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Los expertos explican por qué las mentiras infantiles son buena señal: mayor maduración cerebral e imaginación

Los expertos explican que los niños mienten porque presienten que decir la verdad podría ser peor. Pixabay
  • Entre los 2 y 4 años, los niños inventan historias o niegan travesuras como parte de su desarrollo cognitivo

  • Expertos aconsejan a los padres no castigar, sino guiar y usar estas situaciones para reforzar la sinceridad

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Los expertos indican que las mentiras infantiles forman parte de una fase natural de su crecimiento cerebral, en la que los niños empiezan a distinguir entre fantasía y realidad, a usar la imaginación y a entender que otras personas pueden pensar de forma distinta.

Especialistas destacan que estas primeras “mentiras” son en realidad un signo de progreso, siempre que los padres sepan responder y transformarlas en una ocasión para educar. Así lo señala José María Martínez Selva, catedrático de Psicobiología en la Universidad de Murcia y autor de La nueva ciencia de la mentira (Paidós), quien explica que los menores mienten “casi por las mismas razones que los adultos”, aunque matiza que en ellos hay factores específicos a considerar.

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Las primeras mentiras: a partir de los 2 años

Martínez Selva indica que las falsedades en los niños aparecen generalmente entre los 2 y 4 años, y que al inicio suelen ser una forma de protección para evitar castigos o no enfadar a los cuidadores. "Lo que ocurre es que con el tiempo las mentiras que al principio son simples, y que se pueden detectar fácilmente, conforme van adquiriendo más habilidades de comunicación y más capacidades mentales y emocionales se vuelven más complejas", advierte.

Según este experto, los niños "mienten mucho" entre los 5 y los 8 años, aunque al ser descubiertos se vuelven más cuidadosos y, con más destrezas sociales, aprenden a conseguir lo que desean sin recurrir al engaño. Añade que también surgen las llamadas mentiras altruistas, destinadas a proteger a otros o evitarles daño, lo que requiere un desarrollo cerebral más avanzado.

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La mentira como parte del crecimiento

"De manera que el tipo de mentira nos dice cómo son las habilidades sociales del niño y vemos que se vuelven más complejas, e incluso en la adolescencia o preadolescencia iguales que las de los adultos, o las cuelan mejor, porque han adquirido capacidades mentales y habilidades sociales, como para saber cómo contarnos las cosas, ponerse en el lugar, tener cierta idea de los sentimientos y de nuestras emociones. Son cada vez más capaces de elaborarlas más y de engañarnos mejor", explica el catedrático.

En la misma línea, la psicóloga Diana Jiménez, autora de Disciplina positiva (Grijalbo), señala que no es lo mismo mentir a los tres años que a los 10 o 15: "Muchos padres se hacen la pregunta equivocada: '¿Por qué mienten los niños?' La respuesta más frecuente es que los niños mienten para evitar consecuencias. Presienten que decir la verdad podría ser 'peor' y, por eso, inventan algo".

No obstante, aclara que "las mentiras infantiles no tienen la misma intencionalidad que las de los adultos", pues el cerebro infantil aún está en desarrollo y muchas veces sus invenciones resultan casi cómicas. "¿Quién no ha escuchado a un niño con la cara llena de chocolate decir: '¡No me he comido nada!'?", comenta esta neuropsicóloga educativa.

Cómo responder ante las mentiras

Jiménez recuerda que, en torno a los 3 o 4 años, los niños suelen ser sinceros y disfrutan de la verdad: "A esa edad, les resulta difícil ocultar lo que hacen. Pero conforme su cerebro madura, empiezan a diferenciar entre realidad y fantasía. Ese momento en el que mezclan imaginación y verdad es una señal positiva: están desarrollando su función ejecutiva y su comprensión de que los demás tienen pensamientos distintos a los suyos".

Por ejemplo, un niño de 4 años puede contar a sus amigos que tiene un perro aunque no lo tenga. "No se trata de engañar con intención, sino de explorar la ficción y la creatividad. En cambio, la mentira adulta es más elaborada y consciente, y aparece cuando ya hay una intención clara de manipular, o de evitar consecuencias", apunta Jiménez.

La psicóloga sugiere pautas para padres: evitar preguntas que fomenten el engaño, valorar la sinceridad cuando aparece, no etiquetar como "mentirosos" a los pequeños y usar su imaginación como recurso educativo. También aconseja controlar los estímulos que provocan la necesidad de mentir, enseñando a los niños a esperar y pedir lo que desean.

"En definitiva, la mentira infantil es una parte natural del desarrollo. No es un problema moral, sino una etapa en la que el cerebro aprende a manejar la fantasía, la creatividad y la interacción social. La labor de los padres y de los educadores no es castigar, sino guiar, enseñar, y reforzar la honestidad a través del respeto y la comprensión", concluye Jiménez.