Marouane, el policía local de Sevilla que llegó a España escondido en los bajos de un camión: "Lloré cuando ya estaba en el ferry"
Marouane llegó a España oculto bajo un camión con solo 15 años y, tras una dura travesía y años de esfuerzo, ha cumplido su sueño de convertirse en policía local de Sevilla
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SevillaMarouane tenía solo 15 años cuando decidió emprender el camino más decisivo y a la vez peligroso de su vida. Creció en un pueblo de Kenitra, a unos 30 kilómetros de Rabat, en el seno de una familia trabajadora. Su padre era pastelero y su madre ama de casa. Su infancia fue normal, sin carencias afectivas ni familiares, pero con la certeza de querer optar a un futuro más productivo que el que veía a su alrededor: "Tenía muchas ganas de salir de Marruecos y buscar una vida mejor", recuerda. Ahí comenzó su historia de supervivencia, madurez forzada y, con el tiempo, de integración y servicio público.
Hoy, con el uniforme de agente de la Policía Local de Sevilla enfundado, recuerda cómo cada viernes, desde Kenitra, salía un autobús hacia Tánger. Uno de esos días, él junto a otros chicos, decidieron dar el paso de huir de sus vidas y agarrarse a la aventura de alguno de aquellos autobuses que les llevarían a Tánger. Allí, en el puerto, donde solo la inmensidad del estrecho separa las vidas de unos con las de otros, buscó un camión al que encaramarse atrapado en sus bajos para poder empezar un vida en España.
Era una práctica temeraria, habitual entre menores que buscan cruzar a España, pero extremadamente peligrosa. "Hoy me arrepiento de haberlo hecho así y sé que fue fruto de la inconsciencia, porque además imagino lo que sufriría mi madre", confiesa. "Es algo que no recomiendo nunca a nadie", subraya.
El viaje que marcaría su destino comenzó un viernes y terminó un martes por la mañana, cuando por fin logró llegar al puerto de Algeciras. Hubo varios intentos fallidos antes, noches enteras escondido en bajos de camiones, controles imbatidos... Pero para entonces sabía que ya no podía volver a casa sin haberlo intentado todo. "Cuando estaba debajo del camión, ya dentro del barco y consciente de que había pasado todos los controles, me puse a llorar", recuerda aún con la voz temblorosa.
De un centro de menores al comienzo de una nueva vida
Cuando llegó a Algeciras, la Policía lo localizó y lo trasladó a un centro de menores. Era un chico que no hablaba español y que cargaba con el miedo acumulado del viaje. El centro estaba saturado, así que poco después fue derivado a Sevilla, donde empezó a rehacer su vida.
Al cumplir 18 años y gracias a su comportamiento, entró en un piso tutelado por la Junta de Andalucía. Pero su estancia tenía fecha de caducidad. Mientras terminaba la ESO, le advirtieron de que tenía que buscar una alternativa. Fue entonces cuando encontró apoyo en los Salesianos. "Es la primera vez que alguien se preocupó de verdad por mí. Querían mi bien y me enseñaron. Allí sentí por primera vez estabilidad", reconoce.
En este tiempo vivió el episodio que le cambiaría para siempre el futuro profesional. Un día se cruzó con un niño marroquí de unos 13 años, sucio y llorando. Aquel menor le devolvió su propia imagen de adolescente desorientado en un país que no conocía. Marouane se acercó, le habló, le compró un bocadillo y lo acompañó a la comisaría de la Policía Local de la Ranilla. Dentro, los agentes le pidieron que se quedara para ayudarles a traducir. "Me gustó muchísimo lo que vi allí, cómo trabajaban y cómo ayudaban a la gente. Ese día decidí que yo también quería hacer eso", cuenta.
De menor no acompañado a agente de policía
Ese impulso derivó en una preparación intensa y exigente. Estudió, trabajó y se esforzó hasta lograr lo que parecía imposible, aprobar la oposición para convertirse en agente de la Policía Local. Ese día volvió a llorar. "Cuando me llamaron para decirme que había aprobado, me vino a la mente aquel recuerdo debajo del camión. Pensé, madre mía, estaba llorando escondido bajo un camión, sin saber qué iba a ser de mí, y ahora acabo de aprobar una oposición".
Lo primero que hizo fue llamar a sus padres. "Después de tanto sacrificio había conseguido lo que quería", asegura con firmeza. Hoy trabaja cada día con ilusión, agradecido al equipo que lo ha recibido con naturalidad y cariño. "Mis compañeros me lo ponen muy fácil, me hacen todo muy acogedor. Voy a trabajar con muchísimas ganas".
Un referente para otros menores migrantes
En su labor diaria a veces atiende a personas marroquíes que se sorprenden al verlo vestido de uniforme: "les gusta ver a un paisano suyo trabajando como policía", explica. También algunos niños lo miran con admiración. "Muchos pueden verse reflejados y aprender que, si las cosas se luchan y se trabajan, se consiguen".
Marouane lloró un día escondido debajo de un camión, temiendo por su vida, y hoy llora de emoción al recordar lo que ha logrado. No se siente orgulloso del camino que eligió para hacerlo, pero si de la forma en la que ha aprovechado los recursos que se le han brindado en este país para labrarse una vida.