El horror de Gemma, adicta al móvil desde los 13 años: "Si me lo quitaban, era como entrar en un agujero negro"

Gemma sigue utilizando el móvil, pero puede controlar su adicción. Informativos Telecinco
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ValenciaGemma acaba de cumplir los 18 y tras más de dos años de tratamiento puede decir que ha conseguido controlar su adicción al móvil. "Creo que podría vivir sin el móvil, pero es muy difícil. Ahora sigo utilizándolo, a veces más de la cuenta, pero sé decir stop".

Con poco más de 13 años empezó a engancharse a su teléfono sin darse cuenta. Gemma era una adolescente introvertida, sus padres se habían separado y pasaba muchas horas sola en casa porque su madre se tenía que ir a trabajar. "Tenía compañeros en el colegio, pero no los consideraba amigos. No tenía amistades reales, pasaba muchas horas con la pantalla. Era yo y mi móvil", recuerda.

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A través de las redes sociales comenzó a contactar con personas de todas las edades, de España y de fuera, con sus mismos hobbies. "Prescindía de las relaciones reales por las del móvil".

Su adicción llegó a un punto en el que dejó de dormir, de comer y los estudios. "Crees que tu vida es perfecta y no te das cuenta del problema. Es una felicidad artificial, vives la vida de otros".

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Fue su madre la primera que trató de ayudarle. "Empecé a darme cuenta de que era adicta. Se encerraba en su cuarto, era como un espectro, pasaba noches sin dormir. Era un infierno", recuerda Mónica López, madre de Gemma.

Primero acudió a Bienestar Social en busca de ayuda para su hija. Llegó incluso a recurrir a la Fiscalía de Menores, hasta que conoció la Unidad de Salud Mental Infantil de Valencia. "No hace falta que sean psicólogos privados, allí cuentan con un equipo muy bueno que nos proporcionaron un gran apoyo", explica la progenitora.

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"Choque de realidad"

El inicio de la terapia para aceptar su adicción al móvil no fue fácil. "Al principio no me lo tomé bien. Tenía cambios de humor muy drásticos y me enfadaba mucho si me amenazaban con quitarme el móvil", recuerda Gemma, que asegura que "el teléfono era mi apoyo emocional, era todo para mí, si me lo quitaban era como entrar en un agujero oscuro. Me sentía sola, enfadada, triste y con ansiedad".

Poco a poco, el tratamiento comenzó a dar frutos. "Me di cuenta de que tenía un problema y empecé a poner las bases para ordenar mi vida estableciendo rutinas como levantarme pronto, comer a mis horas, hábitos de estudio y socializar con gente de mi edad. Aprendí mucho y encontré una nueva zona de confort con mi familia", explica.

No regalar un móvil a los hijos

Mónica, la madre de Gemma, ha sido fundamental en su recuperación. "Ellos están en una burbuja y no lo ven", asegura.

Después de la dura experiencia que ha vivido, anima a los padres a dar ejemplo. "No podemos estar con el móvil cuando estamos comiendo. No es normal darle un móvil a un niño pequeño en lugar de un libro o un juguete y no hay que regalar un móvil a los 12 años por la comunión. Ese es el comienzo de la pesadilla".

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