El crimen de José Ismael Rosado: una salida nocturna por Chueca, un hotel de lujo y una sumisión química que nadie vio venir
El empresario José Ismael Rosado murió por sumisión química el 30 de octubre de 2021 en Madrid: dos hombres fueron condenados
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La mañana del 30 de octubre de 2021, el personal del Hotel Palace de Madrid alertó a las autoridades tras no obtener respuesta del huésped que se encontraba en la habitación 541. La estancia estaba algo desordenada y, sobre la cama, un hombre permanecía inmóvil, sin signos visibles de violencia. En ese momento se abría un gran interrogante: ¿qué había ocurrido allí durante la noche?
El fallecido era José Ismael Rosado, un empresario puertorriqueño de 42 años afincado en Miami, en Estados Unidos. Había viajado a Madrid por motivos laborales y para reencontrarse con un amigo, mientras su marido (con quien mantenía una relación abierta) permanecía en Florida. Para quienes lo conocían, aquel viaje no tenía nada de extraordinario, formaba parte de la rutina de alguien habituado a moverse con soltura entre ciudades y compromisos profesionales.
En un primer momento, la policía no descartó una muerte natural. Sin embargo, los análisis toxicológicos y el examen detallado de la habitación pronto dibujaron un escenario distinto.
La noche en la que sucedió todo
José llegó a España procedente de Miami y fue a visitar a un amigo a Córdoba. Un día después regresó a Madrid y decidió visitar por la noche el barrio de Chueca, un lugar que conocía y donde se sentía cómodo por su ambiente diverso y abierto. Allí inició conversaciones informales con varias personas, disfrutando de un ambiente distendido como había hecho en otras ocasiones.
En algún momento de aquella madrugada del 29 al 30 de octubre de 2021, conoció a dos hombres con los que pareció conectar de manera natural. Las cámaras de seguridad del hotel registraron a José entrando junto a ellos en la habitación 541 del Hotel Palace sobre las 05:00 horas. Nada en su comportamiento o en el de sus acompañantes permitió anticipar lo que ocurriría poco después.
Según la investigación judicial, una vez en la habitación los dos hombres vertieron GHB -el conocido "éxtasis líquido"- en una botella de vino sin que José se diera cuenta. El empresario bebió e ingirió una dosis muy superior a la tolerable por el cuerpo humano. Fue lo suficientemente potente como para anular la voluntad de una persona en pocos minutos. Una hora más tarde, los acompañantes abandonaron tranquilamente el hotel llevando consigo una bolsa que no tenían a su llegada, tal y como registraron las cámaras de seguridad.
El hallazgo del cuerpo de José
Cuando llegó la mañana, sobre las 10:00 horas, los empleados del Hotel Palace intentaron contactar con José después de que no respondiera a las llamadas ni a los avisos de recepción. Fue entonces cuando, tras alertar a la Policía, se encontró el cuerpo sin vida del empresario. Estaba tumbado en la cama, sin signos de violencia aparentes ni indicios que sugirieran una pelea o un episodio brusco. En apariencia, podía tratarse de una muerte súbita mientras dormía.
Sin embargo, varios detalles alteraron esa primera impresión. Algunos objetos personales habían desaparecido, entre ellos su teléfono móvil y su cartera. Además, los investigadores encontraron una sustancia en un vaso que se pidió analizar y que a posteriori se comprobó que era GHB. Casualmente, el amigo con el que visitó Córdoba avisó aquella jornada al 112 después de que la pareja del empresario le dijera que no sabía nada de él y que había recibido avisos de cargos de su tarjeta sospechosos.
Una vez se realizó la inspección en el hotel, la autopsia resultó definitiva. Los forenses detectaron niveles letales de GHB combinados con alcohol, una mezcla que podía provocar fácilmente una parada cardiorrespiratoria. La cantidad y pureza de la sustancia superaban con creces los márgenes de seguridad conocidos. Es decir, todo apuntaba a que el consumo no fue voluntario. Para los investigadores, aquello ya no era una muerte natural. José había sido víctima de sumisión química con resultado mortal.
El juicio y la condena de los acusados
La policía identificó a los dos hombres que aparecían en las cámaras del hotel: Mohamed C. y Mihail V.. Tras meses de investigación, ambos fueron detenidos al vincularse con otros episodios similares en los que se utilizó GHB para anular a víctimas y robarles. Las pruebas acumuladas permitieron reconstruir los hechos con precisión.
El juicio, celebrado en 2023, reunió testimonios, análisis toxicológicos y la secuencia de imágenes captadas en el hotel. La Fiscalía defendió que los acusados actuaban siguiendo un patrón claro: abordaban a hombres en zonas de ocio, les suministraban droga sin que lo supieran y aprovechaban la pérdida de movilidad para robar sus pertenencias. José, sostuvieron, no fue una excepción, sino una víctima más dentro de esa estrategia criminal.
El jurado los declaró culpables de homicidio, robo con violencia y estafa leve. Mohamed C. fue condenado a 15 años y medio de prisión y Mihail V. a 14 años. La sentencia también fijó indemnizaciones de 150.000 euros para la pareja de José y 100.000 euros para su madre. En julio de 2024, el Tribunal Supremo confirmó íntegramente las condenas y rechazó todos los recursos de la defensa.
El recuerdo de José, su vida personal
Detrás del caso judicial estaba la historia personal de un hombre que había construido una carrera sólida y admirada. Tras años de dedicación en el sector naval, José llegó a ocupar el cargo de consejero delegado del histórico astillero Hijos de J. Barreras, uno de los retos profesionales más complejos y exigentes de su trayectoria, según varios informes. Su vida transcurría entre Miami y viajes frecuentes que asumía con disciplina y entusiasmo.
Quienes trabajaron con él lo recuerdan como alguien brillante, metódico y comprometido, capaz de afrontar decisiones difíciles con calma y claridad. Pero, más allá del mundo empresarial, era una persona cercana, extrovertida y generosa, alguien que disfrutaba de las conversaciones largas, de los viajes y de la sensación de estar siempre en movimiento.
Su muerte dejó una herida profunda entre familiares, amigos y colegas. A muchos les impactó no solo la violencia silenciosa del método que terminó con su vida, sino la evidencia de una vulnerabilidad que hasta entonces había pasado desapercibida. Con el tiempo, el caso de José Rosado se convirtió en un símbolo involuntario de la lucha contra la sumisión química, una práctica delictiva cuya peligrosidad quedó expuesta de forma dolorosa en el Hotel Palace de Madrid.