"Mi hijo está empezando a pegar": las herramientas de varias psicólogas infantiles para gestionar este problema
Entre los dos y los cinco años es habitual que los niños se peguen entre ellos, y nuestra respuesta puede determinar que se repita o no
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Insultos, palabrotas, manotazos, empujones, peleas... La escuela infantil y un parque puedes parecer un ring imposible para algunos padres y madres que se encuentran muy perdidos antes situaciones como estas. ¿Qué hacer si tu hijo pega? Según la crianza positiva, un estilo de crianza que se centra en el respeto de los niños, la comunicación y la empatía, además del refuerzo positivo, la principal herramienta de la que puedes tirar si tu hijo pega es la comprensión, porque, como aseguran los expertos, es normal que se produzcan peleas en torno a los dos y cinco años.
"Las peleas entre las crías de los mamíferos forman parte del aprendizaje social, primero son peleas cara a cara donde se aprende control de la fuerza y a interpretar las expresiones, y a cierta edad pelan con insultos, a ver quién dice cosas más extrañas u originales o brutas, este tipo de insultos forman parte del aprendizaje social, aprenden sobre el impacto de las palabras, como pueden herir o causar risa. Estos intercambios son inofensivos y esta etapa se da entre los 5 y 7 años. Si el insulto busca deliberadamente hacer año, les tenemos que ayudar a ponerse en el lugar del otro, ayudarles a inferir en cómo puede sentirse el otro, como se sentiría él", señala Cristina Cortés, psicóloga infantil especializada en trauma, apego y regulación emocional, y autora de títulos de referencia como 'Mírame, siénteme'.
Es relativamente común que los niños pequeños, especialmente entre los 2 y 5 años, recurran ocasionalmente a la agresión física cuando no saben cómo expresar sus emociones o resolver conflictos
La clave: ayudarles a saber expresar sus emociones
Pero, ¿qué ocurre cuando se pasa de la agresión verbal a la física? ¿En qué franjas de edad es más normal que suceda y en qué franjas no es ya tan normal? Tal y como explica en una entrevista para la web de Informativos Telecinco, es relativamente común que los niños pequeños, especialmente entre los 2 y 5 años, recurran ocasionalmente a la agresión física cuando no saben cómo expresar sus emociones o resolver conflictos.
"No tienen vocabulario para negociar, y morder, pegar patadas...puede ser su única forma de expresar su malestar. En esta etapa, aún están desarrollando habilidades de autocontrol y comunicación. A medida que crecen, entre los 6 y 8 años, deberían ir aprendiendo a gestionar mejor sus emociones y a resolver conflictos de manera más pacífica y hacer uso de las palabras para decir cómo se sienten", añade.
Si la agresión física persiste o aumenta después de los 8 o 9 años, se debería explorar qué estados emocionales la están motivando y propiciarles la ayuda adecuada para resolver los conflictos emocionales. "Diferentes conflictos emocionales pueden llevar a las agresiones como sufrir acoso, que puede expresarse en explosiones y agresividad mal contenida en casa. O el sobreuso de pantallas puede generarles una crispación continua que termina expresándose en menos tolerancia y conductas más agresivas".
Es importante entender que el paso de la agresión verbal a la física suele estar relacionado con la frustración y la falta de herramientas para gestionar emociones intensas. Los niños pueden sentirse abrumados por sentimientos que no saben cómo manejar y recurrir a la agresión hacia compañeros, u objetos es una forma de liberación de esas tensiones.
Qué debe hacer el adulto: mantener la calma
Uno de los primeros consejos que da la psicóloga infantil, Angélica Joya, autora de libros como 'Educar sin desesperar' (Planeta, 2023) es mantener la calma. "La respuesta útil cuando un niño dice una palabrota es reaccionar con calma y naturalidad, explorar lo que sabe y darle la información que necesita al respecto. Se trata de reaccionar exactamente como si te estuviera preguntando por qué nieva". ¿La razón? Si te alteras o respondes de una forma muy brusca, exclamando cosas como "¡Esto no se dice!", seguramente consigas el efecto contrario, es decir, que la escena se repita.
Ante una falta de respeto, hay que contestar de forma contundente pero con respeto. "Es obvio que no puedes obligar a nadie a respetar, pero lo que sí puedes hacer es establecer un límite muy claro y transmitirlo con calma, que manifestarás mediante un tono de voz pausado, cercanía física, y a ser posible, con contacto visual". Pero, sobre todo, hay que hablar de lo que ha motivado a tener determinada conducta, por qué y cómo se ha sentido al hacerlo. Y, sobre todo, no gritar. Los gritos normalizan la violencia.