Colegios

Aplausos, emoción y tres generaciones: así despidió Las Esclavas de A Coruña a la profesora María José Cifuentes

Despedida entre abrazos
Abrazos durante la despedida. Cedida
  • Cifuentes, muy querida en el colegio Las Esclavas, creó un ambiente único en el aula de Dibujo desde 1987

  • Tras 38 años de docencia, la profesora recibió un homenaje sorpresa de alumnos, compañeros y sus tres nietos.

Compartir

A CoruñaTras 38 años impartiendo clases de Dibujo en el colegio Las Esclavas de A Coruña, María José Cifuentes vivió una despedida tan inesperada como emotiva. La comunidad educativa organizó un pasillo humano por el que caminaron alumnos de todas las edades, incluidos sus tres nietos, que hoy estudian en el mismo centro que acogió a ella y a sus hijas. «Fue emocionante, no me lo esperaba. Ver a mis nietos allí… Las Esclavas es mi colegio», relata todavía con la voz cargada de emoción.

La historia de María José con el centro es algo más que laboral: es profunda y familiar. Allí cursó sus propios estudios, allí crecieron sus hijas y allí continúan sus nietos. Esa continuidad convirtió el homenaje en un acto especialmente simbólico, pues quienes la despidieron no eran solo alumnos, sino también familias que la conocen desde hace años. «Ese pasillo fue impresionante. Sentí el cariño de todos y me costó contener las lágrimas», confiesa.

PUEDE INTERESARTE

Arquitecta de profesión, María José compaginó durante décadas el estudio que compartía con su marido con la docencia. Entró para dar solo unas horas de Dibujo y terminó convirtiendo ese espacio en su lugar en el mundo durante casi cuatro décadas. «Soy una profesora convencida. He disfrutado cada clase, cada proyecto y cada grupo», asegura mientras recuerda el momento en que se leyó un texto dedicado a ella que la dejó sin palabras. Durante una etapa fue jefa de estudios, pero siempre volvió a su aula de Dibujo, su territorio natural.

PUEDE INTERESARTE

A lo largo de los años impartió Dibujo Técnico y Arts&Crafts, asignaturas en las que volcó su creatividad y su visión como arquitecta. Su aula, situada en la última planta del colegio, se convirtió en un espacio muy particular. «Construyó un ambiente espectacular en esa zona —explica José Rebollo, jefe de estudios—. Cada alumno sentía que allí podía expresarse, que era un lugar seguro y cercano». Ese clima, destacan sus compañeros, fue una de sus mayores aportaciones al centro.

María José con sus alumnos

Una figura querida y respetada

Los alumnos coinciden en que María José sabía equilibrar la exigencia y la cercanía, algo que la convirtió en una figura especialmente apreciada. «Te pedía lo mejor, pero siempre desde el apoyo», recuerdan algunos antiguos estudiantes, que incluso volvieron al colegio para saludarla el día de la despedida. Muchos de ellos aún conservan trabajos y proyectos realizados en sus clases, prueba de que su enseñanza dejó huella más allá de las notas.

La comunidad educativa asegura que echará de menos su manera de estar en el colegio: siempre disponible, siempre sonriente. Participaba en proyectos interdisciplinarios, proponía actividades nuevas y fomentaba que el alumnado explorase la creatividad sin miedo. «María es de esas profesoras que dejan marca», resume un docente del claustro.

María José en su despedida

Un adiós que también es un comienzo

La despedida, tan cálida como multitudinaria, cerró un ciclo, pero no romperá el vínculo. La propia María José reconoce que le resultará difícil no volver al colegio con frecuencia. «Es mi segunda casa. O mi primera», bromea. Sus nietos siguen allí, y ella asegura que seguirá acudiendo a celebraciones, festivales y actividades.

La comunidad lo tiene claro: María José formará parte del colegio siempre, aunque ya no esté frente a la pizarra. Y ella, mientras asimila el impacto de tantos gestos de cariño, admite que ese día quedará grabado en su memoria. «Lo que dijeron, lo que leyeron… todo. Fue mucho más de lo que podía imaginar», concluye.