Marruecos asimila su derrota más digna y dulce

No pudo ser. No hubo milagro. La justicia poética, a la que se aferraban los aficionados marroquíes en su enfrentamiento de semifinales contra Francia y tras un campeonato del Mundo más que meritorio, no apareció en Doha. Marruecos, el mejor Marruecos de la historia, no jugará la final Mundial de Qatar tras perder contra la selección gana por dos tantos a cero. A los magrebíes todavía les queda el consuelo, que a esta hora parece imposible para millones de marroquíes, de jugar el choque por el tercer y cuarto puesto ante Croacia este sábado.

 “Estamos felices porque este equipo ha caído con dignidad ante una selección muy fuerte, quizás el mejor equipo del Mundo”, admitía a este medio Ahmed Mohammedi, encargado de un snack de pinchitos y tayines en Rabat que reabría sus puertas justo al terminar el partido. “No hay consuelo en estos momentos para nosotros, la verdad, estaba convencida de que llegábamos a la final”, admitía Fátima a NIUS en un popular pub del barrio de Hassan de la capital marroquí.

No había comenzado bien el día, pues la pertinaz lluvia que comenzaba a caer en la capital en la mañana y que no ha cesado en todo el día auguraba una noche difícil en lo deportivo para el combinado nacional marroquí. Tenían enfrente a la todopoderosa Francia campeona en Rusia hace cuatro años. A veces David vence a Goliat en noventa minutos, pero lo cierto es que a estas alturas de un Mundial, cuando solo quedan los mejores, algo así suele ser la excepción que confirma la regla. La final, en fin, la jugará Francia, la multicolor Francia, con su equipo plagado de jugadores de origen africano -aunque no magrebí-, la antigua potencia colonial sin la cual no es posible entender el Marruecos contemporáneo, porque las historias y el futuro de los dos países seguirán íntimamente entrelazadas.

Pero Marruecos cayó tras mostrar su mejor versión, mucho más brillante que en sus triunfantes enfrentamientos con España y Portugal. Porque, lejos de arredrarse tras el primer gol de Francia, los ‘leones del Atlas’ hicieron un fútbol desacomplejado y valiente. Poco les faltó para haber empatado en más de una ocasión. Monumentales el portero, Bono, y los centrocampistas Sofyan Amrabat y el centrocampista Azzedine Ouhani. Aunque es injusto destacar individualidades y no elogiar el rocoso bloque forjado, en gran medida, gracias al buen hacer del míster, Walid Regragui, que tomó este verano las riendas del equipo-.

Marruecos, en fin, ha sido un más que digno semifinalista que, de no haberse topado con la poderosa Francia de Mbappé, un jugador que, a sus 23 años, ha entrado ya en la leyenda del fútbol, podría haber estado perfectamente en la final de este domingo. El partido ha pasado a la historia del fútbol marroquí y la dignidad en la derrota, la fe hasta el final y la comunión de los jugadores con la grada quedarán en la retina de aficionados de todo el planeta.

Celebraciones a pesar de la derrota

Con dignidad y casi en silencio se retiraron a casa una parte de los aficionados marroquíes tras la derrota. Otro sector, no pequeño, decidía honrar al equipo de Walid Regregui y festejar la sobresaliente actuación de los magrebíes saliendo a la calle a pesar del mal tiempo y la hora. Aunque la lluvia aprieta, los cláxones y las vuvuzelas resuenan en las calles empapadas del centro de Rabat en esta noche de miércoles.

Niñas que lloran desconsoladas y reciben en cariño de sus madres. Tendrán más Mundiales para ilusionarse con su equipo, seguro. Gestos de tristeza generalizados y hasta de incredulidad entre centenares, millones de marroquíes que vieron cerca la ocasión de ganar el Mundial. Los marroquíes, pueblo religioso y supersticioso donde los haya, creían que llegados hasta aquí, su selección, el equipo de la gente humilde, el representante de los pueblos árabes más atribulados, el orgullo de los africanos, el sur frente al norte, la suerte, la baraka, tenía que estar forzosamente de su parte.

Como en el resto de citas de este Mundial, y a pesar de la lluvia, los marroquíes optaron por dar continuidad al estado de camaradería colectivo, intergeneracional e interclasista gestado en las últimas tres semanas en la calle y acudieron en masa a ver el partido más importante de la historia de los ‘leones del Atlas’ en cafés y bares.

El día invitaba a ver el partido en la intimidad y el calor del hogar, pero una gran parte de los marroquíes quisieron vivir el momento en comunidad, como lo hicieron durante todo el campeonato, en una suerte de mágica e inédita camaradería intergeneracional, y eso pasaba por acudir, aunque ello supusiera mojarse y aguantar el frío y la ventolera, al centro de la vida social: el café.

Los marroquíes, y las escenas se repitieron en toda esta tierra, de las aldeas más remotas del Atlas hasta los cafés y los pubs más sofisticados de Casablanca o Marrakech, abarrotaron desde varias horas antes del arranque del partido los espacios públicos. Encontrar una silla, un rincón libre cerca de alguna pantalla fue misión imposible en Rabat, como en el resto de ciudades y pueblos de Marruecos.

Victoria en los corazones

Sí ganaron los marroquíes, como ocurrió en el resto de sus encuentros a lo largo del Mundial, en las gradas y calles de Doha. No solo han acudido en números imposibles de igualar por el resto de aficiones, sino que han obtenido la simpatía de otros pueblos, entre ellos, a la cabeza, los países árabes. No se espera que este campeonato revitalice una suerte de panarabismo 2.0, enterrado el sueño político hace décadas, pero sí ha demostrado que existe una comunidad de afectos desde Casablanca a Irak, como también la hay entre Tánger y Johannesburgo. Y, por supuesto, no exageramos, más allá de África y el Mediterráneo, los marroquíes se han ganado la simpatía y los corazones de millones de aficionados de todo el mundo.

Pero la vida sigue y ya sospechaban los marroquíes que ganara quien ganara esta noche desapacible de miércoles mañana habría que seguir peleando para sacar adelante el hogar en un momento áspero e incierto. Tras la inyección inopinada de autoestima de este extraño e inolvidable Mundial otoñal de Qatar, los marroquíes confían en que haya cosas que cambien a partir de ahora. En todo caso, el pueblo de Marruecos no olvidará a una generación que rompió el techo de México 1986 y ya ha hecho historia. “En todo caso, somos vencedores”, me asegura Abderrahmán, el sufrido portero de mi bloque, a punto de entrar en casa por fin para descansar. Hasta mañana.

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