómo invitar a jugar. Los juegos de rol en familia pueden ser útiles para ensayar estas situaciones.

Buscar apoyo profesional si es necesario

Si el aislamiento persiste o afecta al bienestar emocional, se debe consultar a un psicólogo infantil o a un orientador escolar para que pueda compartir estrategias personalizadas.