Cómo identificar que es el momento de cambiar de trabajo: consejos prácticos
Existen señales claras y evidentes que, según los expertos, son las que nos chivan que es hora de dar el salto
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En un entorno laboral cada vez más exigente, mantenerse alerta a las señales de agotamiento profesional puede marcar la diferencia entre una lenta agonía y un cambio oportuno. Decidir cambiar de empleo no debe responder a una reacción impulsiva, sino a una valoración consciente de señales claras y evidentes que, según los expertos, son las que nos chivan que es hora de dar el salto.
Las señales que demandan un cambio
Uno de los primeros signos reveladores es el estrés crónico que afecta la salud física o emocional. El insomnio, la ansiedad, fatiga persistente o las alteraciones del apetito son señales inequívocas de que el trabajo está afectando a nuestro bienestar. Distintos estudios de salud laboral alertan de que la presencia de estos síntomas de forma prolongada puede derivar en problemas más serios, como depresión o enfermedades cardiovasculares.
Otra pista clave es la desmotivación constante. Cuando la jornada laboral se siente eterna, y cada lunes aparece ese malestar anticipatorio, también conocido como el "síndrome del domingo" (que es el cerebro advirtiendo que algo no encaja), es el momento. Cuando las tareas laborales del día a día se convierten en una rutina vacía y nuestra productividad de desploma, es momento de levantar la mano. Esta falta de propósito, acompañada de unos niveles de entusiasmo mínimos y un escaso aporte al equipo, son síntomas inequívocos de estancamiento.
El tercer indicador es que haya desaparecido el crecimiento profesional y las metas restantes queden fuera de alcance. Si la empresa en la que estamos ya no promueve la formación, ni ofrece mentorías, planes de carrera, ni ofrece nuevos desafíos, permanecer en ella supondría renunciar a nuestro desarrollo laboral, con lo que el cambio está más que justificado. Esta falta de proyección es un escollo tal que es capaz de frustrar a cualquier profesional con aspiraciones.
En los casos en que el ambiente de trabajo se vuelve tóxico, ya sea por faltas de respeto, conflictos no resueltos o mala gestión, aparece otro motivo sólido para replantearse la situación. Un entorno así no solo drena la salud mental, sino que también erosiona la resiliencia individual. Los consultores señalan que si los valores de la compañía han cambiado y ya no sintonizas con ellos, el desencanto puede convertirse en motivo suficiente de cambio.
Una reflexión profunda antes de dar el salto
Además de estas señales, en nuestro tejado queda darle ‘una pensada’. Hay que preguntarse si se han agotado las posibilidades dentro del puesto actual, antes de actuar Antes de materializar el cambio conviene explorar si hay espacio para reorientarse o redefinir funciones. Si tras este ejercicio se sigue sintiendo rechazo a ir a trabajar o un vacío anticipado, probablemente sea el momento de planificar la salida .
Cuando se detectan varias de estas señales, por ejemplo estrés persistente, desmotivación, falta de crecimiento y clima laboral adverso, los expertos recomiendan planear el cambio de forma estratégica. Esa planificación incluye actualizar el currículum, investigar el mercado, y contactar con aquellas empresas que nos resulten de interés o redes profesionales a nuestro alcance. Asimismo, es recomendable mantener discreción hasta tener una oferta confirmada; desde UGT aconsejan avisar con antelación, pero no difundirlo internamente antes del momento adecuado .
Por último, es importante abordar la transición con autocompasión y cuidado personal. Cambiar de trabajo implica adaptarse a una nueva cultura, compañeros o lugar físico, circunstancias que generan estrés por sí mismas. Por ello, se aconseja mantener rutinas saludables —ejercicio, descanso, pausas— y ensamblar una red de apoyo emocional .