Leonor y Hortensia, la amistad entre una burra de Huelva y una sanitaria de Portugal a las que unió la pandemia

La historia de Leonor y Hortensia empieza sin Leonor ni Hortensia. Mucho antes de que las dos se conocieran, todo comienza en una casa de campo de la Sierra de Sevilla. Allí vivía una familia cuyo hijo tenía una enfermedad degenerativa. Cada cierto tiempo, viajaban a Sevilla para que el pequeño acudiera a un centro de terapia equina hasta que la enfermedad se aceleró y ya no podía moverse de casa.

Así llega Leonor a esta historia. La madre del niño decidió comprarle un pequeño burrito para que le hiciera compañía. Era una hembra de burro cruzado, muy peluda y más pequeña de lo normal. Durante un tiempo Leonor paseaba por la casa como una más, casi siempre en la habitación del niño. Hasta que un día el pequeño falleció y Leonor empezó a deambular buscándolo sin consuelo. 

"La madre tenía el corazón roto de ver al animal rondando por allí", dice Luis Bejarano, de la Asociación Burrito Feliz, que recibió un mensaje de ella pidiéndole que lo acogiera en su refugio, "quería que otras personas recibieran lo que Leonor les dio un día a su hijo y a ella". Enseguida Luis se dio cuenta de no era una burrita normal.

No todos los burros son iguales, algunos tienen lo que Luis llama el don de la misericordia. "Perciben cuándo una persona puede necesitar algo", cuenta a NIUS, "a lo mejor tú llegas normal y el animal pasa de ti, pero si llegas con algo de estrés enseguida se acerca".

Es lo que le ocurre a Leonor y por eso pronto se convirtió en uno de los animales de las terapias de bienestar emocional que la Asociación El Burrito Feliz llevaba a cabo en su Bosque Hospital de Hinojos, en Doñana, para atender a sanitarios en plena pandemia. "Empezó como una anécdota", dice Luis, "pero el boca a boca hizo que cada vez vinieran más sanitarios a pasar unos días aquí desestresándose con nuestros animales".

Y así llega Hortensia a esta historia. Aunque es española, desde hace años trabaja en Urgencias del Hospital de Faro, en Portugal. Hasta ella también llegó la fama de Leonor y por eso decidió acercarse con su coche hasta Huelva para probar. "Fue muy positiva la experiencia de recuperación emocional", explica Hortensia.

Han pasado ya tres años, la pandemia quedó atrás y Hortensia sigue viniendo a compartir tiempo con Leonor. "Los sanitarios soportamos mucho estrés y tenemos que realizar experiencias en contacto con la naturaleza porque pasamos muchas horas encerrados en el hospital".

Hortensia ya ha venido en varias ocasiones hasta Huelva para compartir tiempo con Leonor. Las últimas veces incluso vino acompañada de su familia. Sin embargo, la próxima vez quien viaje será Leonor. A finales de mes de mayo, estará en Madrid, donde un grupo de sanitarios le rendirá un homenaje en el Hipódromo de la Zarzuela para agradecerle sus servicios.

Leonor tiene ya tres años y medio, ha ayudado a centenares de personas como Hortensia a sentirse mejor. "En su impronta, los burros jovencitos se quedan con cosas que ya no olvidan en su vida", dice Luis, "una paliza, quién se la ha dado... o el hecho de cuidar de alguien como hizo esta burrita al principio de su vida". Quién sabe, quizás Leonor solo siga buscando a aquel niño a quien no pudo curar y en el camino va curando a todos los demás.

Temas