Gripe

Por qué la gripe arrasa este año: "Aún no hemos tocado techo y la Navidad puede agravar la curva"

Varias personas con mascarillas, en el Hospital Clínic de Barcelona, en el pasado mes de enero
Varias personas con mascarillas, en el Hospital Clínic de Barcelona, en el pasado mes de enero. David Zorrakino / Europa Press
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Estamos ante una epidemia de gripe adelantada respecto a lo habitual. En solo una semana, los diagnósticos en Atención Primaria han aumentado un 103,2%, hasta una tasa de 349,5 casos por cada 100.000 habitantes. La semana anterior eran 172. El ascenso es especialmente marcado en niños y adolescentes, según el último boletín epidemiológico del Instituto de Salud Carlos III.

La situación plantea varias preguntas: por qué la gripe ha irrumpido con tanta intensidad este año, si es más letal que en temporadas anteriores y hasta qué punto las vacunas ofrecen protección suficiente. A todas ellas responde Luis Franco Serrano, doctor en Inmunología y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

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Pregunta (P): ¿Qué factores están haciendo que este año la gripe esté circulando con tanta fuerza?

Respuesta (R): La explosión de casos que estamos viendo tiene una explicación biológica: el virus ha cambiado su llave de entrada a nuestras células. La gripe utiliza una proteína externa, llamada hemaglutinina, para anclarse al ácido siálico de nuestras vías respiratorias (nariz y garganta) y la cepa actual ha sufrido mutaciones críticas en esta proteína que han provocado dos efectos simultáneo.

Por un lado, el virus ha ganado capacidad de infección y por otro, ha mejorado su capacidad de camuflaje. La superficie del virus ha cambiado de aspecto ligeramente y esto despista a nuestro sistema inmunológico, especialmente a los anticuerpos, que ya no reconocen al virus porque buscan una estructura que ya no existe, permitiéndole burlar defensas.

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P: ¿La nueva variante subclado K del virus gripal H3N2 es más transmisible incluso en las personas vacunadas?

R: Sí, lamentablemente esta variante está logrando infectar mejor también a personas vacunadas, y la explicación reside en una carrera contrarreloj que el virus ha ganado este año al sistema de fabricación de vacunas.

Para entenderlo, hay que mirar el calendario. La vacuna que nos estamos poniendo ahora se diseñó en febrero, durante la reunión semestral de la OMS y la red de vigilancia mundial de la gripe (GISRS).

En ese momento, los expertos acertaron al predecir que la familia del virus protagonista sería la H3N2, basándose en lo que ocurría en el hemisferio sur. Sin embargo, el proceso industrial para fabricar vacunas —que requiere cultivar el virus en millones de huevos de gallina— es lento e inamovible: tarda seis meses.

Durante ese medio año de proceso industrial, el virus no se quedó quieto. La actual "variante K" (con su mutación T135K) surgió o se volvió dominante después de que las fábricas ya estuvieran produciendo las dosis.

Esto ha provocado un desajuste temporal: la vacuna se fabricó contra el virus dominante en febrero, pero la variante actual ha cambiado su aspecto lo suficiente para burlar a los anticuerpos, nuestra defensa más específica y que mejor evita la infección. Por eso la eficacia contra el contagio es moderada o baja: la vacuna no actúa como un escudo impenetrable y permite que el virus entre.

No obstante, la vacunación sigue siendo un éxito. Aunque el virus logre infectar (saltándose a los anticuerpos), se encuentra con la Inmunidad Celular (Células T), que normalmente reconoce partes más internas y estables del virus que no han mutado. Esto explica por qué, aunque haya muchos vacunados contagiados, la vacuna mantiene una eficacia alta contra la gravedad. Por lo tanto, la vacunación aún convierte, especialmente en personas de riesgo, lo que podría ser una neumonía mortal de UCI en una gripe fuerte de unos días en cama.

Las nuevas vacunas de ARNm (una tecnología fuertemente desarrollada cuando investigamos las vacunas contra el coronavirus), al no depender de la lenta incubación en los huevos permitirán en un futuro fabricar las dosis en solo dos meses, reduciendo drásticamente el tiempo que tiene el virus para escaparse de la predicción.

P: Desde el punto de vista inmunológico, ¿podemos decir que lo peor de la gripe todavía está por llegar?

R: A nivel epidemiológico es difícil predecir que comportamiento exacto tendrá el virus este año, pero hay varios aspectos inmunológicos que dan a pensar que aún no hemos tocado techo en la curva de contagios y de que deberíamos tomar medidas pronto para frenar los contagios y para reforzar los sistemas sanitarios.

La mezcla intergeneracional prevista para la Navidad. Vamos a meter en el mismo espacio cerrado al vector de transmisión (los niños, que tienen cargas virales altísimas y poca inmunidad previa) con la población de riesgo (los abuelos, cuyo sistema inmune es más débil o senescente). Este contacto estrecho suele provocar el verdadero pico de hospitalizaciones graves, que suele ocurrir una o dos semanas después de Reyes.

La barrera de rebaño aún no existe, para que la curva baje, necesitamos que el virus choque con un muro de gente inmunizada (ya sea por vacuna o por haber pasado la enfermedad). Como la eficacia de la vacuna contra el contagio es moderada este año y la epidemia empezó pronto, todavía no hemos alcanzado ese umbral de saturación donde el virus no encuentra a quién infectar. Además, las mutaciones en el virus hacen que nuestros anticuerpos del año pasado funcionen relativamente mal contra el virus de este año.

P: ¿Cuál es el papel de los niños?

R: Los niños se consideran supercontagiadores biológicos. Cuando se observa un aumento de casos de gripe en niños, una o dos semanas después suele empezar un gran aumento de casos en adultos. A diferencia de los adultos, los niños no solo tienen una carga viral más alta (tienen más virus en su nariz y garganta), sino que además excretan el virus durante más tiempo.

Mientras que un adulto suele ser contagioso durante 5 días, un niño puede seguir contagiando hasta 10 días o más, incluso cuando ya se siente mejor. Además, a menudo empiezan a contagiar antes de mostrar síntomas, lo que dificulta aislarlos a tiempo.

El sistema inmunitario de los adultos ya ha visto muchas gripes a lo largo de décadas. Pese a que el virus cambie ligeramente, tenemos cierta memoria, aunque no lo reconozcamos y ataquemos a la perfección debido a estos cambios anuales, sí que establecemos una cierta defensa, nuestros anticuerpos se unen a los virus nuevos, aunque de forma poco eficiente. Los niños pequeños, sin embargo, se han enfrentado pocas o ninguna vez a un virus H3N2. Al no tener prácticamente anticuerpos específicos, el virus se replica en ellos de forma explosiva.

Además, los colegios y guarderías actúan como lugares perfectos para la expansión del virus. Son espacios cerrados, con alta densidad de personas y donde las medidas de higiene (mascarillas, lavado de manos, distancia y ventilación) son difíciles de mantener. Una vez que el virus entra en un aula, se multiplica y cada niño actúa como un "Caballo de Troya" al regresar a casa, introduciendo el virus en el núcleo familiar, haciendo que este pueda llegar a personas vulnerables, como los abuelos.

P: ¿Los síntomas son los mismos que los de otras cepas?

R: No estamos ante síntomas nuevos. La cepa H3N2 tiene un historial clásico de causar cuadros más bruscos que la gripe B o la H1N1, caracterizándose por un inicio explosivo de fiebres muy altas y una mialgia severa o "dolor de huesos" que tumba al paciente. Este dolor extremo no lo provoca el daño directo del virus, sino la liberación masiva de interferón, una proteína que nuestro cuerpo dispara como alarma defensiva; paradójicamente, sentirse tan mal es la señal de que el sistema inmune está reaccionando.

Es fundamental distinguir la sensación subjetiva de gravedad clínica (sentirse mal no implica estar grave), ya que el virus no es más letal que en años anteriores, pero la saturación hospitalaria ha crecido por la simple estadística del enorme volumen de contagios.

Además, esta variante tiene un comportamiento generacional muy marcado: mientras la H1N1 suele afectar a adultos jóvenes, la H3N2 se ceba con los mayores de 65 años debido a la inmunosenescencia, ya que el sistema inmune envejecido tiene más dificultades para reconocer y actualizarse frente a las rápidas mutaciones de esta cepa específica.

P: ¿Qué podemos hacer ahora?

R: Respecto a reforzar sistema inmune, no hay una fórmula mágica para ser inmunes a las infecciones. Ahora, y siempre, hay que reforzar los tres elementos clave de la inmunidad: garantizar un descanso reparador es clave para el buen funcionamiento del sistema inmunológico, mantener una buena hidratación para reforzar nuestras mucosas y que estas actúen como una barrera eficaz y mantener una dieta sana, en este caso, rica en vitaminas C y D (frutas y verduras de hojas verdes ingeridas crudas si es posible).

P: ¿Sigue siendo beneficioso vacunarse?

R: Si, especialmente en personas de riesgo. Aunque la protección de la vacuna no es instantánea, esta empieza a ser robusta pasadas dos semanas. No nos va a proteger si nos infectamos unos días después de vacunarnos, pero este año, aun tenemos gripe para semanas o meses.

P: ¿Debemos volver a las mascarillas?

R: Si, sin ninguna duda, pero no debemos volver a un uso indiscriminado, sino un uso inteligente de ellas, conociendo como se transmiten los virus respiratorios. Estos pueden transmitirse por contagio directo si estamos cerca de una persona infectada o por contagio indirecto, por acumulación de virus en el aire en espacios cerrados.

Si tienes síntomas (tos, estornudos, mucosidad), ponerte una mascarilla debe ser un acto automático. Es crucial entender que la mascarilla quirúrgica funciona como un acto de solidaridad social: no protege al que la lleva de infectarse en un espacio cerrado, pero es tremendamente eficaz para evitar que el enfermo proyecte el virus al aire. Usarla cuando nos encontramos mal es, sencillamente, una muestra de respeto hacia la salud de los demás.