Telmo Sánchez reconstruye la historia de su tío abuelo, muerto en la montaña, en fotografías "con pocas personas y muchos paisajes"

En 'Amildegi', premiado en el certamen Argazkia.eus, "hay pocas personas y muchos paisajes"
Los vascos y la montaña: una historia de amor, a veces con final trágico
San SebastiánHace 49 años, Sebastián Sánchez, un joven montañero guipuzcoano, perdió la vida, junto a otros dos alpinistas, Fernando Terradillos y José Luis Orbegozo, al precipitarse durante su ascensión al Gran Vignemale. Unas pocas líneas, en la prensa local de 1976, sirvieron entonces para contar la tragedia, después el silencio. Ni siquiera en casa de la familia Sánchez, en Beasain, se hablaba mucho, “a pesar de que siempre ha estado presente”.
Hasta que hace un tiempo, el artista donostiarra Telmo Sánchez descubrió “un archivo con fotos de mi abuelo y de su hermano”, aquel hallazgo fue el germen de ‘Amildegi’ (precipicio, en euskera), un trabajo fotográfico premiado en el certamen Argazkia.eus. Reconstruir la historia de su tío abuelo, Sebastián, es el eje principal del diálogo entre las fotografías familiares antiguas y las nuevas, en las que “hay pocas personas y muchos paisajes”, resume.
Las 60 imágenes, todas ellas analógicas, fluyen mostrando algún viaje a los Alpes Suizos y a Pirineos, con instantáneas del Goierri, en ellas, "se plasma el territorio no solo como un lugar físico, sino como un espacio cargado de memoria".
La tragedia familiar dejó huella en José Sánchez, abuelo del artista y hermano del montañero fallecido, que años antes había visto morir a otro de sus hermanos, “se quedó solo y fue un golpe duro para él”, sin embargo, el amor por la montaña para José, que llegó a ser el primer presidente de los montañeros en Beasain, no disminuyó un ápice. “Se trata de una especie de legado familiar que pasa de padres a hijos desde hace muchas generaciones”, explica Telmo, que recuerda como su abuelo y Sebastián “se criaron en la montaña”, a donde subían a diario para trabajar en el caserío familiar.
Sin rencor a la montaña
En su afán por no guardar rencor a la montaña, Telmo escaló, cuando solo tenía 13 años, junto a su padre el Vignemale. Fue el primer homenaje a su tío abuelo fallecido, ahora lo vuelve a hacer convirtiendo su historia en el eje de una exposición en la que “su figura se aborda no desde la tragedia sino desde el respeto al paisaje”.
El trabajo de este fotógrafo donostiarra había cosechado algunos reconocimientos en Madrid, donde este artista formado en Vitoria ha cursado el Máster de Fotografía Documental y Artística, en la Escuela Universitaria de Artes TAI. Sin embargo, el de premio de Argazkia.eus, en la categoría de Gipuzkoa, ha sido “muy gratificante porque es la primera vez que se me reconoce dentro del tejido cultural vasco”.

Telmo, tras dar forma durante tres años con mimo a su criatura, la comparte ahora con todos aquellos “que puedan sentirse reflejados” para que el diálogo entre las fotografías antiguas y nuevas, se convierta en un diálogo entre la historia de Sebastián “y otras tantas historias que se han vivido en otras familias”.
A sus 26 años, Telmo acaba, como quien dice, de arrancar su trayectoria artística, pero pisa con decisión. Mientras prepara una residencia en Mauritania, “durante 20 días en noviembre para hacer un taller”, disfruta de las mieles del éxito con el premio concedido por Argazkia.eus y acaba de recibir, junto a Miriam Montano, la beca Galbahe del Museo San Telmo. Este proyecto de investigación propone desarrollar una instalación expositiva escultórica y etnográfica que analice la compleja relación histórico-cultural entre las abejas y las formas de vida rural tradicionales vascas.
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