Así ha crecido el escenario de la Lotería de Navidad hasta llegar al Teatro Real
Desde 2012 el Sorteo Extraordinario de Navidad se celebra en el Teatro Real de Madrid
Este es uno de los pueblos con más suerte de España: diferentes sorteos de lotería han caído allí
El Sorteo Extraordinario de Navidad nació en 1812 casi como un trámite fiscal y hoy ocupa uno de los escenarios más solemnes del país: la sala principal del Teatro Real de Madrid. Más de dos siglos después de aquel primer sorteo en plena Guerra de la Independencia, la ceremonia se ha ido mudando de salón en salón, creciendo en aforo, despliegue técnico y simbolismo hasta instalarse, desde 2012, en el coliseo operístico de la plaza de Ópera.
De los salones de Cádiz al corazón de Madrid
El primer sorteo de lo que hoy conocemos como Lotería de Navidad se celebró el 18 de diciembre de 1812 en Cádiz, todavía bajo la denominación de “lotería moderna”, con un billete al precio de 40 reales y un premio de 8.000 reales. Un año después ya se utilizaban bolas de madera en lugar de cédulas de papel, y en 1814 el sorteo se trasladó a Madrid, donde empezó a consolidarse como ritual previo a la Navidad.
A partir de entonces, el escenario fue encadenando mudanzas por la ciudad. Uno de los primeros emplazamientos destacados fue el Palacio de los Consejos, hoy sede del Consejo de Estado, convertido en dirección de Loterías en 1847. Más tarde, la rifa pasó por el Ministerio de Economía y Hacienda y por la antigua Casa de la Moneda, en la Plaza de Colón, donde ya a principios del siglo XX había fotografías de madrileños abarrotando la Puerta del Sol para conocer los números agraciados.
En 1932 la dirección de Loterías se instaló en la calle Montalbán de Madrid; allí se celebró el sorteo durante unos treinta años, coincidiendo con la progresiva popularización del evento y los primeros grandes públicos en sala. Es en estos años cuando empiezan también las retransmisiones radiofónicas masivas y, ya en 1957, el primer sorteo televisado de la historia.
El crecimiento del fenómeno obligó a otro cambio clave: en 1963, coincidiendo con el bicentenario de la Lotería Nacional, el sorteo se trasladó al salón de sorteos de la sede de Loterías en la calle Guzmán el Bueno. El nuevo edificio podía acoger a unas 2.000 personas, frente a las apenas 500 del salón anterior. Durante más de cuarenta años, hasta 2009, ese salón fue el escenario reconocible del 22 de diciembre para millones de espectadores.
El siguiente paso en esa expansión llegó en 2010, cuando el sorteo se trasladó al Palacio de Exposiciones y Congresos del Paseo de la Castellana para ganar aún más capacidad. Loterías eligió este recinto por su ubicación céntrica y porque ofrecía un aforo de 1.909 personas, suficiente para la prensa y el público que cada año acude al lugar en el que se decide que rueden los bombos, con el claro objetivo de seguir el sorteo en directo.
El desembarco en el Teatro Real
El gran salto simbólico llega en 2012. Ese año, coincidiendo con el bicentenario del sorteo navideño, Loterías decide que la ceremonia pase a celebrarse en el Teatro Real de Madrid. Desde entonces, el teatro de Ópera es la sede estable del Sorteo Extraordinario de Navidad, siendo el escenario de miles de historias de suerte y falta de fortuna, pero siempre con enmarcadas en un tono jovial propio de las fiestas de esta época del año.
El edificio juega en otra liga: la ficha técnica del Teatro Real indica que su sala principal, heredera de la inaugurada en 1850, tiene un aforo máximo de 1.958 butacas, muy por encima de los antiguos salones administrativos. Sin embargo, la organización del sorteo limita el acceso del público. Fuentes oficiales explican que, tal y como se configura el escenario y el dispositivo técnico, pueden asistir en torno a 600 personas mientras millones siguen la ceremonia por televisión.
La mudanza al Teatro Real no solo responde a una cuestión de espacio. El propio teatro subraya que el cambio de sede en 2012 buscaba ligar el sorteo con un gran icono cultural y patrimonial, de manera que el ritual de la Lotería de Navidad se inscribiera en un marco escénico a la altura de su peso simbólico. Así, desde Cádiz en 1812 hasta el escenario actual, el sorteo ha ido ocupando espacios cada vez mayores y más espectaculares para acoger a un público que no ha dejado de crecer.
Hoy, cuando los niños y niñas de San Ildefonso suben a las tablas del Teatro Real, el eco de sus voces enlaza salones pequeños, ministerios y casas de la moneda con un coliseo de casi dos mil localidades. El escenario ha crecido, sí, pero lo que sigue en el centro es el mismo gesto mínimo: una bola que abandona el bombo y una fila de butacas que contiene la respiración.