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Consejos prácticos para enseñar con errores: el valor del fallo en la educación moderna

Se debe transformar el miedo al fallo en una herramienta de aprendizaje. Freepik
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MadridEquivocarse ha sido tradicionalmente sinónimo de fracaso. Tanto en aulas escolares como universitarias, el error ha sido más penalizado que comprendido, lo que ha provocado que los estudiantes sientan una aversión a fallar que incluso puede frenar su desarrollo intelectual y personal. No obstante, los avances en neurociencia, psicología del aprendizaje y pedagogía moderna han cuestionado esta visión y han traído consigo un nuevo enfoque: el error no es el final del camino, se convierte en una herramienta fundamental para aprender.

Hoy en día, son muchos los expertos que coinciden en que una de las claves para preparar a los alumnos del siglo XXI es enseñarles a relacionarse con el error de manera constructiva, haciendo que sea una oportunidad para el análisis, la reflexión y el crecimiento. Saber aprender de los errores puede ser más valioso que evitar equivocarse a toda costa.

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El error como base del aprendizaje profundo

Muchos estudios han mostrado que el error es un catalizador de la memoria y del razonamiento. En UCLA demostraron que introducir cierta dificultad en el aprendizaje, lo que va a generar pequeños errores, mejora la retención a largo plazo, más que un aprendizaje excesivamente cómodo y libre de fallos. Por otro lado, en la Universidad de Michigan, se señaló que estudiantes que ven los errores como oportunidades, lo que se llama mentalidad de crecimiento, conseguían mejores resultados que aquellos que los interpretaban como señales de fracaso.

La teoría del “fallo productivo” va en esta dirección. Un estudio en Singapur dividió a los alumnos de secundaria en dos grupos: uno trabajaba con una instrucción directa, el otro resolvía problemas antes de poder recibir una solución. Los alumnos del segundo grupo, aunque primero fallaron, luego superaron al primero en las evaluaciones finales. El esfuerzo por entender el problema y descubrir errores les permitió alcanzar aprendizajes más sólidos.

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Desde la neurociencia, se sabe que el error genera una activación en el sistema dopaminérgico del cerebro, lo cual es clave para la motivación. Cuando los estudiantes perciben los errores como algo que es parte del camino, no como un fracaso, esta activación educativa tiene un efecto potenciador del aprendizaje.

Mentalidad de crecimiento: el error es una oportunidad

La psicología organizacional y educativa distingue entre dos mentalidades: la fija y la de crecimiento. En la mentalidad fija, los errores revelan limitaciones personales, mientras que en la de crecimiento, son escalones hacia la mejora. Las personas con esta última tienden a profundizar en las causas del error y a aprender de él, apoyándose en el fallo para mejorar en vez de desmotivarse.

En el aula, esto implica educar para que los errores no se penalicen con vergüenza o miedo. Se deben convertir en oportunidades metacognitivas para que el fallo no sea un final, sino un mensaje que indica dónde concentrar el aprendizaje.

¿Cómo se puede enseñar con errores?

Diseñar errores intencionales

En la Universidad Continental de Perú se promueve una estrategia que se llama “aprendizaje basado en errores”. En ella, el docente introduce deliberadamente fallos comunes en materiales o ejemplos, y guía al estudiante a detectar, analizar y corregir dichos fallos. En la Universidad Complutense de Madrid se aplicó un enfoque similar: los alumnos debían encontrar errores en exámenes previos. El resultado: mejor comprensión, más motivación y retención duradera.

Fomentar la reflexión y el feedback inmediato

Cuando un estudiante comete un error, lo ideal es comentarlo de inmediato y con guía. No es suficiente señalar el error, se deben hacer preguntas que fomenten el razonamiento del alumno sin dar la solución directamente.

Esta técnica enfatiza la metacognición y promueve aprendizajes mucho más profundos. El fracaso se entiende como parte del proceso de comprensión, no como un punto final.

Crear ambientes seguros para fallar

La neuroeducación insiste en que la seguridad emocional del aula es clave. Si los alumnos temen ser ridiculizados o castigados, van a evitar participar a toda costa. Sin embargo, si el aula se convierte en un espacio seguro donde se puede compartir libremente el error y se promueve la valentía intelectual y el verdadero aprendizaje, el alumno se animará mucho más a participar.

El “error colectivo” puede ser productivo: analizar errores frecuentes en exámenes previos permite identificar dificultades comunes sin señalar a ningún alumno.

Utilizar métodos como “fallo productivo”

El fallo productivo invita a intentar primero y aprender después. El docente debe presentar un desafío, los alumnos trabajan, cometen errores, y sólo después se analiza la solución correcta. Este enfoque enseña autonomía, resiliencia y refuerza el aprendizaje activo.

Aprovechar el efecto de “hipercorrección”

El efecto de la hipercorrección sugiere que los errores cometidos con mucha confianza pueden, con la intervención adecuada, ser oportunidades de aprendizaje realmente efectivas. Cuanta más confianza en el error, mayor es el efecto corrector. Para ello, se deben crear actividades que permitan que el alumno reconozca cuando está seguro de estar equivocado, y luego se le debe redirigir hacia la respuesta correcta con reflexión guiada.