Descubrir a Giorgia Meloni: la estrella de la extrema derecha que siempre se ha sentido inadaptada

  • Ganadora de las generales italianas con el 26% su rol evoluciona: desde la oposición, a la campaña electoral y, ahora, al gobierno

  • Obsesión por perfeccionismo, militante desde los 15 años, una vida en la política y un sentimiento de inadaptada que aún la acompaña

  • Ahora se esfuerza en la formación de un Ejecutivo que la encuadre como una liberal conservadora, no como una radical

El término de “la premier in pectore”, locución latina que significa “una designación o cargo que aún no es oficial”, es el que más acompaña a Giorgia Meloni durante esta semana. Así se habla de la líder de Hermanos de Italia, la que será la próxima primera ministra del país transalpino y que aún se encuentra en las horas previas al encargo institucional, que debe partir del Presidente de la República, Sergio Mattarella, y que llegará más pronto que tarde. La noche del domingo consiguió algo que llevaba soñando toda su vida, desde que fue una adolescente que, con 15 años, encontró por primera vez su lugar en el mundo en la militancia posfascista hasta que su sueño de poder se materializó. Marcando, además, un acontecimiento histórico en Italia: la primera presidente del Consejo de Ministros mujer. Pero su recorrido político, desde la militancia, a la vicepresidencia de la Cámara de Diputados a 29 años, a convertirse en la ministra más joven del país con 31 en un Gobierno Berlusconi o a la irrelevancia política en la oposición antisistema desde hace años, comparten un factor que ella se esmera en repetir: la perseverancia. Una palabra fundamental para Giorgia Meloni, la líder de extrema derecha que gobernará Italia en uno de los momentos más complejos de su historia y que asusta más a nivel internacional que en su propio país.

Giorgia Meloni se presentaba al mundo como “una mujer, una cristiana, una madre, una italiana” en un discurso repetido en italiano, y luego viralizado en su versión en España, que sirvió como carta de presentación al mundo sobre su dureza. Pero la líder de extrema derecha es, sobre todo, romana. Nacida en un barrio “bien” al norte de la capital ve su vida marcada por dos grandes acontecimientos: el abandono de su padre, al que cerró la puerta de su vida definitivamente a los 11 años, y el incendio que sufrió con su hermana mientras jugaban siendo niñas. El segundo la hizo mudarse a la Garbatella, el barrio de sus abuelos, donde se crio con su madre y su hermana tras perderlo todo. El primero marcó para siempre su personalidad de “inadaptada” que ella misma describe en su autobiografía top ventas en Italia, ‘Io sono Giorgia’ (Yo soy Giorgia en español). “La constante necesidad de estar a la altura, de ser aceptada sobre todo en un ambiente masculino, además del terror a defraudar a quienes creen en mí, probablemente provenga del desamor que nuestro padre nos reservaba”, escribe en el libro. En ese “nosotros” se incluye la persona que más necesita y más consulta Giorgia Meloni, su hermana, Arianna, de 47 años y 18 meses más mayores que la futura premier. Su compañera de batalla. 

Sobre su carácter y su “ser mujer” habla también Alessandra Bocchetti, histórica feminista italiana. “Su rebeldía ha sido salir del guion que la historia escribe para las mujeres. Su voluntad de ser líder, de ser autónoma incluso de los juicios de sus propios aliados”. Aspecto que se puede percibir de sus discursos, que confirma también en libro: “Las posiciones incómodas son las que siempre me han parecido más cómodas”. Prueba también su autobiografía, como señala Bocchetti, que la relación tan estrecha con su madre, su hermana y que haya dado a luz a una niña hace que crezca con una tremenda fuerza “femenina” -no feminista-, rodeada por un matriarcado conservador. Lamenta, sin embargo, que los valores por los que lucha no sean los adecuados para emancipar a la mujer. Esta dualidad le ha ayudado a alimentar el “womenwashing”, derivado del término ‘greenwashing’ por el que las empresas hacen un lavado de imagen ambientalista. En su ascenso político imparable su aspecto femenino ha sido fundamental: alimentaba su carácter rupturista y, al mismo, tiempo, aunque pueda parecer paradójico, ofrecía confianza por ser mujer, “como una madre”, como a ella le gusta repetir, “que cuida a un país como a un niño". Una visión que infantiliza la sociedad y que muchos han criticado durante estos meses. 

Habla en muchas ocasiones en su relato en primera persona de su “sentimiento de insuficiencia” desde la niña que fue a la adulta que compulsivamente repasa cada uno de sus pasos. Aspecto caracterial marcadísimo que su hermana confirma en una entrevista de las últimas horas en el periódico italiano La Stampa. “Es demasiado perfeccionista. Si dices algo más en inglés se enfada y te corrige. Su perfeccionismo hace que no se sienta nunca suficientemente preparada. Conozco bien sus miedos y sus ansiedades pero sé que no la frena nadie”, respondía al diario. De ese carácter obsesivo saca también su fuerza, a veces compulsiva, a veces desmesurada -como ella se autovaloró tras el discurso en España con VOX-. Un aspecto en el que coinciden aquellos que la han conocido de forma más cercana. Gennaro Sangiuliano, director del informativo del segundo canal de la RAI, que dice conocer mucho a la líder comparte esta idea. En una conversación reciente con corresponsales destaca su “evolución personal” que, dice, encaja con una moderación necesaria para entrar en política. “Las personas que la han votado es porque tienen una gran demanda de eficiencia del sistema político italiano y han visto en ella un personaje del que fiarse”, dice. En cuanto a su carácter destaca dos cosas fundamentales: escucha mucho a su interlocutor y lleva siempre una libreta en la mano donde coge notas de todas las conversaciones que tiene a lo largo del día. El periodista se encuentra en la lista de posibles ministros de Cultura para este nuevo Ejecutivo.

 

Aunque su llegada a las instituciones obligue a una “moderación” dada por el propio sistema, su trayectoria política es su mayor enemigo dentro y fuera de Italia. La recuerda el politólogo Enrico Calossi de la Universidad de Pisa, para este perfil. Comenzó en su militancia política en Movimiento Social Italiano y el posterior Alianza Nacional, ambos partidos herederos directos de Mussolini pero que hicieron el "borrado de memoria fascista" en el que renunciaba a esos valores para entrar en el esquema de la democracia. Calossi explica cómo ella en aquel momento coincidió a la perfección con el cambio del partido, existían otras sensibilidades en el partido pero ella no se posicionó nunca con los más nostálgicos. Esa fue una de sus grandes decisiones para mantenerse fuera del radicalismo. El verdadero peligro, explica Calossi, al que nadie mira, critica el experto, es su política fiscal que puede aumentar mucho la deuda de Italia y también su mirada retrógrada con los derechos civiles. A pesar de que ha insistido en no querer modificar la ley del aborto en Italia -lo ha dicho de forma explícita en varias entrevistas-, los pasos dados ya en las dos regiones en las que gobierna su partido marcan una estrategia “silenciosa” en la que, sin tocar la ley, la pueden dotar de herramientas para convertirla en casi inaccesible. La líder, más que post fascista, se puede definir como una “nacionalista y soberanista”, insiste el politólogo. Un debate, el del término para definir a Meloni, aún abierto tanto en Italia como en la prensa internacional.

Otra de las personas que más la conoce es Roberto Giachetti, que lejos de ser un dirigente de su partido, es, según lo ha definido Meloni “su amistad más duradera con un adversario político”. El líder de centro izquierda, ahora parlamentario con el partido de Matteo Renzi Italia Viva, responde al teléfono contento al responder sobre la líder de Hermanos de Italia. “Me he siempre enfrentado a ella políticamente, incluso cuando ambos éramos candidatos a la alcaldía de Roma, pero eso no me ha impedido una lealtad que proviene de nuestra amistad”, dice. Es una de las personas que en estos días cruciales ha podido cruzar unas palabras con la futura premier. “Le he dicho que no querría estar en sus zapatos”, dice riendo. La define como una persona dotada de una gran “auto ironía”, aspecto que para el parlamentario confirma su gran inteligencia. Pone en duda el discurso que ella vende siempre y que repite en su libro: “Yo no he sufrido grandes discriminaciones en mi carrera”. Giachetti confirma en primera persona que la política es sin duda un lugar machista y, más si cabe, en un partido tan conservador como el suyo. “Le digo todo lo que pienso, a veces le escribo para llamarle la atención si algo no me ha gustado. La última vez que lo hice fue cuando publicó el vídeo de la mujer que había sido violada por un inmigrante. Le dije: esta podías habértela ahorrado”, explica. Confirma algo que estos días se ha percibido enormemente en Italia: Giorgia Meloni se moderará para no ver pasar el tren del poder en otro, sería el enésimo, efímero gobierno en Italia.

Una idea que comparte Alessandro Giuli, periodista e intelectual de derechas, que define la estrategia de estas últimas semanas, ahora mucho más marcada, de Giorgia Meloni de la siguiente forma: es como si la función, el cargo, crease al cuerpo, en este caso a la autoridad, conformase a la primera ministra. “La función que desempeña crea, casi siempre, en un líder político una responsabilidad. Ella ha entrado en la modalidad gubernativa, ha superado la electoral. Lo vimos la noche de la victoria, en la que habló a su clase dirigente, les pidió que no celebrasen esa noche, porque no había tiempo, empezaba la era de la responsabilidad. Era una manera de evitar que los propios militantes saliesen a la calle esa noche, y entre ellos algún nostálgico del fascismo que le hiciese quedar mal con un brazo en alto, pero sobre todo estaba orientada a enviar un mensaje el mundo: hay que pensar a la coyuntura internacional que vivimos, a la dificultad, no se puede montar una fiesta”, dice Giuli. Ahora Giorgia Meloni prepara un nuevo gobierno donde deberá contentar a sus socios, Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, mientras convence al mundo que su postfascismo y euroescepticismo son cosa del pasado.