Ana Morales, psicóloga nutriemocional: "Cada septiembre aparece lo que yo llamo el 'elefante rosa' de la comida"
Según la psicóloga Ana Morales, la vuelta a la rutina es uno de los momentos del año donde más aumentan los episodios de atracones
El mito de septiembre o cómo mantener la calma del verano todo el año: "Retomar la rutina de golpe es un error"
Septiembre es un mes complicado. Nos enfrentamos a muchos retos: volver al trabajo, dejar atrás los días de descanso y tiempo para nosotros, volver a las rutinas, poner el despertador, conciliar. Pasamos de unas semanas de relax absoluto donde no hay despertadores ni restricciones alimentarias a querer volver de golpe a una vida más estricta, y eso se paga. ¿Qué nos ocurre en septiembre para que la ansiedad vuelva a llamar a nuestra puerta?
Tal y como explica a Informativos Telecinco la psicóloga experta en nutrición emocional Ana Morales, septiembre es un mes en el que intentamos controlar: "En consulta lo veo cada año es que llegan mujeres convencidas de que el helado de agosto se paga con la lechuga de septiembre. Pero el cuerpo y la mente no funcionan a golpe de látigo. Si te dices 'no puedo comer x', tu cabeza se llena justo de eso. Es lo que yo llamo el 'elefante rosa' de la comida: cuanto más lo prohíbes, más espacio mental ocupa".
Con la ansiedad llega la autoexigencia, la comparación y la culpa. Todo ello lleva a la obsesión y a la prohibición. Un cóctel que acaba de la peor manera posible.
"Las vacaciones no son el problema, son la medicina. El cuerpo necesita descanso igual que necesita comida o sueño. Tres semanas de parar, desordenar horarios y soltar rutinas no son el enemigo, son la forma que tiene la mente de resetearse. Lo que nos “descompensa” no son las vacaciones, sino el choque al volver. Pasamos de un ritmo más libre a la rigidez de septiembre, y como no sabemos hacer transición, lo vivimos como un descontrol. En realidad, lo que hay es dificultad para gestionar el cambio. El disfrute no es el problema. El problema es que hemos asociado vacaciones a excesos y rutina a castigo. Y con esa mentalidad, claro que el regreso pesa. El verano no se paga en septiembre. Se disfruta en agosto y se integra sin látigos al volver", subraya.
Los atracones son una pérdida de control. La persona come rápido, en exceso y a escondidas muchas veces
Qué son los atracones y cuándo debemos acudir a un profesional
Ana Morales señala que es en este momento del año cuando se dan más atracones, aunque no hay cifras solo para septiembre, sino de manera global. Según los datos de la SEPSM (Sociedad España de Psiquiatría y Salud Menta) de 2023, las cifras que se manejan en España para la prevalencia total de los trastornos alimentarios en personas jóvenes oscilan entre el 5,5 y el 17,9% en mujeres y entre el 0,6 y el 2,4% en varones.
En el caso de la anorexia nerviosa, las cifras estarían alrededor del 1,5% en mujeres y del 0,2% en varones. Para la bulimia nerviosa, las tasas de prevalencia serían del 1,9% y del 0,6%, respectivamente. Finalmente, para el trastorno de atracones, las cifras estarían alrededor del 2,8% para mujeres y el 1% en el caso de los hombres.
Los atracones son una pérdida de control, la persona come rápido, en exceso y a escondidas muchas veces. "Que un día, en un mal momento, arrases con un paquete de galletas no significa que tengas un trastorno alimentario. El problema aparece cuando los atracones se repiten, se convierten en la forma habitual de manejar lo que sientes y te destrozan la vida: la autoestima, las relaciones, la salud. Ahí ya no hablamos de un episodio puntual, hablamos de un trastorno por atracón o de bulimia", señala Ana.
Para identificar los síntomas, ella habla de resaca emocional. Después del atracón llega el vacío, la culpa, la vergüenza, las promesas de que “mañana me porto bien”. Por tanto, hay que vigilar y estar alerta si eso se produce y poder acudir a un profesional para pedir ayuda.
La restricción, el problema
¿Por qué se producen los atracones? Aunque cada caso es distinto, para Ana hay un componente común que es la restricción. "Detrás de cada atracón hay una historia: mujeres que se atracan después de un día entero sosteniendo a todo el mundo, tragándose broncas en el trabajo o intentando ser perfectas hasta para respirar. ¿Dónde revientan? En la nevera, de madrugada, cuando nadie las ve. Y ojo, no es solo emocional. Si llevas días con dietas estrictas, prohibiéndote alimentos y empujando al cuerpo al límite, llegará un momento en que el hambre acumulada pase factura. El cuerpo no entiende de “operación bikini”, entiende de supervivencia. Cuando detecta restricción, activa un mecanismo biológico que te empuja a buscar comida de manera compulsiva".
¿Se pueden evitar? Sí, pero no con prohibiciones. Ella sugiere que aprendamos a leer nuestras emociones, lo que realmente necesitamos. También que descansemos y que nos permitamos llorar si es preciso. "El atracón no es tu enemigo, es tu alarma. Y hasta que no atiendas lo que la enciende, seguirá sonando".
Si la urgencia es inmediata, casi desesperada, y sientes que si no comes ya te subes por las paredes, eso no es hambre fisiológica, es ansiedad
Detectar la ansiedad: el truco infalible
¿Cómo diferenciar el hambre emocional del hambre real? El hambre real suena en las tripas, te falta energía. La ansiedad, en cambio, es como una alarma que se dispara de golpe: “¡come ya!”. Y no te pide una ensalada, te exige algo concreto, rápido y reconfortante como chocolate, galletas, pizzas...
¿Cómo detectarlo?
- Si la urgencia es inmediata, casi desesperada, y sientes que si no comes ya te subes por las paredes, eso no es hambre fisiológica, es ansiedad.
- Si comes rápido, sin saborear, como si quisieras apagar un fuego, ahí está la pista.
- Si al terminar no te quedas satisfecha, sino culpable, pesada o con la misma ansiedad de antes, era ansiedad vestida de hambre.
El truco está en preguntarte: ¿dónde lo siento? Si lo siento en el estómago y puedo esperar, es hambre. Si lo siento en la cabeza o en el pecho, y viene con urgencia, es ansiedad. Otra pregunta clave: ¿me comería ahora un plato de lentejas o brócoli cocido? Si la respuesta es “no, quiero pizza ya”, probablemente sea ansiedad.