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Preguntas que te debes hacer para evitar caer en timos tradicionales como el del tocomocho en la lotería

Así es la estafa del ‘tocomocho’ de la que alerta la policía. Telecinco.es
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En plena era de algoritmos predictivos y criptomonedas, persiste un fraude tan rudimentario como efectivo: el tocomocho. Este ardid, pura herencia de una picaresca castiza que muta, pero no caduca, continúa realizándose con precisión quirúrgica en las aceras de nuestras ciudades, especialmente cerca de entidades bancarias, ambulatorios o centros de día. 

En su modalidad clásica, un supuesto “afortunado” afirma poseer un décimo premiado que no puede cobrar por distintas razones (por ser extranjero, tener deudas o una enfermedad), y se lo ofrece a la víctima por debajo de su valor. Un segundo compinche aparece para validar la historia. La víctima, emocionada, compra el billete… y descubre después que es más falso que la promesa de que “esto solo te pasa una vez en la vida”.

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Según alertó recientemente la Policía Nacional, estas bandas operan con niveles preocupantes de organización, adaptando la narrativa a contextos sociales y emocionales para sembrar confianza inmediata. El fraude sigue tan vigente que incluso existen informes recientes de grupos itinerantes en Castilla y León que actúan con la precisión de reloj suizo.

La emoción de la historia

Esa es la pregunta que puede marcar la frontera entre el juicio y el autoengaño. Porque la clave del tocomocho no está en el billete, sino en el relato que lo envuelve. Los estafadores no venden papel: venden un guion. Uno hecho para emocionar, para invocar la compasión o la codicia, para forzar una decisión irracional bajo la apariencia de un hallazgo excepcional. Y es ahí donde se produce el desliz fatal: no se valida el décimo, sino la emoción.

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El tocomocho clásico se refuerza con “testigos casuales” que nunca lo son: cómplices que fingen comprobar en voz alta el premio con una app, o que incluso proponen comprar también “su parte”, para aumentar la credibilidad. Todo ocurre en segundos.

A menudo, la víctima es acompañada al cajero, al banco o incluso a su casa para cerrar la transacción. La Guardia Civil ha reiterado que este momento de desplazamiento físico bajo presión emocional es la evidencia más clara de que se trata de un fraude estructurado.

La duda como salvavidas racional

El problema no es que el tocomocho engañe con un billete: es que explota la necesidad humana de creer en la suerte como ruptura mágica de lo cotidiano. El fraude triunfa porque entronca con un deseo compartido: que algo extraordinario —un premio, una señal, un gesto de fortuna inesperado— nos saque del ciclo ordinario. El tocomocho se presenta como un milagro narrativo, no como una estafa.

En ese contexto, el antídoto no es la sospecha paranoica, sino la formulación consciente de preguntas. Preguntas que rompen la fluidez emocional del engaño. Por ejemplo:

  • ¿Por qué me lo ofrecen a mí y no van directamente al banco?
  • ¿Por qué necesitan que saque dinero en este instante?
  • ¿Por qué nadie más lo quiere si es tan valioso?
  • ¿Hay algún elemento físico verificable del billete (código, serie, marca de agua)?
  • ¿Estoy sintiendo presión para decidir ya mismo?

Es importante recordar que toda compra de lotería debe hacerse exclusivamente en puntos oficiales, ya sea de forma presencial o a través de webs con certificados de seguridad digital (https) y mecanismos de trazabilidad. Cualquier desvío del canal formal es un síntoma claro de manipulación. Además la reventa de décimos de lotería es ilegal, y está seriamente perseguida y castigada por la ley.

Además, si se recibe una llamada o mensaje avisando de un supuesto premio no comprado, hay que desconfiar de inmediato. Este tipo de timo utiliza a menudo los nombres oficiales como SELAE o Euromillones para revestirse de legitimidad.