Acoso escolar

El testimonio de un rapero granadino víctima de bullying: “Lo que más duele no son los golpes, sino la humillación diaria”

Ismael Martín, conocido como Annarce, acude a colegios e institutos para hablar de acoso escolar
Ismael Martín, conocido como Annarce, acude a colegios e institutos para hablar de acoso escolarRedacción Andalucía
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GranadaIsmael Martín, más conocido como Annarce, tiene 24 años, es de Granada y su historia conmueve por su crudeza y sinceridad. Él mismo confiesa que entre los 11 y los 16 años sufrió acoso escolar tanto en el colegio como en el instituto: "yo estaba hecho para recibir, tenía un perfil que los acosadores reconocían fácilmente", relata.

Se refiere a que era un niño diagnosticado con TDAH, algo que a su entender le convertía en blanco fácil. Era pacífico y débil a los ojos de sus acosadores, así que pronto se convirtió en víctima de insultos, vejaciones, humillaciones y ciberacoso.

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Recuerda cómo le escupían, le encerraban en baños, le tiraban basura o papel higiénico mojado. Las llamadas anónimas con amenazas y los gritos desde las ventanas eran parte de su día a día. Para él, no había un incidente aislado que marcará el recuerdo, sino el dolor constante de la repetición diaria, la sensación de que nunca habría escape: "era el pardillo de la clase, y era vergonzoso", lamenta.

La humillación que no se olvida

Llegó el salto al instituto, pero el acoso no desapareció. Al cambiar de centro algunos de sus acosadores del colegio estaban allí y pronto conocieron a otros jóvenes con actitudes similares. "Fue mucho peor", asegura. Incluso aquellos a los que consideraba amigos, acababan riéndose de las burlas, "supongo que tenían que encajar", reflexiona.

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Cada gesto, cada broma cruel, cada desprecio, se sumaba al dolor acumulado, un peso que parecía imposible de soportar. "Nunca nadie hizo nada”, recuerda con dureza. Él no denunció por miedo a represalias aún peores, y tampoco habló con su madre por vergüenza y temor a la decepción: "no quería darle más problemas a mi madre, porque tenía que cuidar a mi hermana que estaba enferma", aclara. "Me daba vergüenza contarlo, era aceptar que yo era el pringado de la clase. ¿Cómo le voy a decir eso a ella?".

La línea entre la vida y la muerte: la música

A los 14 años, la desesperación llegó al punto más extremo. "Lo tenía todo preparado: varios blisters de pastillas de mi hermana y una carta de despedida. No podía más y quería acabar con el sufrimiento". Sin embargo, en el último momento algo cambió. "Al mismo tiempo me daba rabia, ¿por qué así?", dice.

Justo a tiempo algo se iluminó en su mente y decidió transformar aquel motivo de muerte en su motivo de vida. La carta que iba a servir de despedida, "mi carta de suicidio", se convirtió en un mensaje para otros, un testimonio que más tarde se transformaría en su rap "Si hubiera hablado".

Así que en el momento menos esperado decidió cuál quería que fuera su futuro, e Ismael se convirtió en "Annarce" para dedicarse a la música y a la escritura, convirtiendo el dolor en expresión artística. En aquella carta, en su rap, frases como "para ellos es una broma, yo por dentro grito y chillo", "no quiero que pienses que tu hijo es un perdedor" o "si alguien hubiera hecho algo…", reflejan la profunda herida emocional y el deseo de dar voz a quienes sufren en silencio.

En cada palabra crece un recordatorio de que el acoso deja marcas imborrables, pero con la insistencia de que es posible encontrar una salida. Él dejó el instituto y comenzó de nuevo, lejos del lugar que tanto dolor le había causado. Recuerda que incluso durante la adolescencia, cuando conoció a una chica, el miedo persistía. "Temía encontrarme a alguno de mis acosadores por si ella descubría que yo era un pringado. El miedo nunca desaparece y el acoso te acompaña toda la vida", confiesa.

Dar la cara por otros

Hoy es conocido como "el rapero de las causas sociales". Dedica sus días a dar charlas en colegios e institutos, compartiendo su experiencia con adolescentes, padres y docentes. Advierte que todavía siente miedo al entrar en un instituto o escuchar risas, pero insiste con convicción: "hay salida, os prometo que hay salida".

Recomienda a los jóvenes que se puedan encontrar en la misma situación que él vivió, que busquen un hobby, un motivo al que aferrarse, y alguien de confianza con quien hablar. "Alguien tiene que haber", enfatiza.

También lanza un mensaje a los padres. Reconocer las señales de sufrimiento es de vital importancia: "dolores de barriga antes de ir al colegio, aislamiento, explosiones de rabia en casa y rechazo a la vida social". Asegura que no ignorarlas puede ser crucial para evitar que el dolor se agrave.

Cambiar la mirada de los colegios

El caso reciente de Sandra Peña, la joven sevillana que se ha quitado la vida tras supuestame ser víctima de bullying, lo ha tocado profundamente. Por eso Ismael insiste en que los colegios no deben ocultar los casos de acoso. "Si un centro tiene abiertos muchos expedientes de acoso, lleva ahí a tu hijo. Eso significa que están haciendo algo para evitarlo. Hay que cambiar la idea de desprestigio de un colegio por tener esos partes. Lo contrario significa que no son capaces de actuar", asegura.

La historia de Annarce es dura, pero también inspiradora. Su vida demuestra que es posible convertir el dolor en fuerza, que la música y la expresión pueden ser herramientas para la resiliencia y la denuncia. Su testimonio recuerda a padres, docentes y jóvenes que el silencio y la pasividad no ayudan. Reconocer el problema, actuar y acompañar a quien sufre puede marcar la diferencia.