Loli necesita cargar 12 horas su silla para poder moverse: “La factura de la luz me obliga a estar en la oscuridad”

  • Loli Rubiales padece una enfermedad genética en los miembros inferiores y desde hace cinco años se mueve sobre ruedas

  • La subida de la luz obliga a esta mujer a reducir sus salidas a la calle

  • Antes iba varias veces a la semana a sus tareas de voluntariado, ahora solo puede ir una vez

Loli Rubiales tiene 43 años y vive en Málaga. Nació con una enfermedad genética, agenesia, en los miembros inferiores y desde hace 5 años se mueve sobre ruedas. La silla que la acompaña necesita batería y la subida de la luz ha condicionado su vida.

Con su pequeña pensión hace lo que puede, pero “no todo lo que me gustaría”, cuenta a NIUS Loli. La conclusión que saca es que la han obligado "a salir menos de casa”, para poder afrontar la factura de la luz.

La silla nueva que utiliza desde hace un año necesita 12 horas, como mínimo, para cargarla. No le quedó otra que cambiarla porque la anterior la dejó en mitad de la calle con la compra. “Me dio un ataque de ansiedad al verme parada sin poder moverme”, confiesa. Demasiado tiempo requiere su medio de transporte consumiendo una red que cada día alcanza un nuevo récord, en cuánto a la subida del precio se refiere.

Loli se dedica al voluntariado, antes podía ir varias veces a la semana pero ya no. Tiene que bajar el precio final de la factura como pueda. También le gusta ir a la radio en la que colabora y a la que iba dos veces por semana pero ha tenido que reducirla a una vez. Por lo mismo.

Se le han juntado varios factores que han cambiado su vida. Con la pandemia, no se atreve a subir al autobús por lo que su silla recorre más kilómetros. A ella le afecta lo que muchos ni se imaginan. Como, por ejemplo, que no haya una panadería a la que acceder en su barrio y tenga que desplazarse hasta otro comercio más lejano. Lo que inevitablemente gasta batería.

Con todos estos cambios, carga la silla una vez a la semana. Lo que se puede permitir según sus cuentas. “Hago muchos cursos para formarme pero ya he decidido que este es el último”, confiesa con enorme pena a NIUS, para recortar las horas delante del ordenador que también necesitan su carga.

En nuestra charla, se acuerda con frecuencia de los que llama “sus compañeros'', de los que asegura “muchos no pueden ni salir a pasear o ver la televisión porque no pueden pagar la factura”.

“Nos están orillando a no salir, la luz nos orilla a estar en la oscuridad”, dice Loli, quien tiene que medir cada metro que recorre pendiente siempre de si su silla tiene la suficiente carga para ir y volver a dónde sea: “Voy acojonada porque no se me encienda la luz de la batería”, reconoce, porque eso implica más horas enchufada y gestionando el tiempo que saldrá a la calle.