Los riesgos de la deshidratación y la sobrehidratación, las dos caras de no controlar la ingesta de agua

  • Las altas temperaturas favorecen la falta de esta sustancia

  • Sin embargo, ingerirla en exceso también puede suponer un problema

  • Los expertos recomiendan hacer caso a lo que pide el organismo

Con la llegada del verano, las campañas para recordar a los ciudadanos que tienen que beber agua no dejan de proliferar. En concreto, la Academia Nacional de Medicina recomienda que las personas adultas beban al menos de dos a tres litros de agua. Sin embargo, tan malo es que falte, como que sobre.

Las altas temperaturas que se registran en España durante la época estival favorecen la deshidratación. Por ello, es importante no olvidarse de la botella de agua, más en la población más vulnerable, como niños, mayores y embarazadas.

La deshidratación se manifiesta, en principio, con la sensación de sed y malestar, tal y como recalca la nutricionista de Blua de Sanitas, Natalia Galán, a Europa press. “Los primeros síntomas de deshidratación se producen cuando se ha perdido un 2% del agua corporal y se concretan en una sensación de sed y malestar, pudiéndose presentar sequedad de piel y pérdida de apetito”, asegura.

Si la pérdida de agua se acentúa hasta el 5%, “aparece somnolencia, dolor de cabeza, náuseas y hormigueo en alguna de las extremidades, hasta llegar al delirio si la pérdida alcanza entre un 10 y un 15 por ciento”. Esto es debido a que el cuerpo humano se compone de un 60% de esta sustancia y la utiliza para funciones básicas como la regulación de la temperatura corporal.

La sobrehidratación también es un problema

Sin embargo, tampoco hay que pasarse con el agua, ya que se puede llegar al efecto contrario: la sobrehidratación. Mucho menos común que la deshidratación, esta patología también puede acarrear peligros para la salud.

La sobrehidratación “no debe suponer un peligro cardiovascular o metabólico porque nuestro organismo tiene capacidad suficiente de filtrar y eliminar el agua sobrante mediante la orina, las heces, la transpiración de la piel y el sudor”, asegura la secretaria científica de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), Andrea Calderón, a Europa Press.

No obstante, un consumo elevado de agua puede derivar “en un riesgo cardiovascular, especialmente en deportistas de élite o de alta competición o en personas con trastorno de potomanía”, asegura Calderón. “Si la sobrehidratación es considerable, puede llevar a un fracaso cardíaco e incluso la muerte”, sostiene la experta.

Bebe cuando tengas sed

“A nivel físico, la persona puede notar la sobrehidratación porque sienta calambres derivados de problemas musculares y, si la complicación es mayor, problemas cardíacos. A nivel cerebral, también puede causar estragos que se notarían en principio con aumento de la presión intracraneal, cefaleas, náuseas, vómitos y malestar digestivo general. Además, al igual que la deshidratación, puede conllevar confusión mental, somnolencia o fatiga”, asegura Calderón.

Lo mejor para consumir la cantidad adecuada es hacer caso al organismo. Este tiene un mecanismo adecuado para avisar de cuando se necesita beber y regula el balance hídrico. Por lo tanto, “la mejor recomendación respecto al consumo de agua es ‘bebe cuando tengas sed’ y, si se te olvida o bebes menos de la necesaria, añadiríamos tener una botella de agua a mano y se controle beber cada cierto tiempo un trago”.