Mimi, a punto de ser desahuciada con dos hijas: “La fecha abierta es la tortura del siglo XXI”

  • Con una pensión de 356 euros, okupa una casa en Sants, Barcelona: "No comemos en todo el día, solo cenamos"

  • Marina (23 años) tiene dos trabajos para pagarse la universidad e Íngrid (nueve) recibe educación especial en un colegio del barrio

  • Tiene una discapacidad del 90 % y le ofrecen una habitación en una residencia de estudiantes para ella, sus hijas y su pareja

"Gracias por venir, una vez más lo hemos conseguido: ¡lo hemos parado!". Mimi celebraba así la suspensión de su último intento de desahucio, el tercero. La presión de vecinos y activistas ha logrado posponerlo un mes más, hasta septiembre, cuando la comitiva judicial y la policía vuelva a la casa donde vive sin avisar previamente: "El desahucio con fecha abierta es la tortura del siglo XXI".

Así lo vive esta barcelonesa, cuya pensión no contributiva de 356,90 euros y el endeudamiento de su pareja le han llevado, primero, a reducir sus gastos al máximo — “En casa, no desayunamos ni comemos, solo cenamos”, explica — y a ocupar con él y sus hijas una casa después. Esta es propiedad de un gran tenedor que se niega a negociar, mientras que el Ayuntamiento de Barcelona le ofrece una habitación en una residencia de estudiantes para los cuatro.

"Haré lo que haga falta para que nos quedemos en Sants", asegura Mimi, enraizada en este barrio de Barcelona por historia familiar y por necesidad: tiene una discapacidad del 90 % que limita su movimiento e Íngrid, su hija pequeña, recibe educación especial en un colegio adaptado de la zona. “Quedarnos no es un capricho, es una necesidad”.

Pregunta: ¿Se puede vivir con 356 euros?

Respuesta: Es imposible. En casa, ni desayunamos ni comemos, ni merendamos: solo cenamos. No tengo suficiente comida y mis hijas acostumbran a comer fuera, en el trabajo o en el colegio, pero estarán en casa este mes de agosto. ¿Cómo lo haré? Pues no lo sé, suplicaré, lloraré… Tengo arroz, pasta y legumbres, que es lo que dan en el Banco de Alimentos, pero nada con lo que acompañar.

P: ¿No comes hasta la noche?

R: Me tomo un té. Y si ha sobrado pan de la noche anterior, lo aprovecho.

P: ¿Cuánto dinero debéis?

R: Dejamos el piso debiendo 6.000 euros por él, mientras que las deudas con la Seguridad Social y con Hacienda, por las que tienen embargada una parte del salario de mi pareja, acaba en marzo de 2025.

P: ¿Cómo habéis acabado acosados por el drama de los desahucios?

R: Él trabajaba, pero una depresión muy profunda le llevó a acumular muchas deudas desde 2015. Yo tengo una discapacidad del 90 % y busqué mil formas de aportar más dinero, sin suerte. Nos subieron el alquiler de 900 a 1.300 euros al mes en pocos años y busqué otros pisos, pero pedían mucho dinero mientras las deudas (también en agua, luz y gas) se nos iban acumulando. Hasta que al final dije “no puedo más, tendré que okupar”.

Nos subieron el alquiler de 900 a 1.300 euros y piden mucho dinero para otros pisos. Al final me dije: "No puedo más, tendré que okupar"

P: ¿Es difícil tomar la decisión de okupar una vivienda?

R: Investigamos que no fuera de nadie para no perjudicar a nadie, porque no queríamos hacerlo. En esta casa, vivía un señor que murió hace siete años, pero no estaba en el catastro ni en el registro de la propiedad. Y lo registraron en octubre de 2019, cuando ya habíamos entrado. Al principio me daba vergüenza decir que era okupa, pero no he matado a nadie ni he hecho nada terrible: he puesto un techo sobre la cabeza de mis hijas. Y lo volvería a hacer.

P: Estás luchando para quedarte…

R: Tengo que conseguirlo, haré lo que sea para quedarme en el barrio. Por mi discapacidad, tengo a mi perra Boira que me hace de lazarillo e informes médicos que indican que, si me sacan de mi área de seguridad, no me podré mover. Mi hija pequeña recibe educación especial en un colegio adaptado de aquí y no podría ir a buscarla. Quedarme no es un capricho, es una necesidad.

P: ¿Por qué Boira?

R: Significa 'niebla' en catalán y siempre digo que ella me guía entre la niebla.

P: Y el propietario, un gran tenedor, no quiere negociar…

R: Nunca ha querido sentarse. Es un odontólogo con 17 empresas, tres inmobiliarias y varias propiedades, hasta un resort de vacaciones, he llegado a saber.

P: ¿Qué solución os ofrece el Ayuntamiento?

R: Primero fue un piso turístico, pero estaba muy lejos de Sants y no podía llegar a la escuela por mis propios medios. Era encerrarme en una prisión, no era un sitio adecuado para mis necesidades. Y luego una habitación en una residencia de estudiantes que sí, está en Sants, pero estaríamos los cuatro juntos, sin intimidad, ni baño, ni cocina, con derecho a tan solo una lavadora por semana, con adolescentes que hacen fiestas y compartiendo baño con ellos…

No he matado a nadie ni he hecho nada terrible: he puesto un techo sobre la cabeza de mis hijas. Y lo volvería a hacer.

P: ¿Y un piso de emergencia social?

R: Debo esperar dos años y medio o incluso tres. Y no puedo esperar todo ese tiempo en una habitación cuando mi hija pequeña duerme a las 21 h, la mayor estudia hasta las 3 h de la mañana, mi pareja utiliza una máquina para respirar por la noche y yo tengo problemas para descansar. Y menos en una residencia de estudiantes, cuando yo no puedo arriesgarme a contraer la covid y comprometer mis pulmones por mi enfermedad.

P: ¿Cómo lo está viviendo Marina?

R: Marina tiene 23 años y tiene dos trabajos para pagarse la carrera de Criminología: en un comedor escolar y asistiendo a niños con problemas familiares, pero gana poco más de 500 euros. Está triste, cansada, frustrada… arrastra una resaca emocional muy bestia que le hace replantearse la vida de muchas maneras.

P: ¿E Íngrid?

R: Tiene nueve años y es muy especial: es muy empática y conecta con las personas con problemas. Tiene un problema grave de aprendizaje, pero es muy inteligente y siempre dice que no tiene una discapacidad, sino que es diferente.

P: ¿Y tú?

R: Yo estoy muy cansada física, emocional y psicológicamente. Llevo dos días que lloro por nada, me están saliendo todos los nervios que no expresé durante el último lanzamiento.

P: Tus vecinos te apoyan, ya se vio este martes…

R: Y me reconforta mucho. Somos una familia pobre como las ratas porque no tenemos absolutamente nada, pero si mi vecina me pide arroz, se lo daré, y si necesita que la escuche porque tiene algún problema, también lo haré. Incluso amigos de cuando estudié primaria han venido a apoyarme porque siempre he estado con ellos.

Quedarme no es un capricho, es una necesidad.

P: Insistes en que no has matado a nadie ni has hecho nada horrible, sino que has dado un techo a tus hijas… ¿Qué piensas de que envíen antidisturbios a desahucios como el tuyo?

R: Que violan mis derechos. La Constitución dice que tengo derecho a una vivienda digna, así que hay un problema jurídico: ¿hace falta aplicar la fuerza para evitar algo amparado en la Constitución? No quiero vivir del sistema, pero ni tengo una vivienda digna ni una vida digna, y la administración se tiene que hacer cargo de mí porque no me puedo valer por mí misma, pero me dicen que me espabile. Y yo no puedo pagar 900 euros por un piso aunque sea de 40 metros cuadrados y sin una sola ventana porque no podría comer ni pagar el agua.

P: Y ahora, hasta septiembre…

R: Y en fecha abierta, sistema que un juzgado declaró ilegal, pero no quieren encontrarse a gente que me ayude a detenerlo. Un juez marcará un periodo de septiembre en el que me pueden venir a desahuciar en cualquier momento. Es la tortura del siglo XXI. Y un desahucio ya lo es de por sí. Aquí te das cuenta de que el sistema como tal está fallido. Si necesito un piso de emergencia, ¿por qué me tengo que esperar tres años cuando la emergencia la tengo ahora? Es una tortura. Te sientes un número, un expediente, una cosa. Pero no lo soy, soy una persona.