Inusual cita de cachalotes en el Estrecho este mes de septiembre

  • Los avistamientos entre la costa española de Tarifa y el Yebel Musa (Monte Musa) marroquí se suelen producir entre abril y julio

Paco Gil no es el capitán Ahab. Su barco tampoco se llama Pequod. Pero Paco comparte con el personaje de Melville una obsesión, los cetáceos. Claro que mientras Ahab busca acabar con Moby Dick, y en esa búsqueda encuentra su propia muerte, Paco sigue a los cetáceos para observarlos, y en ese seguimiento ha encontrado su medio de vida.

"Vine a pasar un puente a Tarifa y decidí cambiar mi vida y quedarme a vivir aquí. Salí con un barco de buceo y me encontré con cachalotes, vi orcas… me quedé tan fascinado que propuse a un tarifeño, mi socio José María, comprar un barco, porque esto que había aquí era grandioso", afirma Paco.

Son ya veinte años llevando a gente a avistar cetáceos en el Estrecho, pero este 2019, Paco está sorprendido. Normalmente los cachalotes se avistan entre abril y julio, pero este año, como si quisieran celebrar el segundo centenario del nacimiento de Henry Melville, se acumulan en pleno mes de septiembre en el Estrecho.

"Ayer vimos 17, hoy 20", dice Paco. "Estás estresado con el barco porque estás viendo uno y oyes ¡allí hay otro!, entonces la gente te dice como patrón ¡allí hay otro!, ¡allí hay otro!, qué estrés de cachalotes", añade.

Y allí están. Algunos, los machos, alcanzan los 18 metros de longitud y las 45 toneladas de peso. Otros, hembras e individuos jóvenes, rozan los 10 metros. El inusual espectáculo se desarrolla entre la costa española de Tarifa y el Yebel Musa (Monte Musa) marroquí.

"Las corrientes entre el Atlántico y el Mediterráneo son muy fuertes. Esas corrientes remueven todo el krill, el plancton, en el fondo del Estrecho y crean lo que dicen los marineros comezón, y al haber tanta comida hay mucha vida", señala Paco, mientras otra aleta se sumerge.

Y se sumerge mucho, el canal en el que se alimentan se encuentra entre los 600 y 800 metros de profundidad. Inaccesible para el ser humano, una zambullida para un cachalote. La aleta que acabamos de ver entrar en el agua se encamina ya hacia la oscuridad, en un viaje que durará tres cuartos de hora antes de que vuelva a la superficie a respirar.

"Lo que hacen es bucear buscando su presa, calamares gigantes, que es lo que comen ellos. Calamares que pueden llegar a 10 y 12 metros. Cuarenta y cinco minutos abajo y diez, quince minutos respirando. Suben muy cansados y se quedan respirando un rato", explica.

Pero lo que es más difícil de explicar es que hacen en el Estrecho en ese número, y en septiembre.

"Nunca hemos visto esta cantidad de cachalotes en septiembre. Hemos visto uno o dos sueltos, pero no esta concentración de cachalotes. Si están aquí comiendo es porque hay una enorme concentración de calamares", dice.

"Con el aumento de las temperaturas estamos viendo que se están produciendo cambios. Los animales cambian también sus migraciones. Si los calamares cambian su migración, los cachalotes que se alimentan de ellos también lo hacen", añade.

Es por el momento una mera hipótesis, pero está sucediendo. Comprobarla es tarea de los científicos. Paco no lo es, pero lleva veinte años observando a estos cetáceos. Moby Dick está pasando septiembre en el Estrecho.