El rey Felipe VI, en el centro de la escena politica

  • La dualidad en el Gobierno con respecto a la monarquía alienta a los 'salvadores' de Felipe VI

Si va porque va. Si no va porque no va. El episodio de Barcelona resume en sí mismo el equilibrio inestable en el que se mueve Felipe VI. Y, por extensión, la monarquía española. La ausencia del rey por primera vez en muchos años de la entrega de despachos judiciales en Cataluña por razones que ha ¿explicado? mal y tarde el Gobierno (que es el que decide estas cosas), ha empujado su figura y la institución hacia el epicentro de todas las tormentas.

El rey, en tierra de nadie en la batalla por desbloquear la renovación de los órganos judiciales.

El rey, como presunta moneda de cambio en la negociación de los presupuestos.

El rey, censurado por ministros de Podemos que lo usarían para definir su perfil en el Gobierno de coalición.

Como remate de todo ello, el rey protagonista “en ausencia” de la sesión de control del congreso de este miércoles. En todos esos frentes ha estado, sin estar, el monarca en cuestión de pocos días. En ninguno para bien.

La cristalización de las disputas

Lo del hemiciclo, de hecho, fue la cristalización de esa secuencia de disputas en torno a la corona que venía de días atrás. Desde lo del viaje. Primero por la anulación en sí. Pero más en concreto desde que Carlos Lesmes, presidente del CGPJ, desvelara su conversación privada con Felipe VI. “Me habría gustado estar”, dijo Lesmes que le comentó Felipe VI, en lo que se ha interpretado como un intento del magistrado de afear la decisión de Moncloa de no autorizar el desplazamiento.

La propia Moncloa le hizo un flaco favor al rey apelando a motivos de “seguridad” cuando en realidad eran razones de oportunidad política (no coincidir con la inhabilitación de Torra y aún menos con el 1-0). Más tarde el ministro Garzón le acusó en un tuit de “maniobrar contra el Gobierno”. Luego Gabriel Rufián le llamó “diputado 53 de Vox” este miércoles en el Congreso, en una sesión en la que no se habló casi de otra cosa que de él. Del rey.

Se ha “naturalizado” lo de usar la monarquía como arma arrojadiza. En el debate político es la trinchera de moda.

De la discreción a la sobreexposición. De la inviolabilidad al vapuleo. El barro político salpica a Felipe VI y, ahora sí, parece que todo vale. Se ha “naturalizado”, como diría aquel, lo de utilizar la monarquía como arma arrojadiza. Hasta el punto de que en el debate político es la trinchera de moda.

Zarzuela, ni blindada ni inexpugnable

Parte de la explicación del fenómeno viene de lejos y de dentro de la propia Zarzuela. El caso Nóos, Bostwana, Corinna, las cuentas Suizas del emérito… han ido debilitando progresivamente ese espacio blindado e inexpugnable que en otro tiempo protegía todo lo relacionado con el rey y la monarquía.

Otra parte, y no menor, está vinculada con el momento y la realidad política. Ya no es solo que los republicanos sumen o no mayoría en el Congreso, sino que el republicanismo proactivo

Podemos no es el PSOE, que (aunque también republicano) presume de la paternidad y se mantiene fiel al “pacto constitucional” que eligió como modelo de Estado la “monarquía parlamentaria”. Podemos está libre de ese compromiso histórico y ejerce su militancia republicana a veces con menos énfasis, a veces con más.

Los últimos días ha sido ejemplo de lo último. Está el ministro Garzón con su tuit declarando insostenible que una monarquía hereditaria “maniobre contra el Gobierno”. Está el ministro Castells hablando de “imprudencia” de Zarzuela en el episodio del viaje. El propio Pablo Iglesias intervino en redes sociales para decir que "respeto institucional significa neutralidad política de la Jefatura del Estado". Se interpretó que él también censuraba al monarca, pero Iglesias precisó que se lo recordaba a Carlos Lesmes, porque entiende que usó la figura del rey para maniobrar contra el ejecutivo en la pugna por la renovación de los órganos constitucionales.

Para el caso, ni Podemos ha querido refrenar esta vez su impulso republicano ni sus socios en Moncloa han querido ni pretendido ponerle freno. Todos los ministros socialistas a los que les ha tocado opinar sobre los tuits y comentarios de sus compañeros de ejecutivo han echado mano de argumentario; el PSOE respeta el pacto constitucional. Cada partido de la coalición opina “lo que opina”.

La dualidad en el Gobierno

Visto lo visto, y a juicio de un destacado ex dirigente del PSOE, Pedro Sánchez ha dejado a Podemos manos libres en su ofensiva contra la monarquía, al entenderlo no como un intento de fracturar la alianza sino como un ejercicio de imagen para distinguirse de los socialistas. Hacerse, lo que se dice, su hueco.

Si ha sido así, es improbable que el presidente lo admita. Lo que es un hecho es que esa dualidad en el ejecutivo ha abierto una ventana de oportunidad a los partidos de la derecha para refrescar una batalla en la que se sienten cómodos.

Pablo Casado acusó a unos (los de Podemos) por acción y a otros (los del PSOE) por omisión de poner en riesgo la monarquía. Se autoproclamó como el “dique de contención” durante su intervención en el Congreso y lanzó un “¡Hasta aquí podíamos llegar!” en redes sociales, en lo que parece el inicio de una campaña que, parece, va para largo.

La condescendencia de Sánchez con el republicanismo militante de sus socios; su manejo de lo que el rey debe o no hacer, visitar Cataluña, por ejemplo, y a cambio de qué… alientan los ánimos de los monárquicos. Con tanto ímpetu que Iglesias les sugirió irónico: "Perdonen esta recomendación, no nos hagan el trabajo", sugiriéndoles que, en su afán, pueden convertir a Felipe VI en un símbolo de parte.

El debate monarquía-república, que siempre estuvo ahí, llega con una nueva ola. Cargada de decibelios, por cierto. Y Zarzuela, como siempre, calla.