No ves llover, pero hay gotas: 'meona', la lluvia 'oculta' que no cae del cielo

Marcos Fernández 15/02/2017 18:09

¿Por qué ocurre?

La niebla es la responsable de la lluvia oculta, un tipo de lluvia que nos deja, como mínimo, la misma precipitación que esos días en los que el cielo está gris y terminan cayendo cuatro gotas que solo consiguen calarte.

Este tipo de niebla se llama meona. Y, los pluviómetros, que son los aparatos en los que se registra la cantidad de lluvia caída, registran cantidades pequeñas pero reales, de entre 0,1 o 0,3 mm de agua.

En otras ocasiones, estas nieblas son tan intensas y contienen tantísima humedad que generan un efecto similar al de la lluvia fina. Es muy común en zonas muy húmedas, cerca de ríos, lagos y grandes superficies acuáticas. Ahí, los días de nieblas cerrada, sin casi visibilidad, esas nubes bajas lo empapan todo.

Si te fijas bien, la superficie de los coches, las farolas, los árboles y el propio asfalto están empapados. No ves llover, pero la niebla forma microscópicas gotas de agua. ¡Lluvia invisible!

Y si persiste y las temperaturas son bajo cero, se transforma en nieve. En Castilla y León, cerca de ríos, como el Duero, ocurre con cierta frecuencia cada invierno.

¿Por qué es habitual en zonas húmedas?

Este tipo de nieblas se llaman de advección, y se desplazan desde el mar o grandes ríos y lagos hasta el interior. Allí encuentran la humedad que las alimenta y las permite crecer hasta desplazarse por tierra firme.

Antes de deshacerse riegan todo el terreno por donde pasan. En invierno son muy beneficiosas para el campo, porque aportan la cantidad de agua necesaria para que los cultivos se mantengan durante toda la temporada hasta la llegada de la primavera y de unas temperaturas más suaves.

Un remedio contra la sequía

Y si ya es raro el fenómeno de la lluvia oculta, más lo es que esta precipitación que no cae del cielo sea el antídoto perfecto para conseguir agua en zonas áridas y/o desérticas donde no llueve prácticamente nunca.

En los últimos años, algunas regiones de Suramérica, como el desierto chileno de Atacama, han creado mallas atrapanieblas para conseguir la mayor cantidad de agua posible. A modo de los clásicos atrapasueños, una red formada por metal y otros materiales es capaz de retener la humedad de la niebla procedente del mar y reverdecer el terreno.

En las Islas Canarias, ya aplican este ingenioso invento con el que se asegura incluso el consumo de agua para personas o para cubrir necesidades básicas.

Y es que todas las zonas desérticas orientadas al mar reciben constantemente una brisa marina que, aunque no seamos capaces de verlo, aporta nubes bajas o nieblas que contienen cientos de miles de gotas de lluvia microscópica que pueden cambiar a mejor la vida de millones de personas.

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