Adicciones

Álex Manejo, exadicto a las drogas, llegó a vivir debajo de un puente con 24 años: "Ahora ayudo a otras personas a recuperarse"

Álex Manejo ha convertido su experiencia con la adicción en una herramienta para ayudar a otras personas. Cedida
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A los 33 años, Álex Manejo ayuda a otras personas a recuperarse de las adicciones, mantiene hábitos saludables y se siente en paz y pleno con su vida. Pero llegar hasta aquí no fue un proceso lineal ni sencillo.

Durante más de diez años, Álex vivió atrapado en el consumo, un proceso que lo llevó a perderlo todo y a pasar seis meses viviendo en la calle. Hoy, desde ese contraste entre lo que fue y lo que es, decide contar su historia con un objetivo claro: que otras personas que están donde él estuvo sepan que pedir ayuda es posible y que existe una salida.

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El punto de partida de Álex hacia el consumo

La historia de Álex con las drogas comienza muy pronto. Con apenas nueve años empieza a fumar tabaco; a los doce prueba el cannabis y, poco después de cumplir trece, la cocaína. No lo explica como una casualidad ni como una travesura adolescente, sino como la consecuencia de un malestar que no supo gestionar. Habla de carencias emocionales, de miedos e inseguridades. "Era un niño introvertido, callado, con dificultades para integrarse en el grupo y que vivía las emociones de forma muy intensa".

Cuando a los doce años consumió por primera vez cannabis algo cambió de manera radical. "Esos miedos, carencias e inseguridad se esfumaban por completo", explica durante una entrevista con la web de Informativos Telecinco. Bajo los efectos de las drogas empezó a sentirse como la persona que siempre había querido ser: alguien que afrontaba las cosas de otra manera, que ganaba popularidad, que era admirado y que se atrevía a hablarle a la chica que le gustaba.

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Ese efecto le causó "una especie de enamoramiento de la sustancia" porque le ofrecía una identidad y una seguridad que nunca había sentido. "Cuanto más consumes, más 'guay' te sientes, más te evades y más crees que triunfas socialmente", subraya

La cocaína llegó a su vida a los 13 años

El paso a la cocaína llegó al poco más de un año. "Donde está el cannabis está el alcohol y donde está el alcohol está la cocaína", resume. "Como el consumo se percibe como algo positivo, no existe miedo real a probar. Sin embargo, cuando la cocaína entra en su vida, todo empieza a ir de mal en peor".

Álex cuenta que repitió su patrón de consumo del cannabis con la cocaína. "Con el cannabis, en cuestión de tres meses ya fumaba todos los días. Primero los sábados, luego viernes y sábado, después todo el fin de semana, hasta que el consumo se vuelve diario y a todas horas. Con la cocaína ocurrió exactamente lo mismo".

Al principio mantuvo una doble vida. En casa, para sus padres, era un chico aparentemente normal. Fuera, era un consumidor conocido y popular. Cuenta que sus padres trabajan mucho y apenas coincidían con él hasta por las noches, lo que le permitía sostener ese equilibrio frágil entre dos mundos hasta que el consumo de cocaína empezó a pasarle factura.

"Apareció el deterioro físico, las malas actitudes y comportamientos y la gente empezó a apartarse. También comencé a robar". Y, finalmente, las dos vidas se mezclaron: el problema salió a la luz y sus padres descubrieron que su hijo tenía una adicción.

Sus padres descubren su adicción y comienza su "lucha incansable"

Álex recuerda incluso cómo intentó engañar a su entorno para seguir consumiendo. Cuando sus padres le anunciaron que le iban a hacer una analítica, acudió días antes al laboratorio y manipuló a la directora para que el test de orina diera negativo. Y lo consiguió, pero solo de forma temporal porque "la situación no mejoraba y acabo siendo descubierto".

Tenía 14 años cuando sus padres iniciaron lo que él describe como una "lucha incansable" por sacarlo del mundo de la cocaína. "Conseguí dejarla por un tiempo porque semanalmente me hacían analíticas, pero llegó alcohol y empecé a beber en grandes cantidades. Cuando termino la ESO, con 16 años, empiezo a trabajar a tiempo completo en la empresa familiar y el consumo se disparó aún más. No tardé en volver la cocaína y con ella el calvario".

Entre ese momento y su recuperación definitiva, sus padres lo ingresan en siete centros de tratamiento de adicciones. Ninguno funcionó. "Quería dejar la cocaína, pero no estaba dispuesto a renunciar a mi vida de adicto, a salir, a emborracharse, a ir de fiesta. Algo completamente incompatible con la recuperación. Mi comportamiento era rebelde, prepotente y conflictivo". Durante años se vio envuelto en un gran cantidad de problemas y peleas, que provocaban un sufrimiento constante para su familia.

El punto de inflexión: amor duro

La última decisión de sus padres llegó asesorada por profesionales: el llamado "amor duro". Echarlo de casa como una terapia de realidad. Para ellos fue devastador, pero no veían otra salida.

Álex pasó seis meses viviendo en la calle, "estaba debajo de un puente". "Al principio sobreviví con microcréditos, después pidiendo dinero a conocidos. Cuando eso se agotó, comencé a robar. Y cuando el robo ya no fue suficiente, entré en el narcotráfico".

Hasta que un día dos personas lo metieron en una furgoneta, le pusieron una pistola en la boca y le dijeron que tenía 24 horas para pagar una deuda importante o lo matarían. "Ahí por primera vez sentí lo que era el miedo y el terror", recuerda. "No tenía ninguna posibilidad real de conseguir ese dinero". Cuando salió de la furgoneta, ocurrió algo que él describe como un milagro: sonó el teléfono. Era su madre. Le ofrecía una última oportunidad.

Álex aceptó y poco después aparecieron para recogerlo y lo llevaron a un centro. Fue el octavo y definitivo. En él conoció a una persona que había pasado por lo mismo: "que había estado en la calle, que se había recuperado y que ahora era terapeuta especialista en adicciones". "Fue la persona que me dijo que tenía una enfermedad mental, yo no era consciente ni de que la tenía ni de cómo funcionaba. Empecé a entender lo que me pasaba".

Tras cuatro meses sin consumir fue sobre todo cuando más empezó a tomar conciencia y hubo una terapia familiar que lo marcó especialmente. "Vi como lloraba mi madre y supe que lo que estaba haciendo era un auténtico error. Desde ese día prometí no volver a consumir nunca más, recuperarme", rememora. En total permaneció seis meses interno y un año y medio en tratamiento ambulatorio. Dos años que cambiaron el rumbo de su vida.

Su faro: ayudar a otras personas

Entender la potencia de la enfermedad y cómo opera fue clave para decidir dedicar su vida a ayudar a otras personas con el mismo problema. "Durante mi proceso, me di cuenta de que mi gente en Cádiz se estaba muriendo de la droga sin saber qué pasaba, al igual que estaba yo".

De ahí nació su proyecto. Abrió una clínica en Chiclana especialista en tratamiento de adicciones. Lleva casi siete años ayudando a personas a recuperarse, con casos de éxito que llegan desde toda España e incluso del extranjero. También se lanzó con el podcast 'Adictos a la Vida', donde cada semana visibiliza las adicciones.

"Es como pasar del infierno a un sueño"

Álex habla de su vida actual como algo extraordinario, no por ser perfecta, sino por ser coherente. Dice que es "como pasar del infierno a un sueño", pero lo explica desde la calma de quien ha aprendido a vivir sin huir de lo que siente. Ha logrado sanar la relación con su familia, ser perdonado y, sobre todo, perdonarse a sí mismo. Entendió que la forma de reparar no era pedir perdón una y otra vez, sino responsabilizarse al cien por cien de su recuperación.

Ha decidido hacer pública su historia porque se siente orgulloso del camino recorrido y no siente vergüenza por lo que fue. Lo hace, insiste, para que otras personas se recuperen y para que "menos madres tengan que llorar como lloró la mía". Mantiene hábitos muy saludables y un compromiso firme con su cuidado diario, consciente de que su bienestar depende también de ese mantenimiento constante.

Entre todas las personas que han pasado por su clínica, hay una historia que destaca por su carga simbólica: el primer paciente que recuperó fue la misma persona con la que tomó su primera raya de cocaína. Para Álex, ese hecho resume el sentido de todo lo que hace.

A los jóvenes que empiezan a consumir, les lanza un mensaje directo: todos tienen un sueño, una vida que imaginan para sí mismos. Las drogas, dice, no ayudan a alcanzarlo; lo roban. "La droga es una estafa", concluye.