Borrell quiere una Europa fuerte en política exterior

  • El ex ministro advierte: o la UE sale al mundo con todas sus herramientas o caerá en la irrelevancia

“Los europeos deben aprender a convivir con el mundo tal y como es, no tal y como les gustaría que fuera”. El alto representante para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea (UE) lanzó este sábado un grito para intentar despertar a Europa. En una columna publicada en ‘Project-Syndicate’, Borrell recuerda las insuficiencias europeas en materia de política exterior y de seguridad y advierte que Europa corre el riesgo de convertirse en insignificante.

El texto de Borrell se aleja de los usos de sus antecesores: la italiana Federica Mogherini, la británica Catherine Ashton y Javier Solana. El ex ministro de Exteriores pide que se usen todas las armas europeas para ganar peso internacional e imponer los objetivos políticos europeos.

Europa tiene armas de potencia mundial

Europa no es un gigante militar, sobre todo si sus miembros van cada uno por su lado, pero sí es un gigante en materia comercial, de inversiones, de presencia diplomática y cada vez más en capacidad regulatoria. Sostiene Borrell que “los conflictos geopolíticos a los que asistimos hoy en día ponen de manifiesto la urgencia de que la UE encuentre su lugar en un mundo que se caracteriza cada vez más por una política de fuerza bruta”.

La UE se mueve, asegura su diplomático jefe, “en un mundo de competencia geoestratégica, en el que algunos dirigentes no tienen escrúpulos en hacer uso de la fuerza y en el que instrumentos económicos y de otro tipo se convierten en armas”. Borrell cree que Europa debe, en parte, hacer lo mismo. Usar sus armas para defenderse en una época en la que a ninguna potencia le tiembla el pulso y en la que las políticas nacionalistas dominan las cúpulas de países de la talla de Estados Unidos, China, Rusia e India. E incluso de potencias medianas como Brasil o Turquía.

“Aprender el lenguaje del poder”

Europa tiene que “aprender el lenguaje del poder” para “evitar ser la perdedora de la competencia entre Estados Unidos y China”, sostiene Borrell. Y para eso debe percibirse a sí misma no como la niña buena de la política internacional “sino como un actor geoestratégico de rango superior”.

Borrell reconoce que las semillas de la UE no se sembraron con esa idea. La construcción política europea empezó “para acabar con la política de competencias”. Por eso logró la paz tras los conflictos mundiales y empezó a construir “el Estado de Derecho separando el poder coercitivo de la economía, el establecimiento de normas y el poder persuasivo”. Los europeos, dice Borrell, “asumimos que el multilateralismo, la apertura y la reciprocidad constituyen el mejor modelo, no sólo para nuestro continente, sino también para el resto del mundo”.

Pero, advierte, no es suficiente, “porque las cosas han terminado siendo diferentes. Lamentablemente nos encontramos con una realidad más áspera y muchos actores están dispuestos a emplear la fuerza para lograr sus objetivos”.

¿Qué debe hacer la UE?

Borrell refuta el mantra de que la UE nunca será un modelo exitoso porque Europa está demasiado dividida. A pesar de reconocer que “es difícil alcanzar acuerdos sobre las cuestiones controvertidas y siempre acecha el riesgo de parálisis, los Estados miembros tienen que entender que los vetos debilitan no sólo a la Unión, sino también a ellos mismos”.

Pide coherencia y más Defensa común

“No podemos proclamar que queremos desempeñar un papel europeo más protagonista en el mundo sin invertir en ello”. Borrell cree que hace falta dejar atrás la resignación que provoca a los gobiernos europeos pensar que los problemas del mundo son demasiado lejanos para interesar a los europeos. Y comprender que las amenazas de seguridad son comunes: “Creer que la situación de Libia y el Sahel sólo afecta a los países mediterráneos es tan absurdo como pensar que la seguridad de los países bálticos sólo afecta a Europa oriental”.

Ya está bien de pagar lo que destrozan otros

La política exterior europea se ha centrado muchas veces en proveer ayuda humanitaria y de cooperación o reconstrucción. Borrell cree que, manteniendo ese pilar, hay que ir más allá y dejar claros los objetivos políticos europeos y nuestras capacidades para alcanzarlos porque parece que “las grandes potencias tienen derecho a romper la vajilla y la UE tuviera siempre que pagar los platos rotos”.

Borrell cree que a la UE no le faltan energías, “sino voluntad político para sumar sus fuerzas a fin de garantizar su coherencia y maximizar su impacto” y que “la diplomacia no puede tener éxito si no está respaldada por acciones”. Y apunta a escenarios a corto plazo, como la guerra en Libia: “Para que la frágil tregua lograda sea duradera, debemos apoyar el embargo de armas. Si queremos que el acuerdo nuclear con Irán sobreviva, debemos garantizar que Irán se beneficie de su cumplimiento”.

Abrir la puerta a los Balcanes

Carga incluso contra gobiernos como el francés. Mientras el presidente Emmanuel Macron vetó en la cumbre europea de diciembre la apertura de negociaciones de adhesión con Albania y Macedonia del Norte, Borrell asegura que si la UE quiere “que los Balcanes occidentales prosperen en la senda de la reconciliación y la reforma, debe ofrecerles un proceso de adhesión a la UE creíble que aporte beneficios añadidos”.

O contra el estadounidense: “Si queremos la paz entre israelíes y palestinos, debemos defender una solución negociada, acordada por todas las partes y basada en el Derecho Internacional. Si no queremos que la región africana del Sahel termine en la anarquía y la inseguridad, debemos ampliar nuestro compromiso.

Dos prioridades

La UE, reclama Borrell, “debe definir una nueva estrategia integrada para y con África. Tenemos que pensar en grande y utilizar nuestras políticas en materia de comercio, innovación, cambio climático, ciberespacio, seguridad, inversión y migración para llenar de contenido nuestra retórica”.

La segunda prioridad es decidir cómo quiere la UE “relacionarse con los actores estratégicos mundiales de hoy en día: Estados Unidas, China y Rusia”. Borrell cree que esas tres potencias tienen algo en común, el uso de vincular negociación y fuerza. Ante esas posturas, la UE debe defender sus valores e intereses. Porque, sostiene Borrell, “las batallas políticas se ganan o se pierden según cómo se plantean”.