Cómo una vieja foto de Robert Capa de la Guerra Civil ha dado una nueva vida a 35 vecinos de Vallecas

Como una vieja foto de Robert Capa de la Guerra Civil ha dado una nueva vida a 35 vecinos de Vallecas
La icónica fotografía de Capa en la casa de Peironcely 10 en noviembre de 1936 y una imagen de 2017. #SalvaPeironcely10
  • Los 35 vecinos que viven en Peironcely 10, la icónica casa con la que Capa mostró al mundo los bombardeos a la población civil en Madrid, serán realojados en los próximos días

  • La casa se convertirá en un museo sobre los bombardeos nazis en Madrid durante la contienda

  • Primero la pandemia y luego Filomena han retrasado los trámites municipales

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MadridPeironcely 10 es una casa baja, vieja y de ladrillo en pleno Puente de Vallecas (Madrid). Hace 84 años el mítico fotógrafo Robert Capa la convirtió en la prueba de los bombardeos alemanes contra la población civil en la capital. La imagen de esos niños pobres jugando, ante una fachada picada por las marcas de metralla, al inicio de la Guerra Civil dio la vuelta al mundo. La foto se convirtió en icono y ahora ha salvado de un desahucio a los 35 inquilinos que viven en el edificio. En los próximos días la EMVS (Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo) los realojará en viviendas públicas de la zona.

"¡Quién me iba a decir a mí que Robert Capa me arreglaría la vida!", comenta a NIUS Ana Milena, una de las vecinas. 53 años, tres hijos, colombiana. Trabaja temporalmente cuidando a ancianos. "Vivo aquí desde hace cinco años. Es lo que me podía permitir". Lo que se puede permitir es pagar 350 euros por un habitáculo de apenas 20 metros cuadrados.

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Como la de Ana hay otras 13 infraviviendas en el edificio. Otras 13 historias de supervivencia. Ninguna casa supera los 28 metros cuadrados. Ningún vecino (ni Juan, ni Mihaela, ni Neira o Ljubica) puede pagar otra cosa. Son en total: 21 adultos y 14 niños. En 1936 vivían aquí familias de obreros y ahora son familias de pocos recursos. A ellos les bombardeó la aviación alemana, ahora es la precariedad laboral, la exclusión social la que los atenaza. Un siglo de diferencia pero la misma miseria. "A los que les toca sufrir, les toca en tiempos de guerra y en tiempos de paz, al final somos todos trabajadores", filosofa Ana Milena, cuando le preguntamos por la fotografía de Capa.

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"Siempre les toca a los mismos", corrobora José Mª Uría, portavoz de la Plataforma SalvaPeironcely10, que durante cinco largos años han luchado, junto con la Fundación Anastasio de Gracia para salvar al inmueble y a los vecinos.

Memoria, dignidad y cinco años de burocracia

"La memoria sirve para construir la paz y también para que estas personas tengan unas viviendas dignas", sostiene Uría. Hace casi seis años, la plataforma a la que representa se lanzó a una carrera contrarreloj para frenar el derribo del edificio. "La fotografía de Capa es histórica para todos y para Madrid. Es la primera imagen de la Guerra Civil en la que se demuestra que se ha bombardeado a la población civil. Madrid es la primera capital europea que empieza a recibir bombardeos sistemáticos, algo que se verá después en Guernika y en la Segunda Guerra Mundial", explica Uría.

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La foto de Capa, tomada en Vallecas en noviembre del 36, es un símbolo mundial contra la barbarie

Claro que el camino para salvar un edificio (y a sus inquilinos), de aspecto anodino y semirruinoso, no ha sido fácil. El dueño, Luis Barrena, quería demoler la vieja casa para construir viviendas nuevas. Lograron que el Ayuntamiento de Madrid, en tiempos de Carmena, paralizara el derribo. Pero el periplo no acabó. Han tenido que bregar para que el inmueble fuese expropiado (el Ayuntamiento de Madrid ofreció 870.000 euros al propietario) y admitido en el catálogo de Bienes Protegidos de la Comunidad de Madrid. Clave para que se pueda convertir en museo o sala de uso cultura y de paso realojar a las familias y evitar que se queden en la calle.

Los vecinos de Peironcely 10 reclaman una vivenda digna en 2017

"Falta solo un pequeño trámite -la orden de realojo- pero no podremos sonreír de verdad hasta que no veamos a los vecinos salir de aquí", insite Uría, quien confía en que el realojo se produzca a principios de febrero.

"La memoria sirve para construir la paz y también para que estas personas tengan unas viviendas dignas" (José María Uría, portavoz de la Plataforma SalvaPeironcely10)

Filomena les dio la puntilla

Porque otra cosa no, el edificio tiene aguante pero sus vecinos más. A la lucha para evitar el derribo se sumó la pandemia. "Los niños no lo pasaron tan mal como los mayores. En 20 metros cuatro personas metidas todo el día", resopla Mihaela, rumana. Tiene dos hijos, Patricia y Fabián de 3 y 5 años. Los dos han nacido allí, en la casa de Peironcely. "Estamos deseando irnos", afirma una Mihaela que ya sueña con su piso de tres habitaciones. "Aún no me han dicho en qué calle está, pero no me importa", asegura.

Juan Nolasco Grillo habla con su vecina Rosa, en el patio de Peironcely.

"Cristina me dejaba latas de atún en la mesa del patio", dice agradecida Ana Milena. Ella pasó el coronavirus en pleno confinamiento. Vive sola y su vecina Cristina le hacía llegar alimentos en el patio que comparten. "Ha sido peor el frío", asegura.

Las casas miden entre 17 y 28 metros cuadrados y pagan unos 350 euros de alquiler

"Filomena les ha dado la puntilla, pero es gente muy resistente", tercia al otro lado del teléfono Mar Espinar, concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, que ha seguido de cerca todo el proceso del edificio. La borrasca les congeló las tuberías y les retrasó el realojo. "Con tanta nieve se mojaron las paredes de la habitación", relata estoica Ana Milena, que se ha hecho fuerte en su minúsculo salón, donde repasa sus exámenes de Trabajo Social. Se ha matriculado en la UNED este año.

Exterior de Peironcely 10, tras la nevada

Los vecinos aún no saben en qué viviendas les van a realojar

"No se cómo hemos aguantado el frío, las paredes son de papel", cuenta Juan Nolasco, 73 años, albañil jubilado, sabe de lo que habla. Trabajó en la construcción de las Torres de Colón y es consciente de los parches que tiene el edificio. "Los restos de los bombardeos de la Guerra Civil están tapados con yeso", nos cuenta. "No creo que me den un piso muy grande. Con una habitación me basta", relata Juan que ya ha hecho cuentas. "Creo que pagaré lo mismo, pero por algo mejor". Les han dicho que los nuevos alquileres no pueden superar el 30% de sus ingresos.

Un museo para Peironcely 10

Una vez se dictamine el realojo, el Ayuntamiento tenga la titularidad del edificio y los vecinos hayan hecho las maletas, la casa que el mítico Robert Capa transformó en icono tendrá un nuevo cometido. "El Ayuntamiento quiere darle un uso cultural. Nosotros queremos además que se respete su esencia arquitectónica y su memoria".

Su propuesta es crear un museo, el Centro Robert Capa para la interpretación de los bombardeos aéreos en Madrid. Robert Capa era el pseudónimo de Endre Friedmann, prestigioso fotoperiodistade origen húngaro. Fundador de la Agencia Magnum, realizó junto a su pareja Gerda Taro, algunas de las fotografías más emblemáticas de la Guerra Civil Española. El proyecto de #SalvaPeironcely10 cuenta con una sala de exposiciónes y otra de conferencias. "Queremos dignificar una zona que está deteriorada a través de la cultura, y de alguna manera devolver al lugar algo de lo que perdió", explica Uría.

Presentarán su propuesta a Ayuntamiento de Madrid en el mes de marzo. "No queremos que Peironcely se utilice como arma arrojadiza ideológica, sino que se convierta en un lugar de la memoria universaly en un motor de dinamización cultural y desarrollo para una parte de la ciudad que lleva mucho tiempo olvidada ".

"No queremos que Peironcely 10 se utilice como arma arrojadiza ideológica" ( José Mª Uría, portavoz de #SalvaPeironcely10))

Uría puntualiza que "no se conocen los nombres de los niños que aparecen en la fotografía de Capa", ni siquiera se sabe si sobrevivieron a la guerra. Pero sí conocemos a Patricia, a Fabián, a Rubi, a Saraima o a Saúl. Ellos también son niños, también viven en Peironcely 10 y también se merecen una vida mejor.