Del uso del preservativo a la gestión de los celos: ¿cómo funciona un local de intercambio de parejas?

En el mundo del sexo y el goloseo amoroso hay todavía palabras o conceptos que son desconocidos para mucha gente o de los que solo hemos oído hablar por boca de otros, como el teléfono escacharrado. Por ejemplo, seguramente hayas oído alguna vez la palabra ‘swinger’ y te hayas preguntado en qué consiste exactamente esta forma de relacionarse con otros cuerpos y otras mentes.  

Si sabes de lo que hablamos, ya habrás pillado que el swingering o intercambio es un modelo relacional que se incluye dentro de la no monogamia, a la que también pertenecen la corriente del poliamor y otras variables de las relaciones abiertas. Entre sus particularidades, una fundamental: no existe exclusividad sexual entre los miembros de la pareja, pero sí afectiva o emocional (¿Sabes con cuántas personas nos acostamos de media a lo largo de la vida?). Vamos, que no todo el monte es orégano, como bien dice el refranero.

Pero, ¿cómo se practica? ¿Existen lugares específicamente pensados para este tipo de encuentros? Por supuesto que existen locales pensados por y para que los swingers se relacionen y se sientan seguros en este afán experimentador. Los hay en tu ciudad, aunque ni siquiera te hayas dado cuenta de que los tenías a dos palmos de narices.

Hoy te contamos cómo funciona un local de intercambio de parejas, por si te pica la curiosidad.

Lugares para los no monógamos

Nuevas sensaciones y experiencias, probar con otras personas, gusto por el ligoteo con desconocidxs, cansancio de la monogamia… en una pareja, las combinatorias posibles son muchas, aunque suelen darse bajo el paraguas de un sentimiento común: el deseo de salir de la exclusividad sexual y aventurarse con experiencias nuevas (para la carne y el deseo, sobre todo). No importa el motivo, si es consensuado y no se abre un cisma entre los dos. Luego llega la logística del asunto: ¿cómo lo hacemos? ¿Adónde se va? ¿Hay que pedir la vez, como en la pescadería?

Muchas parejas llegan a los locales de swingers con el miedo a desentonar y a no saber exactamente cómo comportarse en un entorno que, sí, es completamente nuevo y puede llegar a asustar. Claro, hay reglas, protocolos, pactos no escritos que se deben respetar, pero la mayoría dentro de lo razonable y lógico. 

Si has hablado con tu pareja y estáis pensando en practicar el intercambio, tiene que darse una conversación fundamental antes de entrar en el local, pagar tu entrada (que suele dar derecho a consumición) y descender a ese mundo misterioso. Tenéis que hablar del consenso, los límites y las libertades de cada uno. Qué aceptáis y qué no. Con qué os vais a sentir más cómodos. ¿Lleváis bien los celos? ¿Habéis trabajado en vuestra tolerancia a la frustración? ¿Sois capaces de imaginar al otro en los brazos (o a horcajadas) sobre otra persona? Conocer a fondo vuestros límites os va a ayudar.

Muchas parejas aprovechan esta nueva forma de experimentar para cumplir fantasías que han mantenido en secreto durante años: un trío con alguien que sea del agrado de ambos; una sesión de voyeurismo, en la que uno de los miembros de la pareja mira al otro practicar sexo con una persona desconocida; quizá a alguno de vosotros le dé “regomello” (malestar) alguna de las prácticas típicas de este tipo de locales y quiera poner límites antes de entrar. La comunicación es importante, tan importante que, si no se da, puede haber malentendidos o momentos más tensos que una comida de Navidad con tu tío franquista.

Las salas

La disposición de un local de swingers es tan variada como el tipo de parejas y perfiles que allí acuden, aunque suele haber una división metafórica y real para empezar a calentar el ambiente. Lo más lógico, y lo que suele pasar, es que el dueño del local o la persona encargada os explique grosso modo el funcionamiento los distintos espacios. 

Por ejemplo, puede haber una zona de copeo-discoteca donde el protocolo es ir vestido; el lugar donde las parejas se conocen, intiman o hablan de la borrasca y el anticiclón de las Azores (si no hay feeling). Habrá salas con otras reglas, donde se pueda ir desnudo, a placer. Cuartos para parejas bi. Habitaciones más recogidos para tener encuentros con otra persona (u otra pareja), sin la presencia la multitud alrededor. Si hay un cuarto oscuro, algo que suele ser habitual, también se os explicará cuando lleguéis.

Es fundamental saber qué se puede y no se puede hacer en cada espacio del local, pues una de las reglas inviolables es la seguridad de todxs. Si el ambiente se toxifica o ciertos swingers empiezan a comportarse fuera de la norma establecida, se les suele invitar amablemente a marcharse.

Las señales

El consentimiento, la aceptación, el gesto visible y evidente de “me apetece esto, y me apetece contigo”. Parece difícil en la teoría, pero no en la práctica: los locales swingers tienen protocolos muy estrictos con el bienestar de sus practicantes, y por eso hay determinados gestos que debéis conocer antes de aventuraros en sus dominios. Tocar el codo o el antebrazo y esperar una respuesta, por ejemplo.

Si esa persona nos retira la mano, niega con cabeza o se aparta, será señal de que no está interesadx. Otro gesto muy común: mostrar la palma de la mano en gesto de advertencia y mirar al suelo, indicando que no estamos cómodxs. El rechazo siempre debe ser franco, pero también sutil, para no romper el buen ambiente. Esto también aplica al momento del encuentro sexual: se puede parar en cualquier momento si no nos sentimos cómodos.

Protegerse

No está de más recordar uno de los puntos fundamentales: proteger y ser protegido. Utilizar preservativo es absolutamente obligatorio. La higiene personal, imperativa también (el local cuenta con baños y duchas)