La neurociencia detrás de no encajar en el sitio en el que has nacido: "Te sientes extranjero en tu propia casa"
La psicóloga clínica Anna Sibel aborda un fenómeno social poco común: "Hay gente que no coincide con el 'sistema operativo' de su país"
La psicóloga Anna Sibel explica por qué somos diferentes por chat y en persona: "Los introvertidos son más extrovertidos por chat"
La identidad cultural y el sentido de la permanencia es algo que muchos dan por sentado. Social e históricamente hablando, siempre se ha atribuido que una persona que nace --o se cría-- en un lugar con unas costumbres determinadas, unos modos de vivir la vida y de entender el mundo y, en su conjunto, un constructo de tradiciones y valores, va a comulgar con ellos. No obstante, existe un fenómeno --poco visible-- que tiene como base la disociación de la pertenencia.
¿Alguna vez habéis conocido a alguien que ha dicho que ha nacido en un país pero que siente que no pertenece a esa sociedad? La psicóloga clínica Anna Sibel arroja luz sobre este fenómeno con la siguiente metáfora: "si tu cerebro es un iPhone, tienes Android instalado". ¿Por qué sucede esto?
¿Qué es lo que condiciona la forma de ser de una persona?
"Tu cerebro se forma en los primeros años de vida basándose en dos fuentes principales: la genética que heredas y el ambiente que te rodea", explica Sibel. Sin embargo, "a veces la genética viene con 'instrucciones' que no tienen nada que ver con el contexto en el que naciste. Estudios demuestran que nacemos con predisposiciones hacia ciertos valores, como si viniésemos con un 'manual de usuario' específico", recalca.
¿Y cuándo se produce esta disonancia? "El problema llega cuando ese 'manual' está escrito en un idioma que tu entorno no habla", explica. ¿Significa esto que estamos haciendo algo mal? ¿Que estamos rotos? "Simplemente hay que dejar de forzar la compatibilidad y adaptar y conocer nuestra forma de ser. El objetivo aquí no es encajar a la perfección, sino que funcionemos siendo auténticos", remarca.
Esta disonancia cultural y social, más allá de las bases que ilustra Sibel, tienen síntomas que se manifiestan en cómo nos sentimos en el ambiente que sentimos que no es nuestro.
Los síntomas de la disonancia cultural
La experta pone encima de la mesa 5 dimensiones:
- Agotamiento social constante: Nuestro cerebro gasta más energía de la necesaria cuando interactuamos con personas de ese sitio, por el simple hecho de que intenta adaptarse constantemente.
- Síndrome del impostor permanente: Sentimos que actuamos para encajar, que estamos interpretando un papel que no es nuestro.
- Atracción a todo lo que viene de fuera: Nos emocionamos con culturas extranjeras, países y lugares remotos y nos entusiasma la idea de pensar que hay personas, estilos de vida y formas de entender el mundo completamente diferentes a las nuestras. Queremos conocerlas y esto es lo que nos mantiene con la "llama" de nuestro cerebro encendida.
- Fatiga de traducción: El cerebro gasta demasiada en energía en "traducir" el contexto real con el que nosotros en realidad sentimos.
A estos, también añade el factor de "la trampa de la conformidad forzada". "Aprendemos a mimetizarnos con el entorno, pero ese proceso forzado de adaptarse genera un coste psicológico brutal, lo que puede llegar a desencadenar en ansiedades y depresión", explica.
Cómo se puede 'solucionar'
Del mismo modo que ya se tienen las bases y los síntomas, la experta explica que "la mejor noticia es que el cerebro, al ser plástico, se adapta toda la vida"."La reprogramación es posible con cuatro elementos básicos":
- Hay que aprender a reconocer cuáles son los valores y elementos que realmente encajan con nuestra forma de ser.
- También hemos de encontrar cuál es nuestro ecosistema: personas, comunidades, actividades y contextos con los que nos sintamos a gusto.
- Tenemos que saber adaptar nuestra conducta en función del contexto por practicidad y conveniencia.
- No hay que culpabilizarse por ser como somos: simplemente hay que entender que tenemos un 'sistema operativo' diferente.