Sergio Peris-Mencheta narra por primera vez su experiencia con la leucemia: "Perdí 25 kilos, solo quería dormir"
Peris-Mencheta publica, coincidiendo un año después de su trasplante de médula, su libro '730 días'
El actor y director de teatro se sincera como nunca sobre su leucemia, desde el primer diagnóstico hasta el trasplante de médula y los meses que siguieron
Sergio Peris-Mencheta ha abierto su alma. Lo ha hecho este miércoles 28 de mayo -cumpliéndose un año de su trasplante de médula ósea- a través de un libro potente, conmovedor y brutalmente honesto: '730 días' (Planeta). En sus 288 páginas, a las que ha tenido acceso este medio, el actor relata su experiencia con la leucemia: desde el primer diagnóstico hasta el trasplante de médula y los meses que siguieron. Y no se guarda nada.
"Con este libro no pretendo explicar qué es vivir una enfermedad como la que yo he vivido, ni dar consejos para llevarla mejor, ni mucho menos para superarla. De hecho, todavía no estoy en remisión y todo es posible", cuenta.
Con una prosa directa y cruda, Peris-Mencheta nos adentra en el torbellino que ha sido su vida durante estos últimos dos años. Todo comienza en abril de 2023. Un médico. Un diagnóstico. Y la palabra que nadie quiere escuchar: leucemia. A partir de ahí, su realidad cambia por completo. El cuerpo deja de obedecerle. La mente, por momentos, también.
El diagnóstico
"Desde el momento en el que me dieron el primer diagnóstico en la Fundación Jiménez Díaz, en abril de 2023, mi mente y mi cuerpo se pusieron en modo supervivencia: ¿Que tengo un síndrome mielodisplásico? ¿Que más pronto que tarde mutará en leucemia? ¿De cuánto estamos hablando? ¿Meses? ¿Que me piense qué? ¡Si yo me encuentro bien! Si yo vine a Urgencias porque noté un pinchazo en el pulmón izquierdo que me molestaba para coger aire del todo", narra.
Lo que sigue es una montaña rusa emocional. Hospitales. Quimioterapia. Esperanza. Miedo. Rabia. Amor. Y lucha. Mucha lucha. Porque en '730 días', Sergio no se muestra como un héroe perfecto. Se muestra humano. Frágil. Cansado. A veces derrotado. Pero también valiente, tenaz y profundamente agradecido. "Mi padre, en efecto, murió de leucemia. Sí, su padre, mi abuelo, también", se sincera, imaginándose el peor de los escenarios.
De este modo, el director de teatro explica cada paso de su proceso con la enfermedad. Habla de los efectos secundarios, del dolor físico, de la incertidumbre. Pero también de los abrazos, de la risa, de los amigos, de su familia, que no le soltó ni un segundo. De su compañera de vida, Marta Solaz, su pilar, y de sus hijos, Río y Olmo, su fortaleza.
El 21 de enero de 2024, 13 días después de su ingreso hospitalario, llega el diagnóstico definitivo. Los médicos le trasladan que padece leucemia aguda mielodisplásica. "Mismo nombre con distintos apellidos que la que se llevó a mi abuelo en 1960 y a mi padre en 2014. Me toca jugar con otra mano esta vez, y lo veo bastante negro. Pero voy con todo, la verdad", señala.
Por aquel entonces, Peris-Mencheta se sentía "vulnerable, aterrorizado y más pequeñito que nunca, y valorando cada uno de mis pasos sobre la tierra".
El trasplante
Más de cuatro meses después, en concreto el 28 de mayo, tiene lugar el trasplante de médula. Es su hermano Juan, conocido como Yonyón, quien hace la donación el 27, un día "de descanso tras seis sesiones de radiación y una de quimio de las fuertes", subraya. "Cruzo los dedos para que todo salga bien. Me pongo en manos de lo que tenga que pasar. Pero, eso sí, con los dedos cruzados bajo las sábanas".
Desde el Hospital City of Hope de Los Ángeles se produce el trasplante. "La médula de mi hermano lleva horas en el laboratorio del hospital. Marta está conmigo en la habitación del hospital. Suena 'Fields of Gold'. Bailamos abrazados Marta y yo. Disfruto como nunca este último baile. Las enfermeras entran. Ya están aquí las células madre de Yonyón, que van a ser las mías. Me tumbo en la cama y abro los brazos. Es solo la primera de las tres bolsas de médula que me esperan. Dos litros en total. 'Es el récord de la planta en años', apunta una enfermera. Empieza la transfusión. Lloro de felicidad", traslada Sergio.
Nueve horas duró la trasfusión. "Estoy hinchado como una pelota. Todo pesa. No tengo hambre. No puedo dormir. De pronto, náuseas. Me incorporo rápido buscando una bolsa. Viene un retortijón. Todo a la vez. Me mareo. Me levanto con la ayuda de Marta. Directo al baño. Descontrolo, pero me apaño. Todo a la vez. Luego, en cuanto puedo me tumbo. Dormir. Necesito dormir y solo quiero dormir", continúa el actor.
Es entonces cuando le comunican "la mejor noticia posible": "Han llamado del estudio genético. Han comprobado que no es hereditario. Abro los ojos y, aunque no están allí, aparecen Río y Olmo. Sonríen. No es un sueño. Por si acaso, me pongo el antifaz y sigo durmiendo".
El momento del trasplante de médula es uno de los más impactantes del libro. Pero también habla del después. Porque la enfermedad no se termina con el tratamiento. Queda el duelo, el cuerpo roto, la reconstrucción.
Los días después
Peris-Mencheta salta al día 20 de junio, en concreto, 23 días después del trasplante, cuando "ya tenía que haber salido del hospital". "Me dolía el pecho y ayer me hicieron una broncoscopia. Anestesia total. Me arrastro para ir al baño. Es lo único para lo que salgo de la cama. Llevo semanas sin comer. Se me está cayendo el pelo del bigote, de la barbilla... Mi boca es un caos. Mis encías están inflamadas. Mis dientes no encajan. Me sabe la boca a medicina. Todo me huele diferente".
Ya en el día 41, una semana después de abandonar el hospital e irse por fin a casa, continúan los efectos secundarios. "Voy por casa como un zombi. Llevo semanas alimentándome a base de batidos de proteínas. He perdido 25 kilos y el pelo ha desaparecido de mi cuerpo".
De este modo, Sergio Peris-Mencheta ha logrado una de las cosas más difíciles: transformar el dolor en palabras. Y en hacerlo, tender un puente a todos los que han pasado, pasan o pasarán por algo similar. Aunque todavía se encuentra en medio del camino, y su enfermedad no está en remisión, este libro no es solo un testimonio sobre el cáncer. Es una carta de amor a la vida. Una lección de vulnerabilidad. Un grito de resistencia.