El papa Francisco, entre la fe y la fragilidad: el deterioro de su salud antes de su fallecimiento

El aspecto físico del papa Francisco ha ido desmejorándose por las enfermedades hasta su fallecimiento.
El aspecto físico del papa Francisco ha ido desmejorándose por las enfermedades hasta su fallecimiento.. Foto: Europa Press e Informativos Telecinco | Vídeos: Informativos Telecinco
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El aspecto físico del papa Francisco ha cambiado radicalmente en los últimos meses. Atrás quedaba aquel semblante jovial y lleno de energía de sus primeros años como líder de la Iglesia. Su apariencia reciente, más frágil y fatigado, reflejaba una salud comprometida que preocupaba tanto a fieles como al Vaticano, informan Darío Menor, Almudena Calvo y Yolanda Flores.

Francisco estuvo ingresado durante 38 días en el hospital Gemelli de Roma, desde finales de febrero hasta el 23 de marzo. Lo que comenzó como una bronquitis derivó en una neumonía bilateral, que mantuvo en vilo al mundo católico. Su primera aparición tras recibir el alta, desde el balcón del hospital, dejó claro que no se encontraba bien: apenas podía articular unas frases y presentaba grandes dificultades para respirar.

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El papa Francisco retomó sus actividades sin guardar reposo

Un médico del hospital fue contundente al describir la gravedad del caso: "Ha presentado dos episodios realmente críticos en los cuales el Santo Padre ha estado en peligro de muerte". Los profesionales insistieron en que debía guardar dos meses de reposo absoluto, algo que el Papa apenas cumplió.

Pese a las advertencias médicas, Francisco retomó sus actividades casi de inmediato. La necesidad de reencontrarse con los fieles, de no interrumpir la vida del Vaticano, le llevó a exponerse a nuevos esfuerzos que podrían haber acelerado el deterioro de su salud.

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“Agradezco de todo corazón las oraciones”

Durante su estancia en el hospital, el papa Francisco envió un mensaje grabado a los fieles: “Agradezco de todo corazón las oraciones”, se le oía decir con voz entrecortada. La primera fotografía suya en silla de ruedas, frente al altar de la capilla del centro sanitario, simbolizaba un pontífice batallador, pero visiblemente agotado.

Incluso antes de ser hospitalizado, ya había señales de alarma. En su última audiencia, recibió al primer ministro eslovaco con signos evidentes de fatiga. Su respiración era dificultosa, y arrastraba molestias desde principios de febrero.

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Hasta el final, junto al pueblo

A pesar de que se mostraba convaleciente, Francisco participó en varios actos religiosos. Visitó una cárcel de Roma durante la Semana Santa, asistió a ceremonias en la basílica de San Pedro, y recibió con calidez a los reyes Carlos y Camila, con motivo del 20 aniversario de su matrimonio.

En cada una de esas apariciones, su deterioro era más notorio. La voz temblorosa, la respiración entrecortada y la fatiga marcaron sus últimos días en público. Sin embargo, nunca dejó de agradecer: “Grazie, grazie”, repetía con emoción a quienes lo cuidaron.

Un legado más allá del dolor

Francisco no fue un papa ajeno al sufrimiento. Durante su pontificado enfrentó diversas dolencias con una actitud resiliente y cercana. “Me cuesta respirar”, confesó en más de una ocasión. Pero nunca permitió que la enfermedad interrumpiera su misión pastoral.

Hoy, con la noticia de su fallecimiento, el mundo despide no solo a un líder espiritual, sino a un hombre que, hasta el último suspiro, eligió el servicio por encima del reposo. Su legado queda marcado por la humildad, la entrega y una fe que, incluso en la fragilidad, se mantuvo firme.

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