Teresa Lafragua colecciona más de 1.600 muñecas, casi tantas como vecinos hay en Artziniega, y las expone en el museo del municipio

La muestra del museo Santxotena, con más de 1.600 muñecas, de las que 500 son novedad este año
Una muñeca con vitíligo, único juguete español nominado a los Óscar de la juguetería
Vitoria-GasteizEn Álava hay un pequeño pueblo que tiene casi el mismo número de vecinos que de muñecas. Sí, han leído bien. En Artziniega, según datos de 2024, hay censados algo más de 1.800 residentes que conviven en el municipio con, ni más ni menos, que 1.600 muñecas. Todas ellas, pertenecientes a una sola vecina.
Teniendo en cuenta que a esta horda de inertes seres se les ha sumado, en el último año, ni más ni menos, que medio millar de ejemplares, no es difícil imaginar que en breve las muñecas superaran a los vecinos. Pero que nadie se asuste, porque además de ser inofensivas, están todas ellas a buen recaudo en un museo.
En concreto, en el Museo Santxotena que acoge la tercera edición de una muestra, única en el mundo, en la que se exhiben 1.600 muñecas, innumerables piezas de atrezzo, como cochecitos de los años 30 o caballitos de juguete antiguos.

“El primer año fueron 600, el segundo 1.200 y ahora superamos ya las 1.600 muñecas, de las que 500 se muestran por primera vez”, rememora Teresa Lafraga, comisaria de la exposición 'Despertar de una nostalgia’, que podrá visitarse hasta el 17 de agosto, en el Taller-Museo Santxotena de Artziniega.

Quienes durante esos días, traspasen las puertas de este espacio podrán ver desde “una muñeca de cartón piedra de finales del siglo XIX” a algunos de los últimos modelos que se han comercializado. El cambio, a nivel estético, “es muy fuerte”: los materiales (cartón, caucho, porcelana, madera, goma...), las texturas, las facciones y la ropa muestran de forma palmaria el paso del tiempo, pero Teresa va más allá, “se trata de un viaje emocional, cultural y social”.
Estereotipos y discriminación
Así, la exposición se concibe como “una mirada crítica” y una reflexión sobre “los estereotipos impuestos desde la infancia”. A Teresa que, de niña prefería las canicas, la bici o trepar a un árbol que jugar a las muñecas, su colección le permite mostrar la manera en que la sociedad miraba a la mujer, “casada, con hijos y cuidando de la casa”.

Pero también, otros aspectos como el racismo, “siempre ando buscando muñecas de raza negra, pero lo cierto es que de las 1.600 habré podido reunir menos de 60”, la diversidad en el mundo de los juguetes “no existía” y “cuidado que un niño no quisiera jugar con las muñecas de su hermana porque le sacaban cantares”.

Las piezas que componen esta muestra las ha ido adquiriendo Teresa en rastrillos, ferias de muestras y comercios de medio mundo. Las últimas las adquirió en la Plaza del Castillo de Pamplona, “un día que llovía muchísimo, pero vi tres muñecas de reojo y no pude evitarlo”, sus primos que la acompañaban en aquel momento, “ya me conocen y supieron en seguida a dónde iba”, bromea. Otras muñecas han llegado de donaciones, por ejemplo, Juan Carlos de Portugalete (Vizcaya) le confió las muñecas que habían pertenecido a su madre, “me dijo que sabía que aquí estarían bien cuidadas”.

Antes de mostrar su mejor imagen a los visitantes, hay un laborioso trabajo previo para limpiarlas, peinarlas, coserles la ropa y, por supuesto, “pasar por enfermería para arreglarles una pierna rota o una cuerda desgastada por los años”. Lafragua solo lamenta que sus muñecas no puedan hablar, de hacerlo podrían contar innumerables historias, “porque han sido ya jugadas”.

A la cuidada selección de muñecas y complementos que comparten los 1.000 metros cuadrados de espacio del museo, junto a las esculturas de Xabier Santxotena y que se exhiben ordenadas por décadas, hay que sumar aquellas que permanecen guardadas en la biblioteca y la entreplanta: “Las muñecas en cajas no ocupan mucho, pero hay cochecitos, caballitos y todo tipo de piezas de atrezzo que requieren de más espacio”, relata Lafragua, que aún se sorprende cuando algún visitante confiesa que las muñecas de porcelana le dan miedo, “pero si son preciosas, no lo entiendo”.

Le preguntamos a Teresa sobre su muñeca predilecta, pensando que será difícil quedarse con una sola de todas las criaturas que ha ido reuniendo con los años, pero ella no duda, “la de mi primera comunión”, una muñeca articulable, con ojos durmientes y que “me la regalaron en una época, en la que no era habitual tener ese tipo de muñecas, pero una amiga de mis padres de Bilbao, era de familia de posibles, y me la trajo”. Desde entonces la ha conservado, “siempre la recuerdo en casa”, ahora ella también forma parte de la exposición.
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