Marlon Brando, el icono más rebelde de Hollywood, a través de sus excentricidades

Marlon Brando, en una imagen de archivo.. Cordon Press
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El cine está repleto de grandes estrellas y leyendas negras que las acompañan. Y quizá en los últimos tiempos esto no ocurra tanto, pero en el star system del Hollywood clásico, era algo más común de lo que la gente se creía. Ahí tenemos las misteriosas muertes de Natalie Wood o Marilyn Monroe; los rumores sobre la orientación sexual de Cary Grant; la fama de mujeriego de Jack Nicholson o las excentricidades de Marlon Brando. Quizá la estrella más excéntrica que ha podido dar el séptimo arte.

El legendario actor nacido en Omaha fue uno de los referentes del llamado 'método', creado por el director ruso Konstatin Stanislavski. Su insistencia en no querer aprenderse los diálogos de sus películas le convirtieron en uno de los actores más difíciles de su generación.

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Muchas veces, los directores y ayudantes de dirección se las tenían que ingeniar para esconder papeles con sus líneas de diálogo por todo el set de rodaje. Tenían que estar visibles para el actor pero no para la cámara. Para Brando, era la forma perfecta de darle autenticidad a su personaje, diciendo sus frases por primera vez, y que la cámara captara la magia. No solo fue célebre este método de interpretación en 'El Padrino', sino en toda su filmografía, como por ejemplo en 'Superman', donde el set estaba repleto de tarjetas escondidas para la estrella.

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Marlon Brando fue un auténtico rebelde desde su adolescencia, y esto le trajo problemas tanto con su familia como con los estudios, siendo expulsado de varios colegios. Pero todo cambió cuando decidió ser actor, se apuntó a la escuela de interpretación de Stella Adler y recibió clases del director Elia Kazan. Más adelante llegaría su sonada interpretación de Stanley Kowalski en la popular obra 'Un tranvía llamado deseo', tanto en Broadway como en el cine, que le consiguió su primera nominación al Oscar.

Brando se convirtió en el epítome de virilidad, de masculinidad y en el actor más importante del momento. Su forma de meterse en los personajes que interpretaba ha sido largamente imitada (y malentendida muchas veces) por un sinfín de actores. Desde James Dean hasta Jared Leto.  

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Pero a Brando no le gustaba ni la fama ni el sistema de Hollywood. De hecho, se negaba a situarse en lo políticamente correcto, en lo socialmente normal. Aceptó su bisexualidad desde el comienzo, hablando siempre de ser sexualmente fluido, como indicó William J. Mann en la biografía de la estrella 'The Contender - The Story Of Marlon Brando'. "Podía tener muchas inseguridades, pero el sexo no era una de ellas".   

En una entrevista para el periodista francés Gary Carey en 1976, el actor habló abiertamente sobre ello. "La homosexualidad está tan de moda que ya ni siquiera es noticia. Al igual que muchos hombres, yo también he tenido experiencias homosexuales y no me avergüenzo de ello. Nunca le he prestado mucha atención a lo que la gente piensa de mí, pero si hay alguien que está convencido de que Jack Nicholson y yo somos amantes, pues que lo siga pensando. A mí me resulta divertido". 

Una isla para él solo 

El actor, por otro lado, nunca aceptó plenamente su belleza y su cuerpo, y lo machacó duramente en la década de los 70. No solo era adicto a la comida basura y a la crema de cacahuete, sino también al alcohol. Su subida de peso fue muy comentada en Hollywood, tanto que hasta se convirtió en un motivo de burla continúa. Pero si hay algo que marcó su vida y fue el culmen de sus excentricidades, fue su isla. Porque Marlon Brando, tras rodar la película 'Rebelión a bordo', se enamoro de un atolón situado en la Polinesia Francesa: Tetiaroa. 

Convirtió esa pequeña isla en su refugio, el lugar al que huía cuando Hollywood era demasiado grande, demasiado agresivo con él. El lugar había pertenecido a la familia real de Tahití y el actor consiguió el terreno con un contrato de arrendamiento de 99 años (finalizará en 2066). Tras su muerte, la paradisíaca isla pasó a manos de su hijo, Teihotu, y se convirtió en un resort con 35 villas de lujo, conocido ahora como 'The Brando' en homenaje a la popular estrella. 

Pero no solo era una figura adicta al sexo, al alcohol y a la comida basura que tenía una isla, sino que además era un gran activista por los derechos civiles y de los nativos americanos. Cuando ganó el Oscar por 'El Padrino', declinó ir a la ceremonia, mostrando su rechazo por la representación errónea e inexacta que se daba de los nativos americanos en la industria cinematográfica de su país. En su lugar acudió la activista indígena Sacheen Littlefeather, abucheada durante la gala de premios, y con la que la Academia se disculpó años después. "No puedo aceptar este premio", comenzó diciendo en nombre de Brando. "Y las razones detrás de esto son el trato que la industria cinematográfica y la televisión dan hoy a los nativos americanos en las películas. También los acontecimientos recientes en Wounded Knee".  

Así que Marlon Brando siempre estuvo rodeado de polémica, sí, pero también de decisiones controvertidas que eran examinadas con lupa por el ojo público y por la prensa de la época. Pero lo cierto es que fue por derecho propio uno de los grandes actores de la historia del cine y su legado permanece a día de hoy, eso sí, con algunas manchas en su historial, como la polémica escena de la mantequilla en 'El último tango en París', una agresión sexual en toda regla a la actriz Maria Schneider, pactada con el director Bernardo Bertolucci.  

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