Cómo defender a un asesino: "Del caso que más me marcó como abogado aprendí que no puedes mirarles a la cara"
¿Cómo es tener que defender a un asesino cuando estás convencido de que lo es?
Nos adentramos en los límites del derecho penal de la mano del abogado David Pavón, que ha formado parte de casos tan complejos como el 11M o el Caso Nóos
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“¿Que qué se siente al defender a un asesino? Yo lo que aprendí es que no puedes mirarles a la cara”. David Pavón es abogado, doctorado en Derecho Penal por la Universidad Complutense de Madrid y profesor titular de esta materia en la Universidad Europea. También trabaja como Of Counsel de Ayuela Jiménez Abogados. Y él, como los otros 149.000 ejercientes con los que comparte oficio en España, quiere aprovechar este 3 de febrero, Día Internacional del Abogado, para reivindicar que la suya, la del derecho, es una herramienta, no un castigo. Que esto no consiste en hacerle un pulso a la sociedad. Y también que, a pesar de “llegar siempre tarde” -en penal especialmente, donde el crimen es por naturaleza predecesor de la justicia-, supone una oportunidad de aprendizaje para el delincuente, un perfil que conoce bastante.
Con él hemos querido hablar del concepto de justicia, de los límites en torno a ella, de la moral y la deontología. “Una pena debe cumplir una función clarísima: Intentar que esa persona no vuelva a cometer el delito, e intentar que además pueda reinsertarse. Es por tanto, además de algo intrínsecamente negativo, una oportunidad. Aquel que no tiene estudios, podrá estudiar; alguien con una adicción, podrá tratarla; quien no pueda ganarse la vida de ninguna forma porque no cuente con un oficio, quizá desarrolle competencias que se lo permitan. Cada persona comete un delito por la razón que sea, pero es labor de todos asumir que esa persona, una vez sancionada, no lo perciba como un castigo, sino también como una oportunidad de cara a su reinserción”.
Pregunta: Cuando hablamos de impartir justicia, inconscientemente pensamos en defender al inocente. Sin embargo, en la abogacía no siempre es así, y tan pronto amparas al acusante como al inculpado. ¿Cuál fue el primer caso en que defendiste a un acusado?
Respuesta: Fue muy peculiar porque fue una detención ilegal, lo que popularmente podemos conocer como un secuestro, aunque secuestro y detención ilegal no es lo mismo -en el secuestro se pide una condición para la liberación de la persona retenida, mientras que en la detención ilegal esto no sucede, simplemente se produce una privación de libertad-. Digo curioso porque es un delito poco habitual, o al menos no lo que se espera cuando uno se inicia. Ahí te das cuenta de que realmente delitos hay muchos, y se producen más de lo que uno cree.
P: Dentro de los ilícitos penales encontramos ilícitos menores: hurto, vandalismo, etc., y graves, como violación, tráfico de drogas, etc... ¿Cómo se enfoca la defensa de cada uno en función de lo que se haya cometido?
P: Hay una cosa que es muy clara: al principio uno tiende a pensar socialmente, no como jurista, sino como ciudadano, y tiene la tentación de defender o acusar en función de lo que se ha hecho desde un punto de vista social. Sin embargo, nosotros debemos ser objetivos en lo que se refiere a la aplicación de la ley. Nos tiene que dar lo mismo si ha matado a alguien o si ha defraudado a Hacienda, es un delito penal uno y otro. ¿Tiene repercusiones sociales? Sin duda, pero esas trascienden a la labor del abogado, quien debe afrontarlo desde un punto de vista frío, objetivo y técnico. No hay otra manera.
P: Llevado al caso más extremo, ¿cómo es la primera vez que le dicen: “su cliente va a ser una persona acusada por asesinato”?
R: Bueno, no es fácil, sobre todo porque yo sí creo que normalmente el abogado, por el cliente o porque lo intuye, sabe lo que ha pasado. Cuando yo he defendido a un asesino sabía que lo había hecho, lo tenía clarísimo, a pesar de que él lo negaba. Hay una tendencia natural del cliente a engañar a su propio abogado porque piensa que si lo reconoce ante su abogado este le va a traicionar. Uno puede entender más o menos lo que ha sucedido, pero el abogado debe actuar correctamente a pesar de lo que piense.
Cuando he defendido a un asesino sabía que lo había hecho a pesar de que lo negaba. Hay una tendencia natural del cliente a engañar porque piensa que, si lo reconoce, le vas a traicionar. Pero el abogado debe actuar correctamente a pesar de lo que piense
Esa sentencia condenatoria solo va a valer si el abogado que le ha defendido ha velado por que el procedimiento haya tenido las garantías, que haya tenido oportunidad de explicar lo que haya querido, de desarrollar la prueba a favor del cliente, etc. Para poder dar una respuesta adecuada frente al acusado, a su comportamiento, es necesario que alguien sea escrupuloso con sus derechos.
P: Al final, el derecho no solo sirve en su aplicación a casos concretos, también como ejemplo a la sociedad sobre cómo actuará la justicia. Es decir, sientan un poco ese ejemplo para el resto.
R: Es que esa es la clave, ¿no? Y eso pasa especialmente en el derecho penal. Todos concebimos el derecho penal como la “venganza” de la sociedad frente a quien ha hecho algo que no debía. Sin embargo, debemos ser conscientes de que es mucho más profundo, y de ahí la responsabilidad de todos los que intervenimos, abogados, jueces… Una pena vista en el Código Penal no es más que una amenaza, una coacción del Estado que nos hace advertir a los ciudadanos de lo que puede pasar, es una invitación a que hagamos lo correcto y convivamos, respetemos los derechos de los demás.
Es evidente que falla, si no fallara no habría derecho penal, es como el reflejo de un fracaso, ¿no?, pero la pena acaba siendo un ejemplo tangible para el resto de la ciudadanía, y también para el individuo.
P: Volviendo a la defensa previa, explicabas que vosotros tenéis que intentar dejar vuestra opinión a un lado pero, no voy a decir imposible, pero desde luego, es difícil dejar la moral, algo intrínseco, a un lado. ¿Tienes algún límite no escrito que no estés dispuesto a sobrepasar a la hora de aceptar un caso?
R: A nivel de profesión no hay ningún límite por una razón: solo podremos impartir justicia si realmente alguien hace de, si se me permite la expresión, abogado del diablo.
Desde un plano personal, es indudable que al final cada abogado pone sus propios límites. Hay abogados que no quieren asumir ciertos temas, cosa que es muy honesta, entre otros motivos porque no harían su trabajo correctamente. Hay quienes no están dispuestos a defender a violadores, por ejemplo, pero en lo colectivo no se puede censurar ningún tipo de comportamiento porque entonces el sistema se caería.
P: Por tu parte, ¿tienes marcado algún límite?
R: Por ahora, no tengo ninguno. Nunca he rechazado ninguno. He tenido algún asunto de delitos contra la vida, asesinatos, terrorismo, violaciones, malos tratos y no lo he rechazado nunca. Reconozco que a veces te das cuenta que no es fácil. Pero creo que si en algún momento entendiera que no soy capaz, por cuestiones incluso de pensamiento, daría paso a otro compañero. Tú puedes renunciar a una defensa, pero de una manera coherente y profesional, no esperar a un momento crítico como puede ser justo antes de la celebración de un juicio.
P: ¿También como abogado de oficio?
R: Se puede llegar a rechazar un cliente como abogado de oficio, pero es más complicado, porque cuando uno se da de alta en un turno de oficio es dentro de un tipo de delitos, por lo que, por ejemplo, si alguien se da de alta en el turno de oficio de violencia de género, es que ya sabe lo que es.
P: Continuando con la idea del cliente, bueno, hay casos que trascienden más y cada cierto tiempo algunos que cobran especial relevancia, ya sea por la gravedad, la situación o los protagonistas del propio caso. ¿Existe un protocolo interno o una gestión específica para tratar tanto a los clientes como el propio juicio?
R: En la teoría no, porque no deja de ser más que un procedimiento, y además los juicios son públicos, ya que uno de los principios que limitan el poder punitivo del Estado precisamente es el principio de publicidad, que implica que cualquier ciudadano puede acceder al juicio salvo excepción por protección de testigos o menores. Es como en el juzgado, sale el agente judicial al pasillo y dice “audiencia pública”. ¿Eso qué significa? Pasen ustedes y vean.
Nunca he rechazado ningún caso, pero creo que, si en algún momento entendiera que no soy capaz, por cuestiones incluso de pensamiento, daría paso a otro compañero
Desde un punto de vista personal, creo que al cliente siempre hay que aconsejarle la máxima discreción para evitar juicios paralelos, por lo que en la medida posible es mejor intentar que pase desapercibido.
P. De alguna manera, es también inevitable que las personas implicadas en el caso tiendan a hablar, dar declaraciones, etc. ¿Cómo lleva todo esto con la persona a quien defiende?
R: Es muy importante estar coordinado. En realidad lo que ocurre en la sala no va a salir mejor o peor por lo que se diga fuera. Yo creo en la objetividad de los tribunales, pero hay casos, por ejemplo cuando hay un jurado, que es más difícil, y la objetividad sí puede verse influenciada por comentarios. Yo me coordino mucho con en el cliente -pese a que no me guste esta manera de llamarle-, al extremo de que, por ejemplo, cuando se le da la última palabra en juicio, les digo que no se puede hablar, se dice señoría nada más, porque es uno de los clásicos momentos donde el cliente se derrumba, dice algo inapropiado y, como se dice en el argot taurino, hasta el rabo todo es toro, y si usted se pronuncia en la sala, está dicho.
P: ¿Cómo puede llegar a afectar a los implicados la opinión pública?
R: Muchísimo. Depende de cada cual, del aguante, la resistencia, e incluso su propia concepción de lo que es correcto e incorrecto, pero hablando de un ciudadano medio, mucho. Yo tuve una experiencia con un cliente que había sido acusado de un delito de colaboración con banda armada terrorista. Estuvo en prisión provisional durante tres años, previo a la celebración del juicio, y finalmente fue absuelto. A pesar de ello al salir cayó en una profunda depresión y al año y pico del juicio no pudo superarlo y falleció.
P: ¿Crees que las personas que han cometido un delito grave pueden ser reinsertadas en la sociedad?
R: La respuesta es sí, pero no creo que todas las personas sean reinsertables. Y esto genera un problema, porque cuando una pena concluye, esa persona debe quedar en libertad, e incluso a sabiendas de que esa persona no está preparada, porque si esa pena es larga entramos en el debate de la prisión permanente, revisable.
El funcionamiento de la prisión permanente es para delitos de muy extrema gravedad y con una pena inicial de 25 años, en los que, tras su cumplimiento, se revisa. Se revisa el grado de reeducación, resocialización , si está preparada… Si lo está saldrá el centro penitenciario, y si no lo está, pues se mantendrá otros dos años, y así sucesivamente, con revisión cada dos años.
Lo cierto es que, después de 25 años yo dudo mucho que alguien esté resocializado porque, digamos, el propio sistema le deja mucho tiempo en prisión por lo que el individuo acaba percibiéndolo como un simple castigo, y por lo tanto, se revela.
Por otra parte, dejar en libertad a alguien que, a lo mejor, lleva 15 años, y además está diciendo que según salga, va a matar a otra persona… entendiendo la alarma. La dificultad del derecho penal radica en que todavía no sabemos la ciencia exacta para conjugar todo esto.
P: ¿Cómo ve la evolución de los casos de violencia sexual?
R: Yo creo que la sociedad ha aprendido, especialmente las mujeres, a denunciar. Hay una tolerancia cero dentro de toda esa cultura que hemos sido de poco a poco avanzando en cuanto a la violencia de género, en cuanto a los delitos de género, además de la libertad sexual. Podríamos hablar hipotéticamente de un posible incremento de este tipo de delitos, pero yo creo, realmente, que hemos tomado conciencia de que muchas de esas cosas ya no son tolerables. El ciudadano pierde el miedo a denunciar.
P: De manera que desde un punto de vista optimista, realmente el enfoque podría ser positivo en cuanto a que no es que haya más casos, sino que se denuncia más, es decir, se ha perdido el miedo.
R: Lo creo perfectamente. Tenemos que pensar que la sociedad cambia. Los delitos contra la libertad sexual que más se producían hace un par de décadas, eran dentro del matrimonio, donde la mujer consideraba que tenía que cumplir con su marido. Y esto es un delito. Ahora estamos en una sociedad moderna avanzada, el pensamiento ha avanzado en ese sentido. Y eso hace a las personas más libres, por lo tanto, es positivo. Se han cumplido 20 años de la ley orgánica de 2004 de violencia de género. Y se ha avanzado muchísimo en la prevención, se ha generado una cultura social a nivel de educación, de los colegios, de tolerancia cero. Está a la orden del día.
El caso más conocido que he llevado es el 11M, pero a mí el que verdaderamente me marcó fue un asesinato de un hijo a su madre
Lo que curiosamente no ha bajado es el número de mujeres fallecidas. Y esto es muy llamativo que hay que analizar, ¿por qué no baja el número de fallecidas cuando la ley está resultando en otros ámbitos?
P: ¿Cuál ha sido el caso más complicado que te ha tocado llevar?
R: El más conocido, lógicamente, ha sido el 11M. Si bien es cierto, no me ocupé en solitario del asunto, como tampoco del Caso Nóos, en el que también he estado, sino que llevábamos la defensa del cliente en un equipo.
Para mí el que verdaderamente me marcó fue un asesinato de un hijo a su madre, con intento de asesinato de este mismo a su padre y hermanos. Me marcó mucho porque tener delante a una persona, a metro y medio, que había sido capaz de hacer eso, me llamaba la atención, trataba de buscar en su cara algo. ¿Cómo él, cómo un ser humano podía…? Y entonces te das cuenta de que hay muchos factores que hacen que una persona pueda tener un comportamiento de ese tipo. Realmente la condición humana es muy extraña, y cuando alguien mira los ojos a un asesino, le genera mucha incertidumbre, sobre todo de reflexionar sobre si lo que hace es lo que quiere hacer.
Si me preguntas qué se siente, qué se percibe desde un punto de vista ético, moral, al defender a un asesino, a mí lo que me enseñó es que no puedes mirarle a la cara. Hay que entender que es una cuestión absolutamente técnica y que si tú haces bien tu trabajo y esa persona merece una condena, esa condena será justa.
P: ¿Cómo valoras la situación que atraviesa hoy en día tu oficio?
R: Pues me gustaría lanzar un mensaje crítico en el sentido de que, ya que celebramos el Día del Internacional del Abogado, a mí me gustaría que el profesional tuviera un reconocimiento, que estuviera al mismo nivel de jueces y fiscales. Al final, todos son agentes intervinientes en la Administración de Justicia y tan esencial es un juez como un abogado. Por lo tanto, yo rompo una lanza a favor de la labor social de la abogacía. La nuestra no es una profesión menor, ni mucho menos.
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